CIUDAD DE MÉXICO, MX.- El sexenio de Enrique Peña Nieto ha sido la etapa más crítica para el PRI. Durante su gestión, el mandatario llevó a su partido a una catástrofe electoral que lo alejó de Los Pinos, lo redujo a tercera fuerza política, lo dejó fracturado y a merced de varios grupos que se lo disputan como una franquicia, aun cuando ésta siga siendo identificada con la corrupción, publicó Proceso.
En 2012, cuando ganó la elección en alianza con otros partidos, Peña Nieto obtuvo poco más de 19 millones de votos, de los cuales 17 millones los consiguió el PRI. Seis años más tarde, el partido perdió 8.7 millones de votos, para quedar con la cifra más baja en sus 89 años de historia.
En los comicios presidenciales del pasado 1 de julio, el candidato del PRI, José Antonio Meade, alcanzó 9 millones en alianza con los partidos Nueva Alianza y Verde Ecologista de México, pues en solitario el priismo alcanzó 7.6 millones de votos.
Tras conocerse los resultados, Peña Nieto intentó justificarse. Dijo que no fue su baja popularidad lo que llevó a su partido y a su candidato a la peor debacle de su historia, sino un desgaste del ejercicio de gobierno y “un clima antisistémico en el mundo, donde los partidos tradicionales han dejado de tener respaldo”.
Sin embargo, algunos cuadros priistas mencionan el impacto negativo de la gestión peñanietista y sus reformas estructurales como las principales causas del fracaso electoral. Así lo dio a conocer la Comisión de Diagnóstico a cargo de Samuel Palma, quien por órdenes del Comité Ejecutivo Nacional recogió en un documento el sentir de militantes y simpatizantes del PRI y lo entregará a la Asamblea Nacional prevista para noviembre de 2019 como parte de su renovación.
Según el texto, clasificado como confidencial pero al que tuvo acceso el semanario Proceso, la sociedad les “cobró factura” a los priistas. Y puntualiza: “Las reformas estructurales peñistas trajeron resultados negativos que sólo afectaron el bolsillo de las familias de México”.
Para la Comisión de Diagnóstico, “el gobierno no pudo y no puede dar una explicación del porqué no funcionaron (las reformas); tampoco el PRI”. Esto generó “la mayor desconfianza en la sociedad y las nuevas generaciones dudan que sepamos ser un gobierno de resultados”.
La militancia de base del PRI expresa su sentir en este amplio documento –que no se ha dado a conocer en su totalidad– y desaprueba totalmente las iniciativas del gobierno peñista porque “no tuvieron resultado y porque su mayoría se vieron relacionadas con temas de corrupción”.
Admite también que los priistas no supieron comportarse como partido durante el sexenio de Peña Nieto, sino que se convirtieron en “replicadores de la gestión gubernamental federal” y creyeron falsamente que el discurso de defensa de las reformas les daría oxígeno.
Pero, añaden, “no fue así. El discurso se agotó ante la ausencia de beneficios de las mismas (reformas) y el discurso de la oposición fue avasallador contra nosotros. No pudimos contener ni frenar los escándalos de corrupción y la inseguridad. En el partido nos autoasumimos voceros del gobierno, dejamos de tener un discurso propio y mucho menos tuvimos posicionamientos”.
Los priistas dicen que aspiraban a tener una voz crítica en algunas decisiones, pero reconocen que nadie se atrevió a hacerlo. “La disciplina autoritaria superó nuestro espíritu revolucionario”, dicen; de ahí su disposición a retomar ese espíritu para ser nuevamente una opción para las clases populares y medias.
Cuando Enrique Peña Nieto ganó la Presidencia, el PRI obtuvo 52 de los 128 senadores y 212 de los 500 diputados federales, 21 gobernadores, con casi igual número de congresos locales, y mil 510 alcaldes, de los 2 mil 440 municipios del país.
Hoy, además de perder la Presidencia de la República, el partido se quedó con 12 gubernaturas, 14 escaños en el Senado y otros tantos en la Cámara de Diputados, mientras que en los Congresos estatales únicamente tendrá 188 de los mil 113 diputados y 536 alcaldes de los 2 mil 41 ayuntamientos. (Fuente: Proceso)