Primer mecate: Elogio del conocimiento indígena

En uno de los diálogos  de Platón, recuerdo que en una disertación de Sócrates, la tesis central que presentó el filósofo ateniense para empezar la “mayéutica” con sus discípulos, descansó en la idea de que los poetas tenían que dominar varios oficios para poder hablar con propiedad de ellos en sus composiciones: para Sócrates, escribir bien significa ser fiel a la realidad, es decir, saber cómo se ara el campo, cómo se trabaja la vid, como se saca la miel de las colmenas; en otras palabras, tener una noción precisa de los oficios a tratar, o el arte de la guerra y la política, campo cultural de la Hélade, a abordar. Como dejó escrito para la posteridad Platón en la Apología sobre su maestro, Sócrates pensaba que “los poetas como los profetas y los adivinos dicen cosas bellas, pero no saben lo que dicen”. Cantan como los pájaros sin saber lo que cantan. Para cantar hay que inventar, y una de esas culturas “inventadas” por los hombres, fue la mesoamericana: ¿cuánto sabemos de las culturas mesoamericanas hoy en día, y cuánto de los descendientes de aquel archipiélago lingüístico –que no tanto cultural- que fue Mesoamérica posterior del contacto indo-europeo; asimismo cuánto de sus tradiciones y ciencias con las que interpretaron y modificaron su mundo de vida? Por cuestiones que tienen que ver con los procesos extractivistas de los “saberes” y “cosmologías”, así como con el racismo epistémico occidental, hemos visualizado la ciencia de los pueblos originarios como de una forma menor y cuanto más, como una serie de datos inconexos que la ciencia occidental hace plena realidad. Desde luego que esto es una idea errada del conocimiento –de ese vastísimo conocimiento- de los pueblos indígenas, al considerar sus “visiones chamánicas” no aptas para entrar al canon de la ciencia construida por Occidente: sus ideas o concepciones del mundo, sus famosas “cosmologías”, afirma este cientismo burdo matizado de racismo eurocéntrico, no son reales porque no cumplen ciertos requisitos como la idea de la presuposición ordenada y comprensible del mundo, no parte de evidencias para sustentar sus conclusiones, no utiliza la lógica, no cuenta con límites de comprensión del mundo, no admite universalidad y no crea una visión del mundo.

Sin embargo, considero que el conocimiento del espacio, entorno y vida social de los pueblos originarios, refiere todo lo contrario a la idea de no-cientificidad que promueve ese cientismo radical euro-centrista. Considero que la comprensión misma de los procesos sociales, naturales, geográficos, la producción y tecnología de las comunidades indígenas, sirve no solamente en la escala de sus propios hábitos de vida, sino que puede ser un reservorio de datos (desde oralituras, herbolaria y clasificaciones de suelos y técnicas de cultivo orgánicos) e interpretaciones del mundo que posibiliten otros caminos a la forma de desarrollo tan desmedido estatuido por Occidente. Una posibilidad, otro camino más acorde y buscando el “buen vivir”, diametralmente distinto a las coordenadas capitalistas que crearon el “antropoceno” actual y su cauda de devastación ambiental, donde el hombre como especie se ha convertido en una “fuerza geológica poderosa” capaz de modificar la faz de la tierra y hasta la posibilidad de sobrevivencia de la vida misma.

La idea que debemos tener presente, es que los habitantes del México indígena actual, como sus antecesores, crearon y siguen creando una filosofía y ciencia propia para sus relaciones sociales y su vinculación con la naturaleza en rubros como el conocimiento exhaustivo de plantas, la psicología de las emociones y su somatización, procedieron a sostener un inventario total de los animales de caza y sus costumbres, domesticaron a varias especies de animales, no sólo mitologizaron sino hasta cartografiaron los espacios, crearon tecnologías hidráulicas que han hecho frente a los siglos posteriores a su construcción, comprendieron como nadie el giro de los astros, y crearon mitos pero también vastas literaturas y filosofías. Todo ese saber acumulado por milenios, nos ha llegado fragmentado después de la soberbia epistémica occidental, de la creación de estructuras de dominio y explotación laboral, y los impulsos por erradicar la mancha cultural establecida por el “demonio”, como les sucediera a los libros de los mayas en la pira que se prendió en Maní: “En la provincia de Yucatán, donde es el obispado que llaman de Honduras, había unos libros de hojas a su modo, encuadernados o plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas, cosa de grande curiosidad y diligencia. Parecióle a un doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica, y porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual sintieron después no sólo los indios sino españoles curiosos, que deseaban saber secretos de aquella tierra”. Sin embargo, aún con toda y la cauda de explotación, colonización y neo colonización, los pueblos indígenas insertos en Estados “mestizos” desde el siglo XIX, aún guardan parte de ese pasado prehispánico, de esa fuerza cognitiva que, si las circunstancias le son propicias, desencadenan individualidades fuertes y con alta capacidad para la ciencia, el conocimiento y el arte. Lo importante es rescatar, valorizar nuevamente, poner en el orden real de las cosas, que es en “los lugares donde se practica” (algunos pueblos) la importancia de la ciencia indígena que fue construida a lo largo de milenios.

Jaime Chi Pech, nativo de X-Pichil, refiere que hace 50 años, en su pueblo, la medicina maya ocupaba el primer lugar en el tratamiento de diversas enfermedades; ahora, arrinconada por la medicina alópata occidental, ocupa un lugar secundario. Chi Pech cuenta que “el hijo de Don Fermín” no lograba curarse con ningún médico alópata de Quintana Roo y Yucatán. Don Fermín llevó a su hijo al h-men (curandero) del pueblo, quien le diagnosticó “que el niño había cargado un mal viento como castigo de los dioses de la milpa”. Con unas hojas que tenía en su solar, el h-men santiguó al enfermo. Al día siguiente el niño había recuperado su salud. Chi Pech, y coincido con esto, descree de la categoría “medicina tradicional” pues aún hoy en día se sigue practicando en las comunidades, al igual que la medicina alópata: es moderna y tradicional a la vez, al igual que la medicina alópata es moderna y tradicional, y no existe desplazamiento de una por otra. “Sin embargo, con los discursos de la modernidad se categoriza a la medicina tradicional maya como premoderna y es concebida como una forma exótica de curar y la ciencia la valida como superchería exótica. Con estos discursos modernistas, se arrincona a la medicina maya y se le coloca fuera del conocimiento legítimo”. La idea que sostiene Chi, es salir de ese círculo – ¿o será cárcel- hermenéutico de la ciencia y afirmar que la medicina maya es tan moderna, tan necesaria y tradicional como la medicina alópata.

Levi-Strauss, tal vez haciendo eco del padre Joseph de Acosta, dio argumentos plausibles e irrefutables de la “protociencia” (si no es que ciencia solamente) de los pueblos “primitivos”: la observación total, el inventario sistemático, eran indicios de una ciencia en construcción: “Cada una de estas técnicas [agrícolas, económicas, de producción social, material, cultural] supone siglos de observación activa y metódica, de hipótesis atrevidas y controladas, para rechazarlas o para comprobarlas por intermedio de experiencias incansablemente repetidas”. Antes de él, Malinowski había escrito, en un célebre libro donde dio carta epistemológica y reconocimiento de cientificidad al dominio pleno del hombre primitivo sobre su entorno, que “No existen pueblos, por primitivos que sean, que carezcan de religión o magia. Tampoco existe, ha de añadirse de inmediato, ninguna raza de salvajes que desconozca ya la actitud científica, ya la ciencia, a pesar de que tal falta les ha sido frecuentemente atribuida”.

En las primeras páginas de su erudito estudio sobre la astronomía indígena americana, Aveni recuerda unas palabras del viajero Stephens a Yucatán, quien “demostró que los logros de los antiguos mayas en los campos del arte, la escultura, la arquitectura y la escritura estaban a la altura de las civilizaciones clásicas del mundo occidental”. Sostenía Aveni que en ninguna parte de Mesoamérica y de toda América, “fueron las cualidades de civilización avanzada y los logros intelectuales más admirables que en la tierra de los mayas. La increíble arquitectura de Tikal, la delicada escultura de Copán y el exquisito trabajo en estuco de Palenque no son superados por nadie en América y rivalizan con los del Viejo Mundo”.

Para Genner Llanes Ortiz, el conocimiento indígena no es estático sino dinámico, permanentemente se está adaptando a las nuevas circunstancias por las cuales cruzan las comunidades indígenas desde el contacto con Europa. Sin embargo, refiere Llanes, “por sus características contextuales se le representa como opuesto al conocimiento occidental o universal, que es el mismo que nosotros llamamos científico”. Esta adaptación a los cambios abre la posibilidad de una necesaria relación ciencia occidental-ciencia indígena, la búsqueda necesaria de puentes epistémicos: “Mucho de lo que ahora llamamos conocimiento tradicional –acota Llanes Ortiz- en realidad es un híbrido que se formó en esa primera época con las ideas estéticas de europeos, pero acuerpadas al contacto de conocimiento y habilidades de los pueblos indígenas”.

Pero frente a esta meridiana idea del conocimiento y el reservorio cultural de las sociedades indígenas, el canon occidental se ha movido entre la “extracción” de los “saberes”, o bien, en la pretendida “superioridad racial o cultural del investigador”, revelado esto en el concepto de “informante” para la ciencia antropológica y las ciencias sociales en general, o en el hecho del racismo de la inteligencia ya apuntado por Bourdieu. Montemayor precisó bien esto en un ensayo esclarecedor:

“Todo lo que los investigadores han ‘descubierto para la ciencia’ ha sido gracias al conocimiento que con ellos compartieron uno, pocos o muchos integrantes de las comunidades indígenas. De ellos aprenden costumbres y tradiciones; de ellos se valen como intérpretes en lenguas indígenas; ellos son sus guías en los territorios recorridos; por ellos entran en contacto con familias, vecinos, lugareños, curanderos, artesanos, cargadores. Sin ellos ninguna investigación sería posible. Pero en vez de reconocerlos como amigos, como guías, como colaboradores, como instructores, los consideran informantes, ayudantes menores de una ciencia que sólo los occidentales dominan y gracias a la cual el conocimiento que ellos y sus propias comunidades poseen deja de pertenecerles y pasa a un nuevo dueño. Por el método de la ciencia occidental, el pensamiento que comparten los indígenas se convierte en información útil para el ‘blanco’, que se transforma en el verdadero conocedor. ¿No es un acto de alta magia?”.

Si el conocimiento de los pueblos indígenas puede ser, y es reconocido como una ciencia en continua construcción y movimiento por los mismos “tótems” de la antropología occidental (Malinowski y Lévi-Strauss), me hago la pregunta siguiente, ¿hay espacio para el conocimiento indígena en la academia mexicana, y por qué no, hasta quintanarroense? La respuesta es sí, con la condición sine qua non de ir más allá del discurso oficial que se da tanto en las universidades –interculturales incluidas- como en la forma de construir supuestas figuras pedagógicas que no tienen asideros con la realidad de los pueblos mismos.

Segundo mecate: La Xcaret-ización de Mayaland

¿Hay espacio para el conocimiento indígena en la academia quintanarroense? Sí y sólo sí salimos de una invención-folklorizada-reificada de la cultura maya; o bien, sí y sólo sí salimos de los lugares ritualizados por el Quincunx remasterizado construyendo a sus mayas imaginados bajo la ceiba del poder (político, económico, académico, o de una teatralización sostenida de la mayanidad): El Estado, la Academia, el Turismo y hasta unos Mayas Profesionales avalando los discursos que va hilando el Estado, la Academia y el Turismo mismo, son las cuatro ceibas hermenéuticas que se empotran a la gran ceiba de la cultura Maya construida por este Quincunx remasterizado, engullidor y etnofágico de las identidades, hasta el punto de crear una prehispanización retórica de Mayaland con el turismo caníbal, o una literatura maya encimada y obsecuente al poder del Estado, o unas imágenes vacías de contenido de unos mayas actuales que no son aprehendidos de forma cabal por las ciencias sociales más que como objetos que significan algo (cualquier cosa, cualquier entelequia) en la escritura de la historia o de la antropología colonialista. Esto es normal en unas ciencias sociales hijas del logos occidental que desde el siglo XVI produce sin cesar discursos y representaciones de América y sus pueblos. Como dijo Guy Rozart Dupeyron, “entre las culturas precolombinas y nosotros está todo el insondable espesor de una enorme biblioteca americanista”. Lo mismo vale decir con esa inmensa biblioteca sobre los mayas que el Estado en la región, los “mayistas” (antropólogos, historiadores, literatos), y, recientemente, el Turismo y hasta los mismos mayas profesionales, han elaborado para tratar de penetrar el “código” de Mayaland, o en su caso, para crear nuevas resmas de papel que, si acaso, algún día serán leídas.

¿Penetrar, dialogar, practicar la interculturalidad, o simplemente reificar? Tal vez penetración, saqueo y reificación es lo que caracteriza ese Quincunx remasterizado frente a la otredad indígena maya. A esto yo le llamo como la Xcaret-ización de Mayaland. El otro día daba una charla sobre la Guerra de Castas cuando me salió la frase “Xcaret-ización de la cultura maya”. Como un demonio interior, o como un Chilam Balam que llegaba de tierras lejanas del Xibalbá, una voz me susurraba al oído: “¡Ay de vosotros, mis Hermanos Menores, que en el tiempo del Turismo tendréis exceso de representación de una cultura maya que desborda la invención de la tradición en el tiempo de la Xcaretización! Exceso de cultura impostada para el turista ávido de ‘experiencias’ tendrán vuestros hijos, reducidos a ser neopeones del Parque, del inmenso parque, los aj-k’oos del tiempo del ruido del Turismo. Preparaos para dejar que la milpa se pudra con los viejos, estén atentos cuando sus hijos vivan de día en palacios de ricos, y apenas puedan descansar unas horas en en covachas o albergues de tristeza. Por la carga del Turismo, la violencia ambiental se amarrará con la violencia narcótica”. Mayas imaginarios, o mayas “interculturales”, convertidos en remadores de canoas o dispensadores de discursos del Hanal Pixán, frente a un turismo etnofágico que promueve como cultura maya la invención de un “Festival de vida y muerte”, de una Travesía Maya por un mar Caribe rafagueado de flashes del turista conquistador.

La Xcaret-ización de la cultura maya sigue el mismo correlato de mitificar, cuando no el de deformar, el pasado prehispánico de estas tierras (omitiendo, desde luego, la explotación y marginación de los mayas actuales), y se puede ver en todos lados con el sonido de caracoles, encendidos de fuegos nuevos o fatuos, perfomance de rituales ocultos convertidos en públicos para el ojo del turista; o en Mérida, donde cada fin de semana hay juego de Pok Ta Poc frente a una celosa catedral colonial. La reificación, entendida aquí como el proceso de cosificación de una cultura, es promovida hasta la náusea en los No-Lugares de la Xcaret-ización de la cultura maya que se convierte, a la larga, en un fetiche cultural, una más de las mercancías que oferta el turismo global. En la Xcaret-ización de la Península, todo es vendible, todo es comprable, incluido mapas y geografías de la historia, casonas henequeneras y decimonónicas, gastronomías y, horror de horrores, hasta los cenotes. En la Xcaret-ización de la cultura maya, la historia de un pueblo se convierte en una puesta en escena de Broadway, o en una diversión inconsútil, un sueño lúdico pero sustentable. Xcaret-México es descrito de la siguiente manera: “Con más de 7 mil 5000 representaciones el espectáculo cumple este mes dos décadas en las que ha asombrado a más de 16 millones de turistas. El trabajo en el escenario está a la altura de las más famosas puestas en escena de Broadway. En él participan más de 300 músicos y artistas que presentan danzas y juegos de pelota prehispánica, bailes típicos y escenas de algunas leyendas populares”.

La Xcaret-ización es hegemónica, todos quieren ser, ansían ser un guerrero jaguar invocando los dólares de un turista vulgar para quien la cultura se reduce a una camiseta, una gorra, una “experiencia inolvidable”, un souvenir plagado de semántica colonial, más un chingo de “selfies” con los mayas xcaretizados, hechizados, creados con el maíz transgénico de los tiempos del Turismo. Ahí tenemos como tanto la iniciativa privada y el gobierno, se han unido para realizar la “Travesía Sagrada Maya”: de Xcaret hacia Cozumel, canoas echas con la ayuda de expertos en tecnología marítima maya, se recrea desde hace casi una década las peregrinaciones hacia “Cuzmil” de los mayas prehispánicos, esos “fenicios americanos”, como vulgarmente hace esta analogía una mirada colonialista que siempre busca referentes con el viejo mundo. Precisamente hay un pequeño librito, donde la historia, si bien no tergiversada, sirve para los designios capitalistas de tomar la cultura para fines económicos. La escritura, y la traducción maya, se engalana con una muestra pictórica de las recreaciones artísticas de un conocido pintor de la región: la puesta en escena, en pleno siglo XXI de la travesía maya, es vista como uno de “los múltiples esfuerzos del Parque Xcaret por revalorar el patrimonio intangible maya”. ¿En verdad se revalora el patrimonio intangible?, ¿o todo se mercantiliza y lo maya (sin los mayas verdaderos), como marca turística, es lo más vendible en el Caribe mexicano? Mejor dejemos que hable un estudiante indígena de una universidad de Quintana Roo, que por instancias de su institución educativa, tres veces asistió para hacer una especie de trabajo social en el Parque Xcaret durante el Festival de Vida y Muerte:

“Muchos jóvenes de comunidades se emocionaban para ir a Xcaret. Nos decían que esta experiencia potenciaría nuestro conocimiento y habilidades. Algunos, que veníamos de comunidades, nunca habíamos tenido la oportunidad de estar en un lugar así, y esa era, pensaba yo erróneamente, una buena oportunidad. Me acuerdo que se lanzaba una convocatoria en la universidad para seleccionar a 65 estudiantes para participar en el Festival de Vida y Muerte de Xcaret, los requisitos eran no adeudar materias, tener buena calificación y, algo importante, hablar la lengua maya y conocer la cultura, esto para que posteriormente sirviera de ayuda a los grupos artísticos. Nos dividían para ser los asistentes de cada grupo: había un grupo de señoras que preparaban el pibihua o hacían los platillos de día de muertos, hay otros grupos que eran los del elenco que participaba en los días del festival, otros hacían las casa y todo el escenario del Hanal Pixan. Nos despertaban a las cinco de la mañana para que a las seis ya estemos en el Parque Xcaret. Dormimos en un albergue de pésimas condiciones en Playa del Carmen: caluroso, sin agua caliente, durante tres años que fui siempre nos llevaban ahí. A las siete, cada estudiante (individual o en binas si los grupos son más de cuarenta) debe estar ya con su grupo. Si me tocó un elenco, tengo que ver que ellos coman, que sean atendidos bien y tengan todo lo indispensable para su presentación. Era como una especie de couch. Era una labor de casi 24 horas, muy cansado y muy explotador. Había veces que trabajábamos de 7 de la mañana a 2 de la madrugada. ¿Y a qué horas dormimos? Ahora que reflexiono todo esto y que algunas de las 13 vendas de mis ojos se han caído, puedo decir que nos trataron por el Parque como unos simples aj-k’oos.  Pero hasta en esto mismo había una discriminación entre los estudiantes de mi universidad pública y las universidades privadas de Quintana Roo o hasta de Valladolid. La opinión de nosotros era que a los estudiantes de las universidades privadas (muchos güeros y güeras ojiverdes) los trataban con beneficios, a nosotros no. Nosotros, los aj-ko’ots, los mandaderos, eramos coordinados por los otros estudiantes de las universidades privadas, era una especie de estratificación colonial. Los de las universidades privadas solo se encargaban de tomar fotos y coordinar. ¿Por qué no hacían el pib, por qué no estaban con las mestizas de las cocinas? Tal vez porque no eran mayas.

Finalizo con esta idea que he querido exponer en este ya largo ensayo: La Xcaret-ización está en todas partes, es la nueva peste que va engullendo a Mayaland, es un Quincunx remasterizado, un agujero negro de las identidades en fuga y en permanente transformación. Pero un día buscaremos la salida de este enorme Parque turístico; un día los mayas, verdaderos dueños de esta tierra, terminarán por quitarse las 13 vendas de los ojos, dejarán de creer que sus conocimientos y sus historias son secundarias y necesitadas de su antropólogo, historiador o botánico que legitime con su ciencia los conocimientos de este pueblo, revalorarán su cultura pero no desde la cultura reificada por Parques recreativos, y dejarán de verse en las gafas de sol del turista conquistador, y ese día tal vez comience la historia.

CITAS

1 La mayéutica fue el método instaurado por Sócrates para buscar la verdad. Consistía, más que nada, en la conversación o el diálogo crítico de las cosas, poner en duda la realidad utilizando la ironía de que sólo sabía nada más que dudar para ya no seguir dudando. Ramón Xirau. Introducción a la historia de la filosofía. UNAM. México. 2000, pp. 47-48.

2 Platón. Diálogos. Editorial Porrúa.

3 La referencia obligada para adentrarse al mundo mesoamericano es el trabajo de Alfredo López Austin y Leonardo López Lujan. El pasado indígena. México. FCE-Colmex. 1997.

4 La crítica de esta actitud racista epistémica eurocéntrica lo ha expuesto con magnificencia Enrique Dussel en su primera conferencia de Frankfurt al analizar el eurocentrismo en figuras señeras de la filosofía occidental como Kant o Hegel. En términos de Kant, América se presentaba como “un estado de inmadurez culpable de la humanidad”. O bien, Hegel pensaba que el mundo americano no había terminado su formación. Cfr. Enrique Dussel. 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del “mito de la modernidad”. La Paz, Bolivia. 1992.

5 A fines del siglo XVI, el padre Acosta ya había explicitado este racismo epistémico que fue el ominoso cartabón con que desde el primer momento del contacto indo-europeo, Europa observó a las sociedades indígenas. En un apartado de su Historia Natural y Moral de las Indias, el religioso pretendía “deshacer la falsa opinión que comúnmente se tiene de ellos, como de gente bruta, y bestial y sin entendimiento, o tan corto que apenas merece ese nombre. Del cual engaño se sigue hacerles muchos y muy notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales y despreciando cualquier género de respeto que se les tenga…Esta tan perjudicial opinión no veo medio con que pueda mejor deshacerse, que con dar a entender el orden y modo de proceder que éstos tenían cuando vivían en su ley; en la cual, aunque tenían muchas cosas de bárbaros y sin fundamento, pero había también otras muchas dignas de admiración, por las cuales se deja bien comprender que tienen natural capacidad para ser bien enseñados, y aun en gran parte hacen ventaja a muchas de nuestras repúblicas”. Joseph de Acosta. Historia Natural y Moral de las Indias. México. FCE. 2006, p. 313.

6 Michael R. Matthews. La enseñanza de la ciencia. Un enfoque desde la historia y la filosofía de la ciencia. México. FCE, 2017, p, 448.

7 Arun Agrawil. “El conocimiento indígena y la dimensión de la clasificación”. En Revista Internacional de Ciencias Sociales. El conocimiento indígena. Número 173, septiembre de 2002.

8 El buen vivir, “puede ser considerado como una opción frente al sistema de acumulación capitalista en la forma que asume en esta etapa concreta de su desarrollo y tiene como bases las prácticas indígenas, basadas en su cosmovisión y los principios que les dan sustento”.  Francisco López Bárcenas y Guadalupe Espinoza Sauceda. El derecho de los pueblos indígenas al desarrollo. México. ANUI. 2017, p. 20. Críticas de ese concepto, 20 y 21.

9 Trischler, Helmuth. (2017). El Antropoceno, ¿un concepto geológico o cultural, o ambos? Desacatos, núm. 54, mayo-agosto, pp. 40-57

10 Cita del cronista Juan Acosta hecha por Anthony F. Aveni. Observadores del cielo en el México Antiguo. México. FCE. 2013, p. 32.

11 Bartolomé Clavero. Geografía jurídica de América Latina. Pueblos indígenas entre constituciones mestizas. México. Siglo XXI Editores. 2008.

12 Y esto lo digo con conocimiento de causa como profesor de estudiantes indígenas.

13 Jaime I. Chi Pech. “La medicina tradicional maya desde un rincón de la medicina moderna”. En Lidia Serralta Peraza et al. Herbolaria maya. Patrimonio biocultural para el mundo. México. UIMQRoo-Secretaría de Educación y Cultura de Quintana Roo. 2014, pp. 17-20.

14 Claude Lévi-Strauss. El pensamiento salvaje. México. FCE. 1964, p. 31.

15 Para Malinowski, la ciencia de los “primitivos” no está desligada de sus oficios (trabajadores de la tierra, del mar, canoeros), pero el prurito sistemático “es la matriz de la que han de brotar los progresos superiores”. Además, se señala su condición de “anticuarios”, naturalistas exhaustivos, sociólogos del pueblo, y algo que no dice Malinowski, astrónomos al auscultar los cielos y hasta especialistas en el derecho: Pero en éste existe la actitud del anticuario que apasionadamente se interesa por mitos, cuentos, detalles tic costumbres, genealogías y acontecimientos antiguos, y también la del naturalista que es paciente y esforzado en sus observaciones, y capaz de generalizaciones y de poner en relación largas cadenas de sucesos en la vida de los animales, en el mundo marino y en la jungla. Ya es bastante con que tengamos en cuenta lo mucho que los naturalistas europeos a menudo han aprendido de sus salvajes colegas en la apreciación del interés que por la naturaleza siente el aborigen. Filialmente está, como todo estudioso sobre el terreno sabe bien, el sociólogo y el informador ideal entre los nativos, que es capaz de dar, con maravillosa pulcritud y penetración, la raison d’être, la función y la organización de muchas de las instituciones más simples que existen en la tribu”. Bronislaw Malinowski. Magia, Ciencia y Religión. Planeta Agostini. (1948 edición original en inglés).

16 Anthony F. Aveni. Observadores del cielo en el México Antiguo. México. FCE. 2013, pp. 28 y 31.

17 “Aportes indígenas a la Sociedad del Conocimiento”, en https://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/noticias_823.htm

18 El “racismo de la inteligencia”, como dice Bourdieu, es una de las formas más sutiles, más difíciles de reconocer y por lo tanto de denunciar. “El racismo de la inteligencia es aquello por lo cual los dominantes tratan de producir una ‘teodicea de su propio privilegio’, como dice Weber, esto es, una justificación del orden social que ellos dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que sientan que son de una esencia superior. Todo racismo es un esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de sociodicea característica de una clase dominante cuyo poder reposa en parte sobre la posesión de títulos que, como los títulos académicos, son supuestas garantías de inteligencia y que, en muchas sociedades, han sustituido en el acceso a las posiciones de poder económico a los títulos antiguos, como los de propiedad o los de nobleza”. Pierre Bourdieu. Sociología y cultura. México. CONACULTA-GRIJALBO. 1990, pp. 277-78.

19 Carlos Montemayor. “He venido a contradecir. La cosmovisión de los pueblos indígenas actuales”. Desacatos, núm. 5, invierno 2000, p. 96.

20 Recordemos que el concepto Quincunx, es planteada por Cocom como la forma en que la cultura maya es construida apelando a los discursos de cuatro ciencias: la historia, la arqueología, la lingüística y la antropología, construyendo los discursos sobre los mayas. Juan Castillo Cocom. “El Quincunx y el Encuentro de dos Dinastías en la Noche de los Tiempos: Dilemas de la Política Yucateca”. En Castillo Cocom y Quetzil Castañeda. Estrategias Identitarias. Educación y la antropología histórica en Yucatán. Mérida, Yucatán. UPN. 2004, pp. 255-278.

21 Hace más de 20 años, Héctor Díaz-Polanco escribió un concepto muy significativo de los procesos engullidores de las identidades por parte, considero, no solo de las políticas indigenistas sino hasta del turismo regional y su uso reiterado de lo maya (desde la palabra misma, hasta los procesos socioeconómicos y políticos que atraviesa el pueblo maya): “La etnofagia expresa entonces el proceso global mediante el cual la cultura de la dominación busca engullir o devorar a las múltiples culturas populares, principalmente en virtud de la fuerza de gravitación que los patrones ‘nacionales’ ejercen sobre las comunidades étnicas. No se busca la destrucción mediante la negación absoluta o el ataque violento de las otras identidades, sino su disolución gradual mediante la atracción, la seducción y la transformación…” Héctor Díaz-Polanco. Autonomía Regional. La autodeterminación de los pueblos indios. México. Siglo XXI Editores. 1996, p. 97.

22 Vale la pena mirar la colección completa de las monografías de los pueblos indios que hiciera el INI histórico. En el caso de los mayas de Quintana Roo, es paradigmático el libro de Alfonso Villa Rojos. Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo. México. INI. 1978.

23 Guy Rozart Dupeyron. Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de México. Xalapa, México. Universidad Veracruzana. 2002, pp. 14-17.

24 Desde luego que esto es un diálogo con los trabajos de Castillo Cocom.

25 Voz maya: traducido como mandadero, pero igual peones. Más adelante explico esto.

26 Por reificación, entiendo el proceso de cosificación de la cultura maya, que se transforma en mera relación de consumo en los ámbitos de la Xcaret-ización.

27 “Grupo Xcaret invertirá 5 mdd en Yucatán”. El Financiero. 2 de marzo de 2014. En http://www.elfinanciero.com.mx/empresas/grupo-xcaret-invertira-mdd-en-yucatan   

28 “10 secretos de Xcaret. En la Riviera Maya este parque ha llevado el concepto de diversión a otro nivel”. El Universal. 12/07/2015, en http://www.eluniversal.com.mx/articulo/destinos/2015/07/12/10-secretos-de-xcaret#imagen-1   

29 Arqueólogos, historiadores, el Quincunx remasterizado para la mercantilización de la cultura.

30 “Con la Travesía Sagrada Maya Quintana Roo fortalece sus raíces”. Marín G. Iglesias. Mayo 23 de 2011. Diario Imagen Quintana Roo. En https://diarioimagenqroo.mx/noticias/?p=2717   

31 La travesía de los mayas. México. Conacyt-CIESAS-Xcaret. 2012. Texto de José Antonio Flores Farfán. Ilustraciones de Marcelo Jiménez Santos, versión maya de Bella Flor Canché Teh.

32 Tradición inventada en las escuelas, los concursos de altares en la Península no pueden faltar cada año.

33 Conversación con José Manuel Poot Cahum. José María Morelos, 17 de septiembre de 2018.

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