Estamos inmersos en una crisis civilizatoria. Actualmente no se han superado males del pasado, como la inequidad, el autoritarismo, la discriminación y otras formas varias de erosión ética que han acompañado a la historia de nuestra especie, a estos males del pasado, le hemos sumado otros males modernos como el terrorismo y la crisis ambiental.
El modelo de modernidad predominante de consumo y crecimiento ha fracasado, ya que ha generado demonios tales como la pobreza, sobrepoblación, violencia, injusticia e ignorancia.
Los índices de crecimiento poblacional y la pobreza van de la mano, ya que los recursos del planeta son finitos y limitados. Los ritmos humanos de consumo y crecimiento no van acordes a los ritmos naturales, lo que da origen a la sobreexplotación y degradación del medio, lo que lleva a más pobreza; y así se cierra el círculo: La pobreza como causa y consecuencia.
Los modelos de consumo y el crecimiento de la biomasa humana generan demandas que no es posible proveer, no sólo de agua y alimentos, sino también de salud y educación.La escases de estos básicos para la sobrevivencia y desarrollo humano provoca violencia, cerrando así otro círculo vicioso: La falta de educación como causa y consecuencia.
Ante este escenario es urgente la construcción de una sociedad inteligente, de una sociedad con formación científica, que sea capaz de entender el mundo actual y tomar decisiones basadas en el conocimiento, asumiendo en todo momento nuestra dependencia de la naturaleza.
La ciencia, siendo el lenguaje de la naturaleza, no sólo nos provee de conocimientos para la toma de decisiones para el futuro, sino la actitud de superación intelectual y pensamiento crítico que nos enriquece y dota de capacidades para solventar los complejos problemas actuales a través de formar personas mejores, más preparadas, coherentes e integradas al mundo en el que viven, sin miedo a aprender, a entender, a preguntar… a razonar y a no obedecer, ni esclavizarse, ni enajenarse y sobre todo sin miedo a cambiar.
En una ciudadanía científica es posible el cambio de paradigmas y/o cosmovisiones necesarias para superar los modelos de consumismo y crecimiento poblacional imperantes. Los cambios de paradigmas son revoluciones que requieren de deconstruir, reconfigurar, desenajenarse y conectar con una nueva cosmovisión en donde nuestra especie no es superior ni dueña de la naturaleza.
No hay ningún secreto transformador, el secreto somos nosotros mismos, en tanto seamos responsables de superar el peor de los contaminantes sociales, la apatía, y asumirnos como agentes de cambio.
Una ciudadanía científica es una ciudadanía empática, que genera sentimientos positivos y mejora las habilidades de individuos y grupos y forma vínculos sociales de cooperación, colaboración, apoyo comunitario encaminados a la solución de los problemas actuales.
La educación científica es necesaria para superar la inconciencia global sobre la crisis de la civilización, en un proceso de aprendizaje intelectual colectivo que desarrolle las capacidades de las personas y les faculte para asumir su responsabilidad y efectuar acciones concretas.
Una sociedad científicamente informada y formada forja un mejor mañana asegurando mejor educación y justicia para todos y logrando soberanía educativa, alimentaria, ambiental y de salud. Sólo el conocimiento y su comprensión nos permitirán tomar decisiones que aseguren nuestra sobrevivencia y la de otras especies en nuestro planeta. Cerebro, manos, inteligencia colectiva.