He aquí navegando en las aguas turbias de la Oficialía Mayor en el Gobierno de Quintana Roo, donde su titular Manuel Alamilla naufraga entre la corrupción, la deslealtad y la traición al gobernador Carlos Joaquín González, quien ya lo tiene nominado a salir de su gabinete, a propósito de su primer ajuste de colaboradores en el marco del primer informe del gobierno del cambio, a celebrarse el próximo 9 de septiembre.
Los excesos de Manuel Alamilla no tienen límite. Por su desmedida avaricia y profusión al poder, fue retirado del equipo del secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, a nombre de quien hizo innumerables negocios en la penumbra marina. Se repite la historia, echó por la borda su nueva oportunidad en su tierra natal, al ser cobijado como chetumaleño por el titular del Ejecutivo.
En menos de un año, colapsó los recursos humanos, materiales y económicos, excediéndose en sus facultades de la naturaleza de su encargo, culpando siempre de las acciones emprendidas a los Secretarios cabeza de sector. Y por si fuera poco, navegó con cartas contrarias a las del gobernador, en específico la de dar oportunidad en el empleo y en la reactivación económica a la capital Chetumal.
Por si fuera poco, tal cual pirata, al asalto se inmiscuyó en asuntos institucionales que son facultad de Secretarios de Estado, generándoles diversos conflictos administrativos y políticos, en sectores prioritarios como Seguridad Pública, Salud y Educación. Al tiempo que empezó a construir su candidatura con miras a la presidencia municipal de Othón P. Blanco, adjudicándose cuanta representación podía del gobernador del estado en eventos de diversa índole. También financió grupos de panistas que buscaban dirigir los Comités Directivos Municipales de su partido, pero por su falta de oficio político no ganó ninguna elección interna.
No hay que olvidar que desde el inicio de la administración, este personaje generó el primer escándalo del gobierno del cambio, al despedir a empleados con muchos años de servicio al estado, incluso de la propia Oficialía Mayor, restándoles la oportunidad de pensionarse y jubilarse. Amén de que fueron reemplazados con personal sin formación y experiencia en la administración pública, desmembrando a una clase burocrática que llevó sexenios formar.
Ipso facto entretejió su telaraña, ni tardo ni perezoso actualizó a modo el padrón de proveedores, inició la manipulación de las licitaciones para convertirlas en asignaciones directas, pulió la charola para los diezmos que pueden duplicarse o triplicarse, o simplemente aplicar: “según el sapo…es la pedrada”. Hasta que llegó el escándalo millonario de los uniformes, que aún no puede explicar ni justificar, y por ello tendrá que comparecer ante la décima quinta legislatura.
Manuel Alamilla mordió la mano del gobernador Carlos Joaquín González y despreció a sus paisanos. Pronto, quedará sumergido en los sedimentos marinos.
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