Durante esta temporada invernal, Tulum se ha visto asediado por numerosas fiestas que se desarrollan a cielo abierto, tanto en la playa como en la selva. Este es un fenómeno nuevo y preocupante ya que la definición del destino que se ha construido en los últimos 20 años queda desvirtuada totalmente.
Tulum se ha distinguido por atraer un turismo que busca la naturaleza, la tranquilidad y la cultura; algo que contrasta fuertemente con la idea de estas fiestas de altos decibeles, que, entre otras muchas cosas, afectan a la fauna nativa.
¿De dónde vino esta idea y por qué se eligió a Tulum? Hay que recordar que, por mucho tiempo, Playa del Carmen fue la opción de vida nocturna y reventón, mientras Tulum era el destino para disfrutar de la naturaleza. Esto se colapsó después de una balacera en un conocido bar de la Quinta Avenida, donde se realizaba el festival BPM, que duraba varias semanas. A partir de ese fatídico evento, en Solidaridad se prohibieron las fiestas y en Tulum empezaron a realizarse, creciendo de manera exponencial desde dos o tres hace algunos años hasta las 27 que tenemos esta temporada. También la violencia ha aumentado y ya tenemos el primer ajusticiado. Aunque hay quien afirma que fueron tres los asesinados.
La pregunta entonces es ¿Vendemos Tulum como un destino de naturaleza o como un destino de drogas, sexo y rock & roll? No parece que sean compatibles ambos modelos, de ninguna forma.
La nueva administración municipal ha declarado su compromiso por el cuidado del medio ambiente pero, otorgando permisos para estas fiestas, no parece que sea muy consecuente con su dicho.
Los permisos para estas fiestas rondan los 30 mil dólares por noche. Si sacamos cuentas, el Ayuntamiento debe haber recaudado más medio millón de dólares. Se debe transparentar el destino de este recurso.
La ausencia de un reglamento de eventos se ha usado como pretexto para otorgar permisos y para ser complacientes con las afectaciones al ambiente. La primera, el ruido, que no debe pasar de 68 decibeles pero que con frecuencia rebasa los 100.
Se está trabajando actualmente en la redacción de un reglamento. Aquí debe quedar establecido que las fiestas a cielo abierto no deben sobrepasar los niveles de ruido reglamentadas. En realidad, eventos de música de este corte deberían realizarse en recintos cerrados y acústicamente aislados.
Adicionalmente, el reglamento debe exigir planes de manejo de aguas residuales y residuos sólidos, además de medidas de seguridad que garanticen la integridad de los asistentes.
No estamos en contra de las fiestas, ni de la diversión. Proponemos que se convoque anualmente a los organizadores de estos eventos y que se seleccionen las mejores propuestas, considerando la calidad de la propuesta artística y musical, el respeto a la naturaleza, la inclusión social y el respeto de los decibeles permitidos.
Se ha señalado que estos eventos se prestan para el lavado de dinero. No lo podemos afirmar con datos duros, pero sí podemos decir que estas fiestas están animadas también por ingentes dosis de alcohol y de otras drogas no permitidas pero toleradas en estos contextos. Como es lógico suponer, el abasto para la demanda de sustancias prohibidas estaría a cargo de alguna estructura comercial ligada a las mafias del narco. Y esto es como invitar al narco a extender su control territorial en nuestro estado. ¿Eso es lo que queremos para Tulum? ¿Promover el mercado de drogas ilícitas en lugar de promover el mercado del ecoturismo? ¿Dónde queda la propuesta de Pueblo Mágico y el decreto de Tulum como destino Turístico Sustentable?
A esto hemos de agregar otros inconvenientes: generación de aguas negras que no se sabe en todos los casos cómo son manejadas; generación de residuos sólidos sin un manejo adecuado (hemos podido ver miles de colillas sobre la playa luego de una noche de reventón); afectación a la ciudadanía por el ruido y la inseguridad; afectación a la fauna silvestre; caos en el aforo de asistentes, que se suma al que ya existe en el camino costero y ahora se prolonga toda la noche; infinidad de desmanes en hoteles por turismo vándalo; artistas locales desplazados; casos de sobredosis todas las noches.
Finalmente nos preguntamos ¿Por qué no poner el énfasis en atraer al mercado del ecoturismo? Este segmento de mercado es de alto poder adquisitivo y ayudaría a desarrollar el alto potencial que aún tenemos para avistamiento de aves y todas las variantes de la oferta ecoturística. Al mismo tiempo, ayudaría a proteger y conservar los espectaculares paisajes ecológicos que aún tenemos.
También se debe explorar el turismo cultural y rural, satisfaciendo a un mercado exclusivo y muy respetuoso, interesado en la convivencia con culturas diversas, con lo cual las comunidades tendrán una verdadera oportunidad de beneficiarse, ofreciendo en forma real y directa elementos de su cultura: gastronomía, producción de alimentos, medicina tradicional, artesanías, historia, música, etc. (Comunicado)