Querida Greta: Tengo 69 años y, por ello, formo parte de la generación humana más depredadora que haya pisado este planeta. Comparto con mucha gente de mi generación la idea de que el daño que hemos hecho a la naturaleza es irreversible y de que nos encontramos en ruta de una extinción masiva.

El surgimiento de un movimiento juvenil, que por fin aparece en el horizonte, me ha dado alguna esperanza de que la humanidad cambie radicalmente su orientación actual hacia la codicia y el dinero por una ruta diferente que nos permita recuperar la conciencia como especie y nos ubique con sensatez entre las especies que pueblan el planeta.

Es un enorme reto el que tu generación enfrenta, mientras el sistema capitalista no puede sino adoptar obscenamente la catástrofe ambiental como una nueva oportunidad de negocios. Mientras esa lógica no sea decapitada y sepultada, poca esperanza tenemos de sobrevivir.

Lo has dicho muy bien ¡Cómo se atreven! Sí, cómo se atreven a hablar de negocios cuando lo que está en juego es la sobrevivencia, cuando hay millones de personas ya padeciendo por los efectos de la crisis climática, cuando la deuda con las generaciones por venir es enorme e ineludible.

Tu presencia en el foro de la ONU ha incomodado a muchos, pero también ha mostrado la inutilidad de ese organismo internacional, maniatado por los intereses económicos de las potencias imperiales y los dueños del dinero.

El movimiento de los jóvenes, me atrevo a opinar, podría generar una red independiente de relaciones solidarias entre colectivos regionales que, con la urgencia que la situación merece, pueda ir despojando a los gobiernos nacionales, a los consorcios empresariales y a los medios de comunicación convencionales del enorme poder que concentran y que impide los cambios que se requieren con gran apremio. Es un enorme reto y una gran responsabilidad. Es una tarea que debimos haber asumido desde que Humboldt y otros científicos en el siglo XIX advirtieron de la huella de la actividad humana en la naturaleza, sobre todo a partir de la revolución industrial.

Mientras la inercia avasalladora de un sistema depredador que no sabe de límites siga imponiendo su ley, no habrá oportunidad alguna de librarnos de la extinción. Pero quizá aún hay tiempo para articular las minorías organizadas, los científicos comprometidos y la fuerza de un movimiento juvenil, para avanzar en la ruta de otro mundo posible, presionando a los gobiernos locales y nacionales y abriendo caminos nuevos.

Te abrazo con admiración y con la vergüenza de no haber podido enfrentar con eficacia el desarrollismo devastador, pese a los esfuerzos que he desplegado desde lo local, en el paraíso tropical de Tulum, hoy en acelerado deterioro gracias a un modelo de turismo ecocida y etnocida, parte del propio sistema económico que domina en el mundo.

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