En esta segunda entrega retomo la caracterización de la bio-región cultural del centro de Quintana Roo, a la que pertenece Tulum. Habría que empezar por decir que la comunidad de Tulum, heredera directa de la lucha de los mayas orientales por su autonomía, corresponde a uno de los 4 centros ceremoniales que marcan el territorio controlado por los rebeldes hacia el final de la Guerra de castas, en los primeros años del siglo XX. Hasta hoy día, la iglesia maya, en el corazón de la ciudad de Tulum, con su ceiba centenaria, es presencia viva de una tradición de resistencia que, después de 500 años, no claudica.

Los mayas de Tulum mantienen estrecha vinculación con los centros ceremoniales de las comunidades de la bio-región cultural y, en especial, con las iglesias mayas de Chumpón, Tixcacal Guardia y Chancá Veracruz. De hecho, una identidad propia, derivada de la lucha autonomista, caracteriza a esta sociedad. Son los mayas máasewales, que se distinguen de los mayeros yucatecos y campechanos. Máasewal es una palabra de origen náhuatl que significa “plebeyo” o “gente humilde”, que entre los mayas son sinónimos de “campesino”.

Durante el siglo XX, la sociedad maya máasewal fue sometida y colonizada de diversas maneras: por las armas, en primer término, pero también a través de un reparto agrario amañado que buscaba dividir y confrontar, a través de migraciones inducidas de campesinos sin tierras y acaso también a través de la introducción de las escuelas, que intentaban formar jóvenes mexicanos que olvidaran su lengua y su raíz maya; reparto agrario y escolarización que respondían a la política cardenista de “integración” de los pueblos indígenas. Colateralmente, la apertura del mercado internacional del chicle introdujo los dólares y, detrás de ellos, a los comerciantes de baratijas y aguardiente. Poco después llegó la coca cola y la comida chatarra, que han alterado la dieta tradicional y causado estragos en la salud. La apertura de caminos, que globalizó abruptamente a las comunidades, se aceleró significativamente a raíz de la rebelión zapatista. Era necesario tener un control preventivo de la zona. Estos caminos facilitaron el abasto de los chescos, las chelas y las sabritas. Y también pusieron en manos del PRI el control político de las comunidades y un mercado de votos de muy bajo costo. En el último eslabón de esta cadena colonizadora, llegó la industria turística. La afectación más directa y evidente es la que se ha dado en la comunidad de Tulum, hoy convertida en destino turístico en pleno, acelerado y desordenado crecimiento. Durante 10 años, un grupo de antropólogos de la Universidad de Amherst documentó el impacto devastador del desarrollo turístico en la comunidad maya de Tulum. Ellos documentaron cómo la población originaria fue pisoteada bajo una modalidad del etnocidio disfrazado de “desarrollo económico”. Lo más escandaloso de este proceso, como dijo el antropólogo Miguel Bartolomé, es que no haya sido un escándalo. Para los inversionistas, de hecho, fue un proceso invisible que aún hoy día no logran visualizar. En el resto de la bio-región, el turismo también produjo alteraciones sociales y económicas. La expulsión de mano de obra, por ejemplo, es un proceso en curso que contribuye al deterioro del tejido social del pueblo máasewal, agredido de muchas maneras en los últimos 100 años, como se puede apreciar.

Golpeada, invadida, ignorada y engañada, la comunidad maya máasewal persiste e insiste en su identidad y espera las señales de un nuevo amanecer en el que volverá a ser libre. Por ahora, el pequeño grupo que mantiene vivos los centros ceremoniales recibe una especie de pensión vitalicia que no alcanza ni los 500 pesos mensuales, con la cual el gobierno del Estado piensa que los tiene bajo control.

Por último, es importante ser enfáticos en algo que la gran mayoría de los pobladores del actual Quintana Roo ignora o desestima. Quienes actualmente habitamos en Quintana Roo somos el equivalente a los colonizadores españoles: venimos a una tierra que no era nuestra, la hicimos nuestra y marginamos y sometimos a sus pobladores originarios. Nuestros hijos, que han nacido ya en el Estado, son como los criollos, hijos de españoles nacidos en América.

Quizá quienes llegaron a Cancún puedan decir que nunca vieron a los “nativos”, que esto era un territorio deshabitado. De hecho, los nativos, viviendo en campamentos y rancherías estaban allí, en la selva, aprovechando el chicle y haciendo sus milpas mientras el modelo de Cancún se expandía al resto de la costa del caribe mexicano. Y ha sido en Tulum donde se ha hecho patente la forma en que una comunidad tradicional y originaria es borrada sin miramientos, en aras del progreso y el desarrollo (de unos cuantos). Y eso no es todo, el resto de la bio-región (Carrillo Puerto y alrededores) está bajo amenaza de sufrir el mismo despojo. ¿Lo permitirán los otrora aguerridos mayas herederos de los rebeldes de la guerra de castas?

Comentarios en Facebook