La poesía de Raúl Cáceres Carenzo (Halachó, mayo 7 de 1938; Toluca, 17 de septiembre de 2017) fue uno de esos dones poéticos que los lectores de poesía hemos recibido en algún momento de nuestra vida entre libros; a mí ese don se me otorgó en mis años de formación literaria, asistiendo puntualmente, todos los viernes, de ocho a diez de la noche, al Taller Literario que impartía en la Universidad de Quintana Roo el poeta Javier España Novelo. En ese entonces, como pensaba el poeta Cáceres Carenzo, la poesía simplemente me llamó, me convocó, o pensé que me llamó, me convocó, pero no le hice demasiado caso. Tres deleznables poemas míos que aparecieron recientemente en un libro recopilador,[1] dan cuenta de mis primeros escarceos poéticos, o patéticos.
Fue Javier España Novelo, hombre de letras, el que me acercó a la obra poética de Cáceres Carenzo, al obsequiarme el libro Para decir la noche y el día, donde Cáceres Carenzo reunía su labor poética de treinta años.[2] La importancia de Para decir la noche es que, acaso, se trata de uno de los pocos trabajos salidos con el sello de una institución de cultura del estado de Quintana Roo que es digno de leerse, si observamos la ola de filisteismo, de academicismo simplón, de chapucería y ramplonería que han sentado sus reales en los cenáculos y pequeños círculos y circunloquios literarios destilados desde Chetumal.[3] La cultura quintanarroense digna de su nombre, desde luego que ha migrado y se encuentra en Bacalar con el poeta telúrico Suárez Caamal (tan activo como desde sus primeros años literarios),[4] en Felipe Carrillo Puerto, en la selva maya de Wildernain Villegas Carrillo, y en las nuevas modernidades venidas como aves migratorias, en Cancún y la Riviera. Sin embargo, en estas breves líneas no pretendo otra cosa sino rememorar pasajes de esa lectura que a lo largo de estos años he tenido con el poeta Cáceres Carenzo. En el libro Para decir la noche, poetas como el ya citado España Novelo, Pedro Salvador Alé, Juan Domingo Argüelles (el otro chetumaleño universal[5]), el Cervantes José Emilio Pacheco, el polígrafo meridano Roldán Peniche Barrera y otros más, ponderan la importancia de la lectura de este hombre de teatro, místico de la palabra, romántico y desbalagado, deshilachado, fachoso, poeta satírico y borgeano[6] y que fue dueño de una mata enorme de risos que cubrieron su testa poderosa de poeta que abrevó de Pellicer, del sabio Bonifaz Nuño, de Rosario Castellanos, de Saint-John Perse.
En su retrato de 1979, el poeta oriundo de Halachó y de familia ferroviaria, se concebía “Desordenado en todo”, “pansexualista”, y en cuya sangre corrían “lumbres del sabio pueblo maya”, y entendía que sus versos brotaban a veces “de los pozos sagrados”. Podríamos citar varios de sus poemas que me han rondado estos últimos días, desde que supe de la muerte del poeta ocurrido el 17 de septiembre pasado en Toluca, lugar a donde llegó en 1970 y en donde labró su obra y tuvo a su familia. Pero hay que decir que Cáceres Carenzo, fue un poeta del exilio peninsular[7] como lo fueron Fernando Espejo o Ermilo Abreu Gómez o Hernán Lara Zavala, que alejados de la Península, fueron los que más la han sentido, la nostalgia toda los hizo aquilatar la historia de nuestra tierra y reclamar sus voces y silencios, sus cantos de arcilla, sus hombres y mujeres de maíz, y sus ciudades derruidas y vueltas a construir frente al fuego de la palabra[8]:
Y sin embargo soy,
sigo siendo el que escribe este poema.
Y estoy aquí, en la noche,
en la nutricia noche
que surcan las candelas de mi nombre
(Jesucristo embriagado con balché,
Balam que escribe con símbolos latinos
lo que ha soñado en maya).
Y soy en mis hermanos, soy el viento,
soy el agua, los fuegos y la arcilla
que cantan en los bosques patriarcales.
Y aquí espero la señal de los tiempos
para encender al Sur, sacudir las sonajas
y devolver la tierra a la poesía.
Despierten los chilames de mi canto,
Derrámese mi voz que es sólo sangre,
sangre abierta de luz y pedernales
para decir su ofrenda a las ciudades.
Como no lo conocí más que sus letras, entrevisté al poeta Oscar Sauri Bazán, para que nos de el testimonio de su maestro. Para Sauri Bazán, Cáceres Carenzo fue:
Una de las altas voces de la poesía mexicana. No fue profeta en su tierra. Fue maestro de Javier España Novelo, de Jorge Pech Casanova, de Jorge Lara y el mío, aunque pueda haber alguno que lo niegue como Pedro. Se le acusa de retórico, nada más falso. Él me dirigió en teatro, y me enseñó a leer la poesía de la forma clásica. Me recordó la importancia del Quijote y me hizo saber el valor del humor y la anti solemnidad. Era un ángel temible contra la burocracia. Enemigo feroz de los poetas de postín y de los poetas municipalizados.[9]
El maestro Ramón Iván Suárez Caamal, a petición mía, dijo lo siguiente sobre la obra poética de Cáceres Carenzo:
No conozco totalmente la obra, pero lo que he leído me parece de calidad. Dominó la forma tradicional y el verso libre. Mis opiniones son generales, Javier España tuvo mayor contacto con él. Me lo topé en un encuentro de poetas que realizamos en Bacalar hace años.[10] Era un buen conversador. Sabía bastante de teatro y poesía. Yucatán y Quintana Roo deben valorar su obra literaria.[11]
“Mérida, te estoy mirando/ y se me nubla la voz cuando te miro”. Conocer la obra de este poeta mayor de la literatura yucateca, es de indispensable necesidad en estos tiempos de sobrada simulación poética, de falta de rigor y poca importancia que los nuevos literatos le dan a sus lecturas y la forma. Podría decir que Fernando Espejo, Raúl Renán y Cáceres Carenzo, son los tres poetas principales, tutelares, de la segunda mitad del siglo XX yucateco. Y, por paradójico que suene, los tres fueron poetas del exilio, haciendo su obra en la ciudad de México o en Toluca. De Cáceres he aprendido la anti solemnidad, la importancia de la causticidad y la burla poética, así como la sátira como herramienta precisa de sacarle pedos a la poética de las glorias rurales y municipales. El mejor homenaje a un poeta es leerlo, desde luego, pero también hay que decir, que el mejor homenaje de un ex poeta al poeta tutelar de sus años de formación literaria, es dedicarle algunos de sus borradores de poemas. Va este poema para tu memoria, maestro Cáceres Carenzo:
Con cantos baldados y con el pie izquierdo
traigo una vida que no me corresponde descifrar.
Uno enarca cejas y se pone serio en altamar.
No se cree que las hojas se pierdan en el fondo del mar.
La vida nace de lo que uno olvida.
Cuando veo visiones de huesos tristes
en las miradas de los viejos,
la risa acallo y guardo,
me pongo entonces el traje de pensador existencial.
Prendo un cigarro,
me dispongo a no dormirme por ver el amanecer
junto al rostro que me avientas.
Me entretengo entonces a exigir lo que traiga el perro destino,
a reflexionar o a cantar baladas tristes junto al mar.
Cubro el frustrado hilo de araña de rumores
con palabras tiernas
que escriben humores de mar.
Hoy estoy herido
de muerte natural.
[1] Historia de Cartapacios. Compilación de textos literarios de estudiantes de la Universidad de Quintana Roo. Compilador, Javier España Novelo. UQRoo, Chetumal, Quintana Roo.
[2] Raúl Cáceres Carenzo. Para decir la noche y el día. (Poesía reunida 1972-2002). México, H. Ayuntamiento de Toluca-Instituto Quintanarroense de la Cultura. Igual se puede consultar la antología personal del poeta Cantar de lo vivido. Secretaría de Gobierno del Estado de México, 2014.
[3] Desde luego, con las honrosas excepciones del poeta España Novelo, de Raciel Manríquez y del cubano Agustín Labrada.
[4] Ramón Iván Suárez Caamal, recientemente ha reunido su segundo tomo de Poesía Reunida II. Editorial Nave de Papel, Bacalar Quintana Roo. Con este libro, podremos adentrarnos en ese vasto universo propio que el poeta de Calkiní ha construido, como maestro orfebre, a lo largo de tantos años desde las inmediaciones de esa bahía hechizante.
[5] La chabacanería del oficialismo cultural chetumaleño, reconoce únicamente a Aguilar Camín como su más preclaro escritor. Se olvidan del gran poeta y divulgador de la lectura, Domingo Argüelles.
[6] Véase El Sarcasticón y su Acinacal.
[7] Me niego a nombrarlo con el vulgarismo yucahuach.
[8] Esta nostalgia por la península, el propio Cáceres Carenzo dijo que lo veía como un estímulo poético: “La nostalgia por la tierra nativa o la patria familiar y vernácula, es, desde luego, un tema, un estímulo poético. Con la añoranza de sitios y personas se escriben tanto bellos como horripilantes poemas. Yo curé mi nostalgia por la patria entrañable viviendo cinco o seis años, de 1984 al 89, entre los yucatecos, en la tierra del faisán y del venado (donde ‘el que no corre, vuela’). Fue suficiente: mis paisanos de hoy ya no son como aquellos de los años juveniles, pero conocí espíritus valiosos que, como Jorge Pech o Carolina Luna, y al igual que yo, quemaron sus naves y chozas para arribar a otros paisajes y altiplanos. Así, miramos hoy con la justa perspectiva los seres y las cosas que perduran en nosotros”.
[9] Comunicación personal del poeta Oscar Sauri Bazán.
[10] Véase el poema Postal de la laguna (la de Bacalar, Quintana Roo), en el que Cáceres Carenzo escribió: “Un orondo congreso de escritores, / después del gran Simposium,/ celebra la hermandad/ en la terraza abierta/ al cielo y a las noches./ Codo con codo / y ojo por ojo brindan/ las divas y los divos / nacionales/ con las glorias rurales/. Todos portan currículo. / Todos somos felices/ (fui invitado/ en la última hora/ solamente al convivium).
[11] Comunicación personal del poeta Ramón Iván Suárez Caamal.