Francisco I. Madero fue el primer presidente mexicano electo democráticamente, luego de 34 años de don Porfirio en el poder. Su tibieza para sustituir a la burocracia porfiriana (administrativa y militar) fue uno de los factores de su posterior derrocamiento. Este pasaje de la historia política de México, viene a cuento para que lo tenga presente el nuevo rector de la UQRoo, Francisco López Mena. ¿Alguno de sus asesores le habrán comentando los infortunios de su tocayo?

La pregunta es válida toda vez que existe una preocupación de más de uno involucrado en la vida de nuestra universidad (académicos, administrativos, alumnos y egresados como el quien esto escribe), al contemplar a la hidra de mil cabezas que todavía está ahí, en la UQRoo, incólume y vibrátil, me refiero a la burocracia extorsionista y saqueadora que a López Mena le heredó el borgista Rivero Palomo. ¿Qué hará don Panchito?, ¿podrá contra esa burocracia rastrera, o será que mantendrá a los mandarines del exborgista famoso por sus viajes todo pagado a Harvard y Oxford? Me niego a creer que hubo alianza alguna para que lo último suceda.

Lo cierto es que López Mena tiene que actuar, está obligado a restañar las heridas, abiertas y supurantes, de nuestra máxima casa de estudios de Quintana Roo. Ante ese predicamento, ¿qué le podrían recomendar los asesores de su antigua secretaría, o las esfinges y pitonisas del cartel de pendolistas y omelettes tibios del sur del estado?, ¿qué sermón carabinero vendrá de Catalunia para alumbrar el camino a López Mena?

Don Panchito López Mena presume, o supone que tiene cinco características que lo harán único al frente de la UQRoo: su posible pertenencia a la casta beduina yucateca (algo que comparte con el actual gobernador del estado), lo que lo pinta como un incuestionable hombre de negocios y de privilegios de casta. Segundo, su gran cercanía con los neopanistas que gobernaron Yucatán en un anterior sexenio, tal es el caso de los Laviada. A nivel nacional, sus relaciones con el hoy alicaído Vicente Fox y Felipe Calderón, que camina por otros rumbos distintos al panismo pero en el mismo carril de la derecha. Además, sabemos que López Mena pertenece a alguna logia masónica del trópico, con la cual se hermana a la clase política local, muy dada a esos misticismos ocultos que reflejan una cultura política tradicionalista y selvática. Clase política que ha transitado desde las férreas filas soldadescas de la revolución institucionalizada, hasta evolucionar al prianismo. Algunos, qué duda cabe, desean transitar a la 4T y así salvarse del naufragio de su extinción ineluctable de saurios tristones. 

Panchito López Mena, como dijo el día de su investidura, cree que recibió a la UQRoo como “regalo de cumpleaños”, pese a que la comunidad solo terminó por confirmar que, salvo José Luis Pech Várguez (el cual hoy es uno de los políticos locales que más se ha trasformado, y es sin duda un serio aspirante a la gubernatura por las coyunturas políticas locales y nacionales), los últimos rectores han llegado a la universidad como jubilados del sistema político local al que ya estorbaban: la indefendible Elina Coral Castilla; inmediatamente, el viejo prematuro Ángel Rivero; y, ahora, Francisco López Mena. 

La UQRoo, como casi todas las universidades públicas de este estado turistero, reacio a otorgarle el estatus y la dignidad que representan las universidades (llámese autonomía) y la casi silente academia, para los procesos de cambio y desarrollo, se ha convertido en el lugar a donde van a morir los elefantes. Es un cementerio de paquidermos.

Me queda una pregunta: ¿cuál de esas identidades lopezmenistas predominará en los próximos cuatro años? ¿el del rancio abolengo beduino (que podría compartir también con don Juanito Xacur, eminencia gris de la autoritaria y vejestoria Junta Directiva de la UQRoo), ¿el neopanista?, ¿el foxista calderonista?,  ¿el masón caribeño?, ¿o el mesiánico cumpleañero que me recordó a Rivero Palomo y su enfermedad selfimaniaca? Esperemos que ninguna, esperemos que López Mena de un giro a su personalidad, lea tan siquiera el libro de Max Weber El político y el científico, y que se empape de un espíritu no solo de buen gestor administrativo (cosa que no se le cuestiona), sino que le de la importancia debida a lo que la universidad representa para todos los quintanrroenses que hemos salido de sus aulas y que no cejamos en su defensa irrestricta pues tenemos presente que ya debemos de pasar del paradigma turístico solamente y escorarnos plenamente a una sociedad diversa en todos los sentidos (políticos, económicos, culturales, sociales), compleja y que como sociedad del conocimiento, ponga la educación de alto nivel en primer término.

Por cierto, cuando el nuevo rector López Mena y don Carlos Joaquín ofrecieron sus discursos universitarios en la sacrosanta toma de protesta, los dos quedaron ensombrecidos por el magnánimo cuadro de fondo que mostraba, “casualmente”, a Ángel Rivero. Craso error del equipo que guía a don Panchito en la institución más inteligente y más compleja del estado, donde las élites no son las que tiene dinero y privilegios, sino las que piensan, transforman, fructifican la razón y trascienden la cultura.

 

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