YUCATÁN, MX.- Ha sido estilista, artesano, pintor, escritor, pescador, cartero y tricitaxista, pero nunca había sentido mayor satisfacción hasta que una estadounidense le dijo: “Reyes, tú eres Celestún”. En sus ojos brilló entonces todo el mar acumulado desde 1971 cuando conoció aquel paraíso de la costa yucateca, publicó Diario de Yucatán.
Reyes Pérez Rejón, conocido como “Ángel”, cuando acompañado de dos amigos y en un viejo auto Bluebird, se aventuró a visitar aquel pueblo de pescadores al que se entraba por un puente de madera; había nacido, veinte años antes, en Tizimín, donde solo vivió 15 días y luego su familia se estableció en Mérida, la capital del estado.
En aquellos años Reyes era estilista, labor que lo llevó a la Ciudad de México y a Tijuana, incluso logró ahorrar lo suficiente para conocer París, Roma, Venecia, Florencia, Madrid, Londres y Mónaco, entre otras ciudades de Europa y varias de Centroamérica.
Sin embargo, ninguna de esas urbes lo cautivó como Celestún. “Me gustó tanto, la gente fue tan amable, que juré pasar mi vejez allí”.
“Yo tenía una cabaña frente al mar, Playa del Ángel, y después del huracán vine y vi que no le pasó nada, pero decidí venderla para comprar un terreno y construir una casa”.
Reyes dejó su trabajo de estilista en Mérida y se mudó a Celestún. Pero el paraíso no era el mismo sin trabajo y con los ahorros escurriéndose. Entonces se le ocurrió establecer un servicio de taxis ecológicos.
El modelo lo vio en un viaje a Hawaii. “Allí tenían sus triciclos, pero de arrastre. Estuve trabajando la idea, y ya que vendí mi casa de Mérida mandé el diseño de mi taxi en un taller donde adaptaban motos para personas con discapacidad”.
Reyes se convirtió en el primer mototaxista, el único durante dos años en Celestún. “Como la gente veía mi casa pensaba que salió de la ‘taxeada’ y empezaron todos a querer tricitaxear. Ahora somos más de 500 y para una comunidad tan pequeña como Celestún está difícil”.
Siendo tricitaxista, Reyes brindaba servicio al jefe de correos de Hunucmá, que llegaba al puerto para entregar correspondencia certificada. “Nos hicimos cuates y un día me dijo que por qué no repartía cartas”.
Le pareció buena idea, pero pidió que Correos le hiciera un oficio para que firmara y sellara el presidente municipal y así pudiera cobrar $5 por cada entrega, dado que nunca ingresó en la nómina del Servicio Postal.
La gente no lo sabía y por eso muchos se enojaban cuando les cobraba por el servicio. “Yo les decía: si no quieres pagar no hay problema, pero anda a buscar tu correspondencia a Hunucmá”. Como cartero solo estuvo 13 años hasta que una alcaldesa ya no quiso firmarle la carta.
No fue el único traspié. También lo quisieron sacar de tricitaxista, pero la misma gente lo defendió y reconoció que él había sido quien estableció esa fuente de trabajo en el puerto.
La mayoría de sus vivencias las ha plasmado en libros. La idea de escribir, cuenta, se le ocurrió después de su viaje a Europa. “Varios de mis clientes de la estética me animaban y mandé a imprimir con esténcil mi libro ‘Un andante solitario’”.
Ese interés por escribir, y motivado por su hermano Víctor Rejón, lo llevó a tomar un taller literario en la Casa de la Cultura del Mayab donde conoció a Melba Alfaro, quien lo impulsó a escribir otros aspectos de su vida que finalmente plasmó en “El mundo de Ángel” y “El faro inclinado”.
Esas historias le han permitido conocer más de Celestún y no faltan visitantes a quienes guía y contagia la esencia del puerto, como una norteamericana a quien llevó a conocer la ría, los ojos de agua, los flamencos, el bosque petrificado y a comer pescado a unos metros del mar. Quedó tan impactada que, mirándole fijamente a la cara enmarcada por una cuidada barba blanca como la arena, le dijo: “Reyes, tú eres Celestún”. (Fuente: Diario de Yucatán)