Anoche todo se me juntó ante la pantalla: la multitud, la náusea, la desgracia, el asco, mi juventud, Pink Floyd, Berlín 1990. El eje del malestar es un muro. Otro muro.

Anoche oía y miraba una multitud enardecida gritar un estribillo filoso: “Build the Wall!…  Build the Wall!…” (¡Construye el muro… construye el muro!). Era su respuesta a las arengas que su dirigente les hacía desde el podio. Y la náusea… las vueltas del tiempo. Todo era tan semejante a lo que unos geniales músicos plasmaron hace 40 años, e hicieron sonar en un álbum llamado The Wall, el muro. La multitud parecía ser la misma de la versión para cine de Alan Parker, sobre todo al responderle a su líder, aprobándole sus actos y decisiones, la multitud exigiendo erigir un muro de 3’000 km en la frontera con México.

El disco de Pink Floyd plantea lo contrario a las multitudes que arropan a Trump y asociados, la cicatriz que a gritos les exigen construir. La meta en 1979 era “Tear down the Wall!...” (¡Derribemos el muro!), derribar todo muro y dejar de ser el ladrillo que los hace posibles. Ese deseo se corea en la apoteosis previa al desenlace final: el  muro cae ante el empuje humano, se cae entre polvaredas y escándalo. El panorama resultante es incierto, confuso, no se sabe ni se ve con claridad qué hay, qué sigue en pie cuando la cicatriz de piedra ha caído. La obra cierra con un pasaje que suena a “lullaby”, una canción de cuna, y el compositor R. Waters musitaba al personaje sobreviviente (o nos decía a quienes escuchábamos el disco), que ya fuese solos o en pareja, lastimados o inermes, en grupo o en masa, finalmente había caído el muro, se dejó atrás, se puede vivir sin su presencia, vivir sin la guerra a diario.

Esa obra estética-musical tenía por protagonista visible al muro que entonces levantaba pústulas en Berlín, Alemania; y un día cayó. El épico evento de 1990 encabezado por Roger Waters para celebrar la caída del muro alemán, hizo que el concepto “The Wall” se convirtiese en un símbolo más allá de lo generacional o la moda, fue actualizándose a medida que los muros proliferaban en Palestina, Corea, de varios modos en Europa, y de hace un tiempo, como la joya de una sangrienta corona, en México.

Entre náuseas y desconcierto de pronto me asaltó la duda sin sentido a la manera de Chomsky: ¿sería posible que la maquinaria propagandística del sistema norteamericano haya manoseado la metáfora de Pink Floyd ahora como jingle de campaña?… ¿y que en vez de “Tear down the Wall!” se haya compartido por millones el slogan “Build the Wall!”?

Si así lo hicieron pues son unos mierdas, iguales a quienes se aprovechan de la música para hacer sus mañosas actividades en publicidad, marketing, política, psicología, iglesias, ciencias y lo que se añada. Si no copiaron a Waters ni escenas de la película de Parker, entonces vivo lo peor del desencanto: si antes se demandaba tumbar y recomenzar, hoy se exige alzar muros, aislarse más al estilo Brexit. Y como es lo mismo construir un muro que dos, que el negocio se haga en la hora-feliz: uno en la frontera norte y el otro al sur mexicano (en otro espacio trataré de los estados implicados: Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo). Los muros no son sólo de fierros y concreto, ¿seguirá el asesoramiento sionista para “blindar” zonas seguras? 

El mundo ha cambiado mucho en 40 años, sin duda. Pero te prometo que poco ha variado dentro de muchos… esos “bleeding-hearts and artists” (sensibleros y artistas, como llamaba el poderoso y el autoritario de 1979 a muchos de nosotros). Poco hemos cambiado aunque hoy se nos diga de otro modo: migrante, alien, chavo-rucos, desfasados, mujer de mal carácter, trasnochad@s, fresas, mariguanos, muertos de hambre, soñadores, fracasados, perdedores… sí, sí, como digas.

Sólo acuérdate que sí tenemos claro para qué sirve tu muro: para dividir y complicar la vida, marcar la diferencia entre el abusivo y el obligado a la miseria, nosotros los bárbaros y tú la civilización. Como digas.

Mientras tú suenas a hueca parodia para ramplona campaña política, nosotros nos sabemos bien la canción. Con esa y otras tumbamos el apartheid, a ese ritmo se acabaron en Chiapas los señores feudales, está pendiente lo de Tiananmén y Palestina.

Acuérdate: en el sur de México nunca habrá un muro, no lo permitiremos. Y como siga de necio el juego en el norte entonces nos oirán por millones… en catracho, en chapín, en parse, en creole, en espanglich/spanglish, en ambos lados cantaremos codo a codo con Pink Floyd o la tambora: ¡Derribemos el muro! 

Casa del árbol SMA

18-21 junio 2019

   

   

      

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