Esta semana que culmina fuimos testigos de la barbarie que puede ocurrir en las “benditas redes”: las imágenes de un crimen atroz -el feminicidio de una joven mujer en la ciudad de México-, fueron presentadas por un periódico de la capital, corrieron por las redes, y generaron un alto malestar y reacciones en contra de distintos campos de la sociedad mexicana: prensa, activistas en defensa de los derechos de la mujer, mujeres periodistas, el mundo de la academia y de la política. ¿Quién fue el culpable de haber filtrado esas imágenes, qué sanción debe de haber para los órganos policiacos que hacen del morbo y la ruptura de la ética profesional su razón de ser?

De inmediato, en la opinión pública nacional se asentó la idea de que la filtración de imágenes hechas por funcionarios policiacos donde las víctimas sean mujeres, niños y adolescentes, tendría que penalizarse. Y la condena nacional de las imágenes filtradas a inicio de semana, fue el motivo para que la Fiscal General de Justicia de la Ciudad de México, Ernestina Godoy Ramos, entregara a la mesa directiva y de la Comisión de Procuración de Justicia del Congreso local de Cdmx una iniciativa con proyecto de decreto que adiciona el artículo 293 al Código Penal para el Distrito Federal, donde la filtración indebida de imágenes, audios o videos, estarían penados entre dos, ocho y hasta 16 años de cárcel según las circunstancias del nuevo delito.

México es el país donde el tipo penal feminicidio ha sido cuestionado recientemente por su poca claridad a la hora de comprobarse ante el juez. Esto provocó que el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien sostuviera la anterior aserción, estuviera en la vorágine mediática de que si dijo o no dijo que quería eliminar el feminicidio del catálogo de delitos penales.

Lo cierto es que las mujeres están en la indefensión en enormes regiones del país donde el machismo es educación cotidiana, se justifica con “la costumbre”, y se enraíza en sociedades cerradas donde la voz única que truena es la del México bronco y la violencia sistémica del patriarcado.

Y a esto tenemos que aunar a una figura presidencial encasquetada en ideas decimonónicas de padre omnicomprensivo que cree que la violencia se resuelve con bondad, con abrazos y no balazos, y que deja entrever una arista de su personalidad que provoca el fastidio ante la figura de un megalómano desbocado: su insensibilidad en cuestiones de género, el desprecio a la defensa de los derechos de las mujeres, y el ninguneo o minusvaloración del grave problema del feminicidio en un país de hipócritas machistas y de violencia profunda a la que, hasta ahora, no se visibiliza una política púbica integral para combatir esa barbarie, ese oprobio nacional.

Además, esta semana, AMLO nos dio a entender, a las claras, que su gobierno es estrecho de miras y que sólo sigue un camino donde los “imponderables de la vida” no le den lata: no ha querido fijar su postura firme y decidida en esos tópicos recordados ayer por la Marea Verde, el movimiento feminista mexicano, y el día 10 de febrero (vea este video de YouTube) mostró su fastidio porque, en su “mañanera”, la prensa independiente –la que “manipula”, la que “distorsiona” la verdad infalible del presidente- habló del tema de feminicidio y no de la agenda personal del macuspanense, no de su “nota”; es decir, existen dos agendas paralelas: la del país real donde la violencia, el narco, la corrupción, las mafias del poder, las oligarquías rampantes, las muertes de mujeres, el cuestionamiento de Frida Guerrera a un presidente omiso al problema del feminicidio, los niños armados de Chilapa, los migrantes, la pobreza clientelarizada, la corrupción partidista (incluida Morena), los indios y sus hambres, el aborrecible Tren Maya, siguen existiendo y se perpetúan; y, por otro lado, está el país imaginario del presidente: el de los “abrazos, no balazos”, el de la cuarta trasformación imaginaria de la imaginaria vida pública de México.

Un periodista yucateco apunta que es un hecho que el presidente, y buena parte de sus fieles acólitos empantanados en su partido ultra conservador, necesitan sensibilización en temas de género y violencia misógina. “Tiene a mujeres increíbles en la administración y en la 4T en amplio que lo pueden ayudar. Es la causa de nuestro tiempo. La empatía es lo mínimo para un gobierno que se diga de izquierda”. Pero cabría hacer la pregunta, ¿es la 4T en realidad un gobierno de izquierda? En términos de la lucha por la defensa de los derechos de la mujer, de la defensa irrestricta de la educación, de la liberación autonómica de los pueblos indígenas, de su relación con Washington y su laicismo, el gobierno de la 4T está más escorado al conservadurismo ultramontano que a la izquierda o centro izquierda.

Conservadores ultramontanos son la mayoría de los seguidores de la 4t. Creen ver desestabilizadores hasta en colectivos de mujeres que protestan contra un gobierno insensible y alejado de la realidad en términos del feminicidio. Corifeos conservadores que propalan, vía las redes de su chapucería, frases estúpidas como que las muchachas que protestaron ayer en las puertas del Palacio Nacional e hicieron pintas a las puertas centenarias del poder del presidencialismo remasterizado, se tratan de “agentes extranjeros enviadas con entrenamiento y consignas específicas”. Transcribo lo que dice uno de estos corifeos gratuitos de la 4t: “Muchas de esas encapuchadas ni siquiera son mexicanas son agentes extranjeros enviadas con entrenamiento y consignas específicas esto no es un movimiento espontáneo de mujeres mexicanas”.

Y, sin embargo, estos corifeos de la 4T, no son ni siquiera originales en sus improperios neuróticos si de defender el gobierno en turno se trata, pues sus dichos me recuerdan mucho la frase fascista de Díaz Ordaz posterior al asesinato colectivo de los estudiantes del 68: “iQué grave daño hacen los modernos filósofos de la destrucción que están en contra de todo y en favor de nada!” (IV Informe, 1968).

Hay visos fascistas en los seguidores acríticos del gobierno de la 4T, pero también en el presidente actual existen más de dos resmas de autoritarismo presidencialista. Si AMLO hubiera gobernado en 1968, sus cánidos defensores de las redes sacarían la charola de la DFS para perpetuar la barbarie de su sistema político. Estos cánidos que se dicen defensores de las “luchas históricas de la izquierda mexicana”, en realidad son, por el contrario, encasquetados defensores de ideas del pasado, que no creen en la libertad de las sociedades abiertas y son capaces de defender dictaduras cuaternarias, estoy seguro.

Hay que recordarles a ellos, la legión de corifeos: el Tlatoani de Macuspana no es omnisciente ni infalible, y los periodistas tienen el derecho y deber de cuestionar al poder. A todo tipo de poder.

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