Para octubre de 2017, en un artículo para Noticaribe, al establecer algunos puntos sobre la construcción de una de las carreteras troncales de Quintana Roo, la que se conoce como “la vía corta”, que da acceso a la zona maya con la región de Bacalar y Chetumal, apunté que la construcción de caminos fue uno de los leitmotiv de las políticas indigenistas del Estado postrevolucionario para la “integración” de los grupos indígenas del país. 

El etnógrafo de la región en la década de 1930, Alfonso Villa Rojas, en su regreso a la región de Tusik cuarenta años después, elogió la situación que vio en el recién estado de Quintana Roo: pueblos antes aislados de la “subtribu” de Xcacal Guardia, habían sido ya “integrados” al “carril de la civilización” debido al término de la carretera Valladolid-Felipe Carrillo Puerto. Por esa carretera penetrarían las “técnicas modernas” que incrementarían los contactos entre los mayas del centro de Quintana Roo y la sociedad nacional. Para las políticas indigenistas, las carreteras significaban la ruptura de aislamiento de los grupos indígenas, pues abonaría al cambio sociocultural y propiciaría la transformación de las sociedades indígenas.

Estas ideas indigenistas no eran nada nuevas, toda vez que muchos escritores, maestros y miembros de la sociedad dominante –la no indígena- veían al Territorio de Quintana Roo como un lugar que se tenía que “civilizar” con infraestructura necesaria, que tenía como objetivos la explotación de la rica reservar forestal, y por el otro, el cambio sociocultural deseado en los pueblos mayas. En este sentido, trabajando informes y hemerografía de la época, di con un artículo interesante de un profesor de Sucilá, de nombre Esteban Durán Rosado (1905-1985), que ejerció la docencia en el otrora Territorio de Quintana Roo y en Yucatán, que fue cuentista y se interesó sobre la lengua maya y cosas del terruño peninsular. Durán Rosado fue un periodista cultural durante más de 50 años, realizando una labor intensa e ininterrumpida. Trabajos suyos se pueden encontrar en la Biblioteca Yucatanense, de Mérida.

Sin más preámbulo, transcribo este texto, interesante para comprender las visiones sobre el Territorio de Quintana Roo, en la década de 1930:

 

Iniciación de los trabajos de la carretera Peto-Payo Obispo. 

Diario del Sureste, 24 de enero de 1936.

 

“… Atravesará ricas zonas agrícola, chiclera y maderera, y numerosos poblados entre otros Santa Rosa, Esmeralda y Santa Cruz de Bravo, hoy Felipe Carrillo Puerto”.

Por Esteban Durán Rosado (Especial para el Diario del Sureste. Mérida, Yuc., Méx., martes 28 de enero de 1936).

 

Con la presencia del señor Gobernador del Estado y del comandante de la Zona en la lejana villa de Peto, se iniciaron formalmente los trabajos de la carretera que unirá este Estado al Territorio de Quintana Roo.

En el mes de enero del año próximo pasado, a raíz de su protesta como Gobernante del Territorio, el general Melgar hizo públicas unas declaraciones en las columnas del prestigiado diario capitalino “El Nacional” y, entre otras cosas, remarcaba como punto capital de su programa de gobierno, la construcción de vías de comunicación en tan apartada entidad federativa. 

Nosotros supusimos que estos propósitos, como otros que, en igualdad de circunstancias, han externado gobernantes de todos los tiempos, habrían de quedarse eternamente en el fárrago de bellas promesas que han sido y son hechas constantemente al pueblo; pero hoy reconocemos nuestro error y con toda sinceridad tributamos nuestro más cálido elogio al general Melgar, quien en el breve transcurso de un año de administración, ha hecho en el Territorio lo que nunca se había hecho durante todo el tiempo que ha venido figurando como entidad de la República. Y conste que no hablamos guiados solamente por informes que hubiésemos obtenido, los cuales pudieran resultar más o menos altos, según las fuentes de que provinieren. No. Decimos esto, porque conocemos plenamente los hechos a que nos contraemos y porque los largos años que hemos vivido en el Territorio, nos autorizan a juzgar lo que éste fue y lo que es.

Por hoy, nos limitamos a tratar el tópico de la carretera Peto-Bacalar, la que, incuestionablemente, trae consigo numerosas ventajas en todos los órdenes, para las regiones por donde cruce. 

Salta a la vista en primerísimo lugar, el acercamiento de dos pueblos hermanos, totalmente afines en sus características raciales y etnográficas que, debido a la actual dificultad de las comunicaciones, se mantiene en lamentable estado de desconocimiento. Viene después el auge de las relaciones comerciales, con su corolario del mejoramiento económico, y por último, surge la incorporación cultural de los núcleos mayas que por ahora están llevando una vida por completo primitiva. 

La región que atravesará la carretera, es una de las más bellas y fértiles del Territorio y sus numerosos productos (chicle y maderas preciosas y de construcción, sobre todo) tendrán fácil y rápida salida para los mercados consumidores. De desearse sería que no fueran excluidas de la ruta las bellas lagunas de Ocom y Noh Bec, para que, quienes viajaran por la carretera, pudieran solazarse con sus primores. 

La rapidez y facilidad de los transportes, harían que automáticamente bajara el precio de los artículos de primera necesidad en toda la región en donde el valor de las mercancías sobrepasa siempre en un doscientos por ciento al de adquisición en los mercados de esta ciudad. 

Las Reservaciones Forestales Indígenas, adquirirían el máximo de su florecimiento, intensificando sus producciones en razón directa al acercamiento a los consumidores, dejando de ser lo que son: fuentes de riqueza para unos cuantos contratistas explotadores del trabajo de los indios, porque hay que ver que estos nuestros hermanos de raza, aun no consiguen su manumisión económica, a pesar de cuantos esfuerzos en ese sentido han hecho, tanto el Gobierno del Centro, cuanto el del Territorio, y eso se debe nada más que a la circunstancia de que, careciendo, como carecen, de medios para transportar sus productos, tienen que venderlos a comerciantes sin escrúpulos que se aprovechan de esa circunstancia, para pagárselo a precios irrisorios. 

En materia educacional, la labor de los abnegados maestros rurales ha sido hasta hoy ineficaz y no es que carezcan de voluntad para el trabajo, ni que desconozcan los métodos pedagógicos aplicables al medio en que actúan, sino que tropiezan con serios problemas de orden moral, tales como los prejuicios ancestrales profundamente arraigados en las párvulas mentalidades indígenas, prejuicios creados por el aislamiento en que viven y su desenvolvimiento en comunidades en donde imperan procedimientos netamente primarios. Casos se han dado de maestros absorbidos por el medio, magüer su lucha tesonera y desesperada por conseguir lo contrario.

Estas anomalías irán despareciendo paulatinamente con la sola construcción de la carretera, pues el tráfico intenso que en ella se haga, traerá como consecuencia la familiaridad de los indios con los que no lo son o, son los que, aún siéndolo, tienen un nivel de vida superior; se interiorizarán de su manera de vivir y nacerá en ellos un justo deseo de emulación, creándoles necesidades que desde luego querrán satisfacer y será entonces cuando la labor del maestro, orientador de las masas, encuentre en el mismo indio a su más fiel y entusiasta colaborador para la labor social que debe desarrollar preferentemente a cualesquiera otras.

Existe en nuestro medio un marcado temor para ir a la capital del Territorio, y esto se justifica hasta cierto punto, por lo dilatado y molesto que es el viaje por la vía marítima, dadas las incomodidades que el pasaje sufre por varios días en las embarcaciones moto-veleras que hacen el tráfico. Terminada la carretera, desaparecerá ya todo temor y lo que hoy es cosa de pensarla seria y detenidamente, se trocará en motivo de placer, pues que permitirá a los que por ella hagan el viaje, al contemplar la vegetación exuberante de los bosques quintanarroenses, a más de que les dará la oportunidad de cruzar en toda su longitud la magnífica laguna de Bacalar, el estero de Chac y parte de la Bahía de Chetumal, así como se aprovechará también el conocer la ciudad desaparecida de Bacalar, granero en otro tiempo del Estado de Yucatán y teatro de la cruenta guerra de castas, cuyos horrores pregonan elocuentemente las mudas ruinas de sus vetustos edificios. 

Todas estas razones han sido sopesadas y estudiadas con detenimiento y del estudio hecho, se ha llegado a la conclusión de que es de ingente necesidad la construcción de la carretera que tendrá una extensión no menor de doscientos kilómetros hasta su entronque con la laguna de Bacalar, y para cuya realización no es obstáculo su costo excesivo, toda vez que el Gobierno piensa, y piensa bien, que los dineros del pueblo deben ser invertidos en obras que presten utilidad al pueblo mismo.

 

Mérida, Yucatán, enero de 1936. 

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