Lo ocurrido en la ‘Cervecería Chapultepec’ de Playa del Carmen hace una semana, podría considerarse como ‘terrorismo’.
Grupos criminales han atacado restaurantes y bares en Cancún y Playa del Carmen para infundir terror a dueños de este tipo de establecimientos y también a los ciudadanos.
En cualquier democracia ‘normal’, cuando ocurren ataques para infundir terror, las fuerzas políticas se unen.
Pero, en el caso de Quintana Roo, estos actos de terror, solo han servido, por lo menos en el caso de Playa del Carmen, para profundizar las diferencias políticas. La coyuntura electoral se ha impuesto sobre la civilidad política y la necesidad de revertir la violencia.
En cualquier democracia, tras un atentado, los candidatos a diputados de toooodos los partidos debieron de suspender las campañas al menos un día. Ocurrió lo contrario. Este acto de terror sirvió como ‘lodo electoral’.
Y, por supuesto, mientras los acores políticos sigan en la confrontación, la delincuencia seguirá de plácemes.
