Sí, la fiesta no es para la izquierda mexicana, tampoco para la izquierda peninsular. En el caso de Yucatán, esta izquierda, tenaz y comprometida con las luchas del pueblo maya, ha sido desplazada burdamente por la derecha sanfelipeña y sus chachas de pueblo vestidas con ropa de marca carísima. Además, ahí tenemos a los logreros prianistas convertidos, de la noche a la mañana, en izquierdistas de larga data que insisten en la búsqueda afiebrada del hueso. Muy antes de esto, la izquierda populista, a ras de las luchas sociales, ha sido completamente excluida del partido Morena Yucatán desde tiempos de Kattia Meave, quien, me cuentan, “secuestró al partido”. El presidente estatal de ese partido en Yucatán, es un apéndice nomás de los intereses sanfelipeños.

Esta exclusión de la izquierda yucateca por parte de los convertidos de dientes afuera al dogma de la 4T, lo ha recordado recientemente en Yucatán el luchador social y fundador de Morena en Kinchil, el escritor Jesús Solís Alpuche, que ha señalado el pasado y presente neoliberal del encargado de la Delegación de Programas de Desarrollo del Gobierno Federal, el panista Joaquín Díaz Mena, que se ha encargado de poner en puestos clave a sus viejos compinches del panismo. Díaz Mena es uno de aquellos panistas que votaron a favor de la privatización energética, de las reformas estructurales y del proyecto neoliberal, y es por eso que resulta escandalosamente contradictorio que el representante de AMLO en Yucatán no sea alguien que está en contra del neoliberalismo. ¿Las cantaletas y responsos evangélicos del presidente contra el neoliberalismo, acaso son únicamente el escaparate populista para hacernos creer que en verdad intenta crear otra estructura económica más justa e igualitaria? Con personajes y personeros como Huacho Díaz Mena y sus incondicionales, esto hay que dudarlo.

En el caso de Quintana Roo, la pugna por controlar el Congreso local entre los porriles morenistas “puros” y los grupos felixistas borgistas amnistiados y pepenados por AMLO para la toma del poder en 2018, han pintado un panorama desolador de aquí al cambio de la gubernatura: la lucha descarnada del poder por el poder no se dará en la lid electoral entre partidos, pues muerto el priismo local, sin una figura política relevante para los joaquinistas, el ruido de las fisuras federales morenistas resonará en la selva quintanarroense entre los tres o cuatro bandos que quieren y desean ser ungidos para la silla gubernamental.

A un año de este gobierno que nos llenó de completas esperanzas y satisfacciones pues desde 2005 apoyamos contra el desafuero, etcétera, no veo muchos cambios más que dos enormes programas clientelares para dejar a los pobres a mecate corto con miras electorales: sembrando vida está deforestando cuando no violentando los procesos de organización comunitaria de los pueblos; y en Jóvenes construyendo el futuro, existen tantas críticas al respecto que debería evaluarse para afinar, modificar yerros o, en definitiva, clausurarse.

Es cierto que la violencia no fue engendrada el 1 de diciembre de 2018, pero eso no es ninguna justificación para no responsabilizarse ahora. La violencia en continua y no se le combate, se le da abrazos y no balazos: siguen los destazados, sigue la combustión de plazas como el corredor del golfo, Guerrero, Michoacán, Jalisco y Quintana Roo. Hace unos momentos, el narco acribilló al director del mando único en Tulum, Hugo Trejo. Las carreteras federales del estado ya están en zozobra por casos de atracos y la vigilancia federal es casi nula. Abrazos y no balazos, y con la consigna de que “el narco es pueblo”, el presidente está decidido a ir en contra de todo lo que le recuerde el mecanismo de seguridad de la “guerra al narco” calderonista. De hecho, para febrero de 2019 señaló en una de sus dormitantes mañaneras: “Oficialmente ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz”. ¿Paz unilateral?

La guerra sigue, igual que la corrupción y el deshonor que tanto dijo que iba a finalizar apenas llegar al poder: no pedimos caserías de brujas, pero si hemos de pasar por una transición a la izquierda, ¿hemos en verdad abierto para el conocimiento total de las nuevas generaciones, los expedientes del pasado? La amnistía ha hecho que los golpes a la izquierda y a la derecha por parte del priísmo obtuso sean escamoteadas de la palestra pública. Ahora salen con que lo de Ayotzinapa no fue un crimen de estado, cuando fue eso y más: fue un crimen del narco-Estado. Crímenes que en la historia reciente de Quintana Roo, hicieron de este paraíso turístico el camino de la droga centroamericana y sudamericana, pero el presidente ha dicho que hará todo lo posible por sacar de la cárcel al primer narcogobernador del país. ¿Y el caso Bonilla y su maniobra para quedarse cuatro años más en el poder?

Se moreniza a la derecha prianista, cualquier chacal y delincuente electoral puede ser amnistiado. Morena, a un año de que se ciñera la banda presidencial su fundador y líder histórico, naufraga hacia el abismo de un cosificante conservadurismo, y esto a pasos agigantados. Lo ha señalado recientemente Pedro Miguel, ideólogo y amanuense de AMLO, que habla del ciclo de Yeidckol Polevnsky al frente de ese partido:

“Así culminó un ciclo de manejo desastroso del partido, un lapso perdido para la movilización, el crecimiento, el debate, el análisis, la articulación con los movimientos sociales, la formación de nuevos cuadros, la difusión del ideario de la Cuarta Transformación y, sobre todo, el deslinde con respecto a las viejas formas de hacer política: en ese tiempo, el grupo dominante del CEN se ha caracterizado por las intrigas, las negociaciones bajo la mesa, las emboscadas legales, la judicialización de los conflictos internos, el sectarismo, la exclusión y la falta de rumbo. Por añadidura, usó sus facultades estatutarias y se inventó algunas para obstaculizar y frenar el trabajo de los otros órganos de Morena, la formación política y las tareas de muchos comités que hoy día operan sin recursos ni coordinación y bajo amenazas de la dirigencia nacional” (“Rescatar Morena”. Pedro Miguel. La Jornada. 29 de noviembre de 2019)

La economía crece a cero coma cero pero esto no es problema con las carretadas de dinero que se van a repartir a manos llenas. Y algo que en verdad preocupa, es el desprecio a la ciencia y a las universidades se les recorta el ya recortado presupuesto. Si bien la cifra total a la SEP crece a 24 mil millones de pesos, “la distribución de los recursos asignados al campo educativo ha detonado preocupaciones y polémicas, al percibirse recortes en áreas importantes, tales como la formación normalista, las escuelas de tiempo completo, la formación continua de docentes y la oferta de modalidades de servicios educativos, como Prepa en Línea y Escuelas de Tiempo Completo” (“El presupuesto educativo: el desafío a los discursos y a las leyes”. Rogelio Javier Alonso Ruiz. Educació futura).

En cuanto a la ciencia, para agosto de este año, un nutrido grupo de científicos del CIDE, de la UNAM, del Poli, señalaron que AMLO “desprecia y castiga la ciencia y la innovación tecnológica”, y que “así no se podrán resolver los grandes problemas nacionales que enfrenta el país”. Recortes a la ciencia básica, los tantos dichos y sarcasmos contra la “academia fifí”, calaron fuerte entre el gremio de los académicos. En este punto, yo sigo lo dispuesto por Bourdieu respecto a la necesaria independencia que debe haber entre el campo científico y el campo político. Independencia que no significa, como lo han mal entendido buena parte de los científicos y académicos de Quintana Roo, desprecio y neutralidad total por los grandes, medianos y pequeños problemas nacionales y regionales. Los científicos, en una sociedad democrática y en un gobierno de talante democrático, están llamados a dar prospectivas y análisis para los tomadores de políticas públicas.

Además, los derechos humanos han sido cuestionados recientemente, y los pueblos indígenas, al parecer, siguen siendo los conejillos de indias del indigenismo logrero y se les vapulea con un ínfimo presupuesto que nadie, muy pocos, han reclamado. Pero les exigen consultas para todo, y el Tren Maya y otros megaproyectos igual siguen esa senda de neoliberalismo salvaje mientras el ambiente y las culturas son las que menos cuentan en estas empresas faraónicas de seis años.

Si las mujeres protestan contra los feminicidios, se les linchan en redes, si hay una protesta, se les lincha en redes. Tienen razón las del paliacate verde: “El Estado opresor es un macho violador”. Los fanáticos y bots de la 4T, fungen como los guardianes en redes de ese Estado machista. Si se dice que hasta lo de Ayotzinapa no fue el Estado y se ha retrocedido en casos como el de Culiacán, con el gobierno estadounidense no ha habido una postura firme aunque el asilo a Evo Morales nos haga entender lo contrario.

En fin que hemos regresado al viejo presidencialismo de cuño más rancio y con tintes evangelistas. No es juarista, no es moderno. ¿Cuáles eran las características de ese viejo presidencialismo que hoy parece remasterizarse en la mañanera eterna de la 4T? Recordemos que los autoritarios y los caudillos siempre han insistido en hegemonizar la palabra, su enfermedad es la verborragia, la disentería discursiva. En esto de la verborragia, de la hegemonía de la palabra, tenemos que regresar a leer a Carlos Castillo Peraza, el intelectual y político yucateco más importante de la segunda mitad del siglo XX. En un libro de 1996, Disiento, el gran intelectual meridano, discurrió sobre el concepto “univerbocracia”, con el que definió al régimen corrupto y vil del Priato: el único verbo era del señor presidente. ¿Cuando comenzamos a pasar de la “comentocracia”, propio de la democracia, a la univerbocracia instituida y estatuida desde un omnímodo poder mañanero?

Sí, la fiesta no es para la izquierda, no es para la izquierda yucateca que aún creemos que la 4T puede reconfigurarse y escorarse en franco camino hacia la transformación del país. Me pregunto: ¿cuándo dejarán de auto celebrarse y ponerse realmente a transformar a este país tan malherido? Más administración y menos política.

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