Cuando empezaron a llegar los primeros ‘fichajes’ del PRI y del PRD a Morena, se estableció una corriente de llamados ‘morenistas puros’, es decir, de militantes que llegaron al hoy partido en el poder sin haber transitado en otra fuerza política.
En su mayoría, estos ‘morenistas puros’, en el pecado llevaron la penitencia, pues pesar de sus buenas intenciones, su inexperiencia política los dejaba en desventaja frente ‘ex Big Leaguers’ procedentes del PRD, pero sobre todo del PRI.
En las recientes elecciones legislativas, algunos ‘morenistas puros’ trataron de redimir su pasado ‘virtuoso’ a fin de tener ‘pase automático’ a la coordinación de parlamentaria de Morena de la próxima Legislatura.
Pero, a pesar de su ‘pureza’, la mayoría de estos diputados terminaron vinculados a personajes procedentes del PRI, PRD y hasta la ‘mafia del poder’. Si bien eran ‘puros’, tienen padrinos ‘incómodos’.
De repente, trascendió, por ejemplo, que Reyna Durán y Alberto Batún, con la etiqueta de ‘morenistas puros’ fueron impulsados por Luis Alegre y Mara Lezama, respectivamente.
Y al final, el argumento de ser ‘morenista puro’ empieza a devaluarse como resultado de la propia realidad de un partido como Morena.