Foto histórica de los primeros años de Kilómetro 50

“Hábil en la política, aprovechó la coyuntura para servirse con cuchara grande y ahora vive en exclusiva zona residencial de Chetumal y se dedica a hacer versos a la naturaleza”.

Así se refería en su libro sobre el municipio de José María Morelos, el ex recluso Santiago Ávila, sobre el segundo presidente municipal de ese municipio de la Zona Maya de Quintana Roo, Artemio Caamal Hernández (1946-2013). Hay que decir que el libro sobre José María Morelos de Santiago Ávila, tiene un amplio repertorio visceral, está escrito con las prisas del oficio periodístico, y muchos de sus análisis no se explican sino desde su plena libertad escritural. Como el fenecido Ávila refería, lo suyo fue un trabajo empírico pues la historia no era su profesión.[1]

En lo que cabe, yo tengo otra anécdota de Caamal Hernández, un hombre que solamente me topé dos veces en un lapso de poco menos de dos años. Hace casi una década, en el 2008, en la Universidad de Oriente de Valladolid se organizó un evento de discusión sobre una ley indígena para Yucatán, y ahí fui y ahí se presentó el poeta Caamal Hernández, que compartía mesa conmigo, y me dijo, a mí y a Francisco May, que tenía un proyecto en mente: formar un partido indígena para la Península de Yucatán. Transpeninsular.

Le pregunté a Caamal Hernández: ¿y cómo le pondremos a ese susodicho partido?

Con sus ojitos prendidos por la lumbre de su astucia y larga experiencia política, me respondió:

– “Ya está decidido. Después de mucho pensarlo, he decidido ponerle el nombre de Partido Revolucionario Indígena.

No necesito decir lo que pensé del inolvidable Artemio, cuando junté las siglas del flamante nuevo partido.

Artemio Caamal Hernández, así como Sebastián Estrella Pool para Quintana Roo, fueron miembros destacados del otrora partido oficial.[2] No conozco en su totalidad la trayectoria del segundo, pero puedo decir que ambos contribuyeron en la transición del Territorio a Estado libre y soberano de Quintana Roo, ambos desde sus zonas de influencia: José María Morelos y Felipe Carrillo Puerto. Fueron “hombres bisagra”, o puente entre las élites chetumaleñas y cozumeleñas con el pueblo maya, como en su momento lo fue el primer Francisco May[3]: hombres que, por sus raíces mayas, contribuyeron al “diálogo incambiante”, al posicionamiento y concreción del Estado en la zona.

A Artemio Caamal Hernández, las voces maledicentes le decían “El huarache veloz”, o “el Alpargata”. Con su estilo rijoso, Santiago Ávila escribió que después de su gobierno municipal (1978-1981), Caamal Hernández “se dedicó a buscar cargos” “sin siquiera acordarse de su municipio, donde también, por su desinterés con sus paisanos, ya tampoco se acuerdan de él. Ya no vive en La Presumida”. Los trabajos poéticos y de defensa de la etnia maya peninsular de Caamal Hernández, sus defensas del fortalecimiento a los movimientos mayas peninsulares, contradicen a Ávila.

Artemio Caamal Hernández, tiene un complemento, en sus luchas de defensa de la lengua, cultura e historia del pueblo maya peninsular, en otro hombre oriundo de Tixmehuac. Resulta que fue amigo de don Bartolomé Alonso Caamal (1950), quien con su asociación civil Mayáoon, desde la década de 1980 pugnaron “por el reconocimiento constitucional de los derechos lingüísticos y culturales del pueblo maya”, promoviendo su desarrollo de las potencialidades lingüísticas y culturales.[4] Ambos son originarios de Tixmehuac, Yucatán. Tanto Bartolomé como Caamal Hernández, estuvieron en el internado indígena Lázaro Cárdenas en Felipe Carrillo Puerto. Alonso Caamal, por una crisis agraria devenida en Tixmehuac a fines de la década de 1950, emigró un tiempo al Territorio de Quintana Roo de Margarito Ramírez, viviendo en La Presumida, pero luego regresó con su familia a su pueblo.[5] Las historias de docentes, de escuelas normales como la de San Diego Tekax, de internados para indígenas, de maestros rurales y del medio indígena, así como de revitalizadores de la lengua y los pioneros en la defensa de los derechos de los pueblos originarios en la región peninsular, se ensamblan en estas vidas paralelas de dos profesores nativos del pueblo de Tixmehuac. Dice Alonso Caamal:

En la escuela primaria de La Presumida cursé estudios de 2º y 3er grados. Para entonces mi madre y dos de mis hermanos decidieron que debíamos regresar a Tixméuac. Donde cursé estudios de 4º, grado en la escuela primaria “Tiburcio Flota”, siendo mi maestro el Prof. Felipe Pérez. Al iniciar el 5º. Grado con el mismo profesor, este me preguntó si me gustaría continuar mis estudios en un internado que se encontraba en Felipe Carrillo Puerto Quintana Roó; me dijo que el INI (Instituto Nacional Indigenista) de Peto está dando becas para esa escuela, me explicó que es un internado donde se da de todo a los muchachos para que puedan continuar sus estudios. Me habló muy bien de la escuela y de los beneficios que traería con el tiempo. Recuerdo que el propio Prof. Felipe me comentó, seguramente para motivarme, que él mismo estudió en una escuela parecida, se refería a la Escuela Normal Rural de San Diego, Tekax, donde él se graduó como maestro. Me habló de todas las ventajas posibles y que no iba solo, que irían otros muchachos de la misma escuela y que allí íbamos a encontrar a Artemio Caamal, un muchacho del pueblo que fue el año pasado a dicho internado, quien era mi vecino y amigo.[6]

Los restos mortales del “apreciado y respetado líder que llegó de Yucatán a La Presumida”[7], descansan en esta pintoresca y limpia localidad. Su epitafio dice: “Aquí yace un buen hombre que defendió los derechos de su estirpe maya”. Esos derechos que defendió mediante su asociación civil Kuxa’ano’on (Vivimos), en sus últimos años, el maestro rural, alfabetizante, promotor cultural bilingüe, y uno de los pocos políticos josemariamorelenses (sino es que el único) que ha trascendido la escala estatal, llegando a la nacional y concibiendo la lucha del pueblo maya como un todo peninsular que desdeña jurisdicciones y divisiones políticas ficticias (la Península es una); fue un frontal opositor de las estatuas que la reacción de los nostálgicos de la hispanidad, implantaron en el remate del paseo Montejo. Varias veces vimos a Artemio Caamal Hernández, protestando por semejante despropósito.

Lo que queda del político, le interesa a los políticos. Pero lo que queda del poeta costumbrista y solariego paterno, nos importa a los que estamos interesados por la historia social y los procesos sociales de esta región fronteriza. Siendo Caamal Hernández escritor de novelas de temas mayas, me interesa esa serie de imágenes poéticas del antiguo Kilómetro cincuenta que escribió en 2006. Antes de ser Kilómetro 50,[8] en sus selvas feraces se erguían majestuosos cedros, el olor a chicozapote y caoba inundaba la manigua, el k’itan y el venado corrían la legua, y en tardes grises de tormenta, señoreaba cauteloso el k’ambul, y los pasos del nojoch ke’ej penetraban la noche con el melodioso canto de la ch’o’ochlin (cigarra). Y cuando vinieron los hombre y mujeres de Yucatán y los pueblos del sur, subieron a la Montaña, al Territorio. Este primer momento de población de la selva, fue visto por el poeta Caamal Hernández como “el parto de un gran pueblo”. Con esto acabamos el artículo:

 

“Se profanaba la tierra virgen,

se iniciaba el doloroso parto,

el parto de un gran pueblo,

donde el chicozapote lloró

convirtiendo sus frutos en lágrimas.

Fue cuando la selva aceptó el reto

de aquel que dejó a la esposa,

del que vino a luchar por la novia,

el que por la madre el machete tomó;

del joven ávido de aventura,

del que llegó solo por probar suerte,

el que admitió por enganche

un par de polainas, un machete,

una soga vaquera, una paila,

un xbut’bitson con todo y pólvora,

casquillos y una rústica lámpara,

codiciada lámpara de carburo,

enseres de la gestación de mi pueblo”.[9]

 

[1] Santiago Ávila. Municipio de José María Morelos. Historia en boca de los protagonistas. Mundo Gráfico. Playa del Carmen, 2005.

[2] Sobre Estrella Pool, véase el artículo “Constituyentes de Quintana Roo. Pasado y presente”, de Antonio Higuera Bonfil. En Quintana Roo: cuatro décadas de vida independiente. UQROO, 2014, pp. 17-32. El trabajo es un largo relato de vida hecho por Estrella Pool.

[3] Que, por cierto, mi amigo Francisco May no tienen nada que ver con Francisco May, ni es bisnieto ni tataranieto ni nada por el estilo.

[4] Cuaderno de Mayáoon, A.C. Alfabeto para la escritura de la lengua maya. Alfabeto acordado en agosto de 1984, (s.f.), Felipe Carrillo Puerto, p. 3.

[5] Habría que decir que muchos de los presidentes municipales, y muchas de las familias que han gobernado este municipio, tienen sus orígenes familiares en Tixmehuac.

[6] “Apuntes sobre el indigenismo desde mi experiencia como maya”, por Bartolomé Alonso Caamal. 7 de abril de 2017. Este texto del maestro Alonso Caamal, fue su ensayo final que me envió de la materia “Perspectivas socioculturales en el estudio del derecho”, que impartí en una maestría en derechos humanos y de los pueblos originarios, que oferta la Universidad de Oriente, de Valladolid.

[7] La frase es de Francisco Bautista Pérez.

[8]50 kilómetros distantes de la lejana Villa de Peto.

[9] Artemio Kaamal Hernández. Kilómetro Cincuenta, hoy Ciudad José María Morelos. José María Morelos, 2006.

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