En un día como hoy, 13 de abril pero de 1933, Dzulá, Quintana Roo, defendió su autonomía contra los federales en la última batalla del movimiento social conocido como Guerra de Castas.

Al mando se encontraba el Teniente Evaristo Sulub que pasó a la historia como el “último rebelde maya”, a quien se le acusaba injustamente de asesinato contra los propios indígenas, desde entonces el Gobierno había fracasado en varios intentos por aprehenderlo, dado que el astuto Teniente se valía de todos los medios para escapar, desde esconderse entre cargamentos de maíz hasta ponerse rebozo y huipil para pasar inadvertido.

Estos hechos aumentaron la tiranía del Gobierno llevándolo a planear una emboscada contra la gente de Sulub, sabiendo que se encontrarían en Dzulá, durante los días de guardar de Semana Santa.

La noche del 12 de abril, Sulub reunió a su gente en la iglesia del pueblo para consultar al sacerdote maya Román Pat, quien a su vez consultó la “gloria de dios” para iluminarlo y pedirle una señal sobre la posición de los federales.

Al cabo de unas horas transmitió sus visiones… ” los federales pensaban atacar pero dios los iluminó y les hizo cambiar de planes…”.

Sin embargo, al amanecer del 13 de abril de 1933, el falso presagio no se cumplió, se escucharon los primeros disparos que cobrarían la vida de los mayas de Dzulá.

Los habitantes huyeron para poner a salvo su vida y la de sus familias, muchos más no lograron pasar el cerco de federales, otros más se quedaron en la misma iglesia, como don Isidro Tamay y doña María Che.

Horas más tarde la gente se encontraba reunida en un lugar estratégico en la selva, sospechando una posible traición.

Los sobrevivientes de ese trágico amanecer recuerdan haber visto al Teniente Sulub llorar de rabia y coraje por el pueblo caído en armas.

Se acordó la captura del sacerdote, sin embargo nunca más se le vio. Al tercer día regresaron para enterrar a los muertos y recoger los pedazos de aquel pueblo rebelde.

El Teniente ordenó la marcha hacia Xcacal, donde se refugiaron por tres años. Debilitándose el movimiento armado y al haberse entregado el general Francisco May, el rebelde Sulub se quedaba sólo frente a esta lucha, así que por el bien de su pueblo, no le quedó más que aceptar la amnistía que lo liberaba de los falsos cargos que se le imputaba y se les concedió regresar a Dzulá, la cual se encontraba sitiada por varios años.

Aceptaron la construcción de la primera escuela de madera y huano, en el año 1939. La gente de Dzulá recuerda al último rebelde maya como un teniente altivo y enérgico, ataviado de su vestimenta maya de tela fina, casimir inglés que se obtenía del intercambio comercial en la frontera con Belice.

Portaba su pendiente de oro puro que denotaba su alto rango. Él, contrario a otros generales, jamás renunció a su vestimenta maya. (Fuente: “Los elegidos de dios” de Alfonso Villa Rojas y memoria colectiva | Tomado del Facebook de Juan Cima Barzón)

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