NUEVA YORK, EU.- A tres semanas de las elecciones intermedias ─donde están en juego toda la cámara baja y un tercio del Senado─ Donald Trump y sus aliados están tratando de defender su mayoría en el Congreso atacando a los demócratas como “socialistas” que desean abrir las fronteras a criminales y que llevarán a Estados Unidos a convertirse en Venezuela, argumentos que algunos expertos comparan a una clásica retórica fascista, publicó La Jornada.

Los pronósticos por ahora favorecen a los demócratas en la cámara baja, donde se espera que reconquistarán la mayoría, una “ola azul” demócrata impulsada por la ira de mujeres ─hay un número sin precedente de mujeres candidatas concursando en la elección del 6 de noviembre─ y algunas minorías, está amenazado el monopolio político de Washington bajo el régimen de Trump.

En respuesta, el presidente inició una intensa serie de mítines alrededor del país para defender a la actual mayoría republicana, empleando su usual combinación de ataques contra los inmigrantes y contra los medios, pero ahora, mezclado con un mensaje de que él y su agenda es lo único que está entre la “ley y orden” y el caos.

Una y otra vez ha afirmado que los demócratas “siempre abrirán nuestras fronteras” y con ello “inundarán nuestras calles de extranjeros criminales” y volverán al país en una gran “ciudad santuario”. También advierte que los demócratas “abolirán nuestras fronteras en servicio del globalismo”.

En las últimas semanas ha acusado que votar para los demócratas es votar por “un socialismo radical”. Los ha llamado una “turba izquierdista” quienes “se han vuelto demasiado extremistas y peligrosos como para gobernar”, los llamó “loco” (en español) y repite que “volverían rápidamente a nuestro país en Venezuela”.

Muchos expertos repiten que los ataques partidistas no son nuevos, pero sí que un presidente declare como “enemigos” del país a sus opositores.

No cesan los insultos contra críticos, contrincantes demócratas (y los pocos que se atreven a criticarlo o no mostrar absoluta lealtad al jefe máximo dentro de su propio partido y hasta gabinete). En estos últimos días, Trump ha arremetido contra la senadora demócrata y posible candidata presidencial Elizabeth Warren, burlándose de ella al retomar el apodo que le dio de Pocahontas ─figura histórica indígena─ y al llamarla un “fraude” por insistir en que tiene sangre indígena en su familia, como contra la veterana senadora Diane Feinstein por su oposición a su candidato Brett Kavanaugh a la Corte Suprema, como varios legisladores más.

Cuando un juez descartó la demanda por difamación contra Trump, presentada por la actriz porno Stormy Daniels el lunes, Trump respondió llamándola “cara de caballo” en un tuit y amenazó con más acción legal en su contra. Daniels afirma que tuvo una relación sexual con Trump hace una década, y que fue pagada a cambio de su silencio sobre el asunto durante la elección presidencial de 2016. Ella respondió llamándolo “minúsculo” en referencia obvia a sus genitales, los cuales Daniels describió en su libro publicado recientemente.

Todas estas tácticas, alertan algunos expertos, no son nuevas sino técnicas fascistas. El profesor de filosofía Jason Stanley de la Universidad de Yale, quien se ha dedicado a estudiar movimientos fascistas del siglo pasado, afirma en su nuevo libro, ‘How Fascism Works’, que Trump, entre otros líderes, emplea “políticas fascistas”.

En un artículo de opinión por video publicado por el New York Times, Stanley resume: se presenta un “pasado mítico”, se demoniza a grupos minoritarios (antes fueron los judíos, ahora son inmigrantes mexicanos, entre otros), se ataca a los medios y los intelectuales, se promueve la idea del “líder supremo” que tiene una relación directa con el pueblo “puro”, se emplea la propaganda y teorías de conspiración entre otras cosas.

Stanley advierte que no está diciendo que Trump es Hitler, y que las políticas fascistas que está utilizando no necesariamente resultan en un estado fascista. Argumenta que los elementos fascistas siempre han estado presentes en este país durante mucha de su historia ─no es que de pronto llegan del extranjero─ y que lo más peligroso es cuando se “normalizan”. Recuerda que en Alemania y otros países en los treinta, muchos no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo hasta demasiado tarde.

Aquí cada elección es presentada como la más importante e histórica, pero en esta ocasión, algunos advierten que si no hay freno para el régimen de Trump, esta democracia estará en riesgo existencial. El cineasta Michael Moore no se ha cansado ─al promover su última película Fahrenheit 11/9 que aborda todo este tema─ de advertir que las próximas elecciones podrían ser las últimas para salvar lo que queda de esta democracia. (Fuente: La Jornada)

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