Ellos, los criminales, empezaron por despojarnos de nuestros espacios públicos donde nos encontrábamos y reconocíamos aún con nuestras diferencias. Y fuimos desplazándonos poco a poco hasta vivir entre barrotes.
Así ellos siguieron despojándonos.
Cortaron nuestras redes vecinales, invisibles y sostenidas por el encuentro cotidiano en parques, esquinas, calles… Y básicas para nuestra protección.
Nos fuimos replegando y al cabo del tiempo se adueñaron hasta de nuestra conciencia. Incubaron el terror a base de dosis diarias de fotos y noticias impactantes que nos mostraban, a cada momento, nuestra propia vulnerabilidad.
Y empezamos, en respuesta, a parecernos un poco a ellos. “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también el abismo mira dentro de ti”. Frente a ellos, exigimos las penas más fuertes, el ojo por ojo; que consuman sus días en una celda si, después de todo, nos han condenado ya a vivir entre barrotes.
Exigimos, en suma, justicia. Justicia penal, inmediata. Sin embargo, comprobamos con el tiempo que esos grupos criminales, dedicados al tráfico de drogas, secuestro y extorsión, son como monstruos de mil cabezas; aniquilan a una y brotan dos.
Por eso a la justicia penal la debe acompañar, en esta lucha, la justicia social. A través de esta es como podríamos recuperar los espacios públicos de los que fuimos despojados. En Cancún está operando de esa forma el plan de prevención. El parque del Crucero, el más antiguo punto de convivencia, está siendo rescatado por el gobierno estatal después de que en los años 90 fue convertido en centro de operaciones y refugio de criminales.
Por una parte las autoridades trabajan en disminuir los índices delictivos a través de la reacción, respuesta y detención policial. Las cifras hablan de una disminución en homicidios dolosos del 36%; de 28.6% en robo a negocios y 33% en robo de vehículos, con violencia. Sin embargo, saben que nunca será suficiente mientras no le abran y acerquen espacios y oportunidades a la gente con menos recursos y, por lo mismo, más vulnerable al riesgo de ser reclutada o sentenciada por la delincuencia.
“Necesitamos tener acceso a espacios públicos más adecuados, que brindemos actividades culturales, deportivas y productivas en todos los rincones y en especial en aquellos lugares donde queremos mantener a nuestros jóvenes en sano desarrollo y alejarlos del crimen, porque la violencia y la inseguridad no constituyen un fenómeno asociado únicamente al crimen organizado, detrás de ella se encuentran factores como la violencia familiar, la ocupación irregular del espacio urbano, el aprovechamiento de las áreas públicas con fines de lucro, el deterioro de los barrios, la necesidad de vivienda, la distribución desigual de los servicios públicos, la falta de infraestructura comunitaria, la especulación del suelo urbano, el transporte público ineficiente e inseguro, la informalidad económica y el crecimiento de grupos con un fuerte déficit social, emocional y afectivo”, dijo el gobernador Carlos Joaquín.
Erradicar la violencia y el delito es, según la estrategia del gobierno de Quintana Roo, una tarea que va más allá de lo inmediato y exige transformar el entorno y las prácticas que los generan.