YUCATÁN, MX.- La vida Oswaldo Vazquez, Ozzie como le dicen sus amigos y familiares, ha sido una lucha constante que inició desde que sus padres, dos motuleños, decidieron cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades, publicó Diario de Yucatán.

Como un extranjero en su tierra

Ozzie nació en Estados Unidos, tenía 5 años y había empezado sus estudios cuando, en 2005, sus padres ya no soportaban vivir ilegalmente en Los Ángeles. Sus visas habían expirado y todos los días tenían miedo de que sus sueños llegaran a su fin con la deportación. No podían concebir la idea de que los separaran de sus tres hijos, así que toda la familia regresó a su tierra, Motul.

A Yucatán trajeron una computadora, estaba vieja y usada, pero Ozzie la utilizó para superar la soledad. No era yucateco ni tampoco “gringo”, no encajaba allá, pero tampoco entre los que eran como él, se sentía como un extranjero en su tierra.

“Me sentí tan confundido y no sabía cómo socializar con la gente. A medida que crecía fui intimidado por algunos años. No solo verbalmente, sino también físicamente. Fue uno de los peores momentos de mi vida. La gente me veía como no realmente de México. Yo era un extranjero, y también un niño ignorante”.

Su ventana de escape era una pantalla de computadora, en la que él mismo aprendió de programación y diseñó sus propios videojuegos.

El primer ejemplo

La hermana mayor de Ozzie regresó a Los Ángeles con su tía y se graduó de la UCLA. En ella vio el ejemplo que quería seguir. Hace cuatro años se mudó a un apartamento de Chinatown, en el que ahora vive con la hermana de su madre.

Como su infancia había transcurrido en Yucatán, Ozzie olvidó el inglés que había dominado cuando era niño. No se rindió. En su escuela de Estudios Globales de Los Ángeles del Distrito Unificado de Los Ángeles, Oswaldo destacó como uno de los mejores estudiantes.

“Es naturalmente inteligente, pero ha trabajado mucho”, narró Diane Kantack, consejera de Ozzie. “Es un joven increíble y siempre humilde”.

La escuela no tenía clases avanzadas, así que empezó a tomar otros cursos en diferentes lugares; ciencias de la computación, cálculo, biología y artes. En sus ratos libres era voluntario y hablaba sobre personas sin hogar, violencia y abuso. Tan solo el verano pasado entró a un curso de periodismo en la Universidad de Princeton.

“Quiero comenzar como programador informático”, dijo Ozzie sobre los planes de su carrera, “pero mi objetivo final con la informática es realizar investigaciones sobre inteligencia artificial y aprendizaje automático para aplicaciones humanísticas. Una vez que me jubile, quiero ser maestro en mi escuela secundaria y simplemente retribuir, y tratar de hacer que los niños se involucren más y se diviertan”, dijo.

Los rechazos que amenazaban el sueño

Cuando llegó el momento de elegir el suiguiente camino, Ozzie le apuntó a los más alto y aplicó para Stanford, Princeton y el MIT. Las tres lo rechazaron.

A pesar del golpe, su solicitud fue aceptada en UC San Diego, Cal Poly San Luis Obispo, Fordham y UC Santa Barbara, y luego recibió buenas noticias de una de sus escuelas soñadas: UCLA. Las noticias eran mejores, le ofrecían beca casi completa.

Sin embargo, la decisión no estaba tomada, aún había esperanza de recibir el mensaje de dos escuelas más de la Ivy League: Dartmouth y Harvard.

El anuncio

A las 3:30 pm del 28 de marzo fue a la oficina de su consejero. Había llegado el momento de conectarse y comprobar los últimos resultados de la aplicación. Primero verificó UC Berkeley. Lo Aceptaron.

Ambos estaban nerviosos para seguir con Harvard y Dartmouth. Aún así, le temblaban las manos al iniciar sesión para ver los resultados.

“Traté de mover el cursor, finalmente lo pulsé y todo lo que veo es: felicitaciones en negrita, y me vuelvo loco. Me levanto, empiezo a gritar y creo que nunca grité tan fuerte”, narró emocionado a The Ángeles Times.

El siguiente, Dartmouth. Mismo resultado: Aceptado.

Valió la pena

La primera llamada la hizo a su madre, quien logró ingresar legalmente a Estados Unidos hace un año. Su esposo continúa esperando la aprobación.

Eva Vázquez estaba en una parada de autobús en Wilshire Boulevard, en camino a trabajar como cajera en una tienda de descuentos cerca de MacArthur Park, cuando sonó su teléfono. Sabía que era él.

“Mami”, dijo Ozzie a través del teléfono… “Adivina qué…”

Y sí… adivinó. “Comencé a gritar en la parada de autobús”, expresó la yucateca. “Quería correr, pero tenía que irme a trabajar. Estaba llorando en el autobús y la gente me miraba como: ‘¿qué está pasando con esta señora?'”

Eva seguía emocionada y cuando llegó trabajar, su jefe pensó que estaba angustiada. Sin embargo, ella le contó todo: “Mi hijo entró en Harvard”, entonces los clientes comenzaron a aplaudir. (Con información de The Angeles Times, tomado de: Diario de Yucatán)

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