Por Itzel Chan
MÉRIDA, MX.- “Si me preguntas que si he guardado su Sana Distancia, la respuesta es no. No lo he hecho porque huyo de mi cuarto, huyo de mis pensamientos, esos que sé vienen de una depresión que arrastro desde los 18 años, misma de la que vengo huyendo aunque sé que sigue presente”, es la respuesta de Ramiro Olguín, quien confiesa que en esta etapa de aislamiento social para evitar más contagios de coronavirus (Covid-19), es cuando más fuerte debe ser.
Ramiro, originario de Quintana Roo, pero a sus 25 años radicado en Mérida, forma parte de las estadísticas de personas con depresión que la Secretaría de Salud no registra en Yucatán y no porque no quiera la institución en sí, sino porque sólo se contemplan aquellas que llevan tratamiento en alguna de las clínicas de gobierno.
Sin embargo, en las estadísticas oficiales emitidas por la Dirección General de Epidemiología se observa que fueron tres mil 593 casos de depresión en la entidad entre 2018 y 2019, y en lo que va de 2020 ya son 454.
Justamente Kelly Ramírez Alpuche, presidente de la asociación Igualdad Sustantiva en Yucatán, señala que este sector de la población, contemplado o no en las cifras oficiales, está en riesgo en medio de esta contingencia.
Pero, ¿por qué estarían en riesgo? Ramírez Alpuche explica que se debe a que en este momento, para estas personas hay muchos factores que podrían llevarlos a un caos emocional.
“Se corre el riesgo de que se agudicen casos de ansiedad y de tener pensamientos suicidas por no poder salir de casa o por cuestiones económicas y esto aumenta si son de las personas que han perdido su trabajo en este momento”, indicó.
Haciendo una analogía sobre el Covid-19, Ramiro, mercadólogo de profesión, describe a la depresión como un virus.
“Es así porque es difícil que se salga de tu cuerpo, porque a mí me dio a los 18, o a esa edad me di cuenta. Mi papá había muerto, mi pareja me había dejado. Entonces comencé a sufrir ataques de ansiedad”, recordó.
El joven narra que entonces sólo reducía su vida a dormir, despertar, sentirse ansioso y con una opresión en el pecho. “Para mí era mejor la vida mientras dormía porque si despertaba me volvía a sentir igual. Ansiedad, tristeza y todo en espiral y repetición”.
Después de llorar a diario y sin distinguir hora, su mamá lo notó y lo llevó por primera vez a terapia, pero al no tener recursos suficientes para pagar un psicólogo particular, acudieron al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y ahí fue cuando le diagnosticaron depresión
“Aunque yo necesitaba otro tipo de terapia porque el DIF se enfoca para los niños violentos o maltratados y no era mi caso. Sólo no sabía porqué siempre me sentía triste”, dijo.
El joven de facciones definidas y con un cuerpo muy delgado, pero que ha logrado soportar por años el peso de la tristeza, dice que su adultez le ha llevado a reconocer que él padece de algo que no les desea a las demás personas.
“Aprendí a reconocer este nivel de tristeza, he tenido lapsos de depresión, ya no como antes, aunque al menos un ratito de cada día a veces y me siento triste. Pienso en el mundo, en mi existencia, en el fin”, narró con voz segura.
Aunque a su paso ha hallado las formas de sobrevivir en medio de todo, admitió que uno de los caminos que encontró para lidiar con la realidad es el de las drogas.
“A veces fumo marihuana, eso libera mi tristeza, aunque al día siguiente me sienta más triste. O también me conviene refugiarme en el trabajo o voy a casa de un amigo”, contó en la entrevista que autorizó sea difundida.
Sobre las drogas, el Centro de Integración Juvenil, reportó que en Yucatán están presentes en el 65% de los casos de suicidio.
Sin embargo, Ramiro acepta que debe haber algún tipo de fortaleza especial en él para aferrarse a la vida porque de alguna manera agradece estar triste de vez en cuando.
“No sé si me hubiera dado cuenta de muchas cosas. Creo de no ser por la tristeza no hubiese cambiado algunos parámetros de mi interior. Creo que cada día vuelvo a nacer. No tomo a la tristeza de la mano, pero parece que la llevo conmigo todos los días. A veces la acepto y la invito para autoflagelarme porque en general todos de algún modo somos muy dramáticos con nosotros mismos”, apuntó.
Amigos de Ramiro reconocen una luz en su existencia, aunque a veces a él le nuble la mirada, ha ayudado a otros a salir adelante. Dicen que es un buen camarada, de esos que uno se topa pocas veces en la vida.
Sobre el punto de la amistad, Kelly Ramírez dice que en este tiempo de confinamiento social debido a la pandemia del Covid-19, precisamente es importante que se tiendan redes de apoyo.
“Familiares y amigos que conocemos a alguien que padece de depresión, podemos estar en contacto frecuente. Tal vez con una llamada, con escribirles. Saber si necesitan algo y tratar de estar, pero sobre todo, las personas que padecen depresión, si lo requieren, deben saber que pueden pedir ayuda”.
En Igualdad Sustantiva Yucatán se cuenta con psicólogos que contemplan protocolos para dar acompañamiento en contención emocional, por lo que es posible hallarlos en Facebook con su nombre y justo en su carta de presentación dicen “siempre abiertos”, por lo que las personas pueden escribir en mensajería y son orientadas para recibir atención.
La especialista en temas sociales prevé que todo se puede volver más crítico como consecuencia de la pandemia, pero aún más para las personas con problemas de depresión y ansiedad porque para colmo, en los municipios donde faltan servicios como luz y agua potable, el calor se vuelve más agudo y este, aunque parece superfluo, también es un elemento que fatiga y deprime.
Ramiro reconoce que necesita ayuda, por lo que estos días, si bien no ha respetado el aislamiento social en su totalidad, es porque siente la necesidad de acudir a casa de un amigo a sonreír un poco.
Es así como Yucatán, el estado que antes de la contingencia sanitaria, era un oasis de paz y tranquilidad anhelado por otros connacionales y por extranjeros, registra en los últimos años un alto grado de depresión que ha llevado a muchas personas al borde del suicidio, para ser más precisos, se trata de 11.2 suicidios por cada 100 mil habitantes.
Esto a pesar de que su capital, Mérida, ha sido reconocida por Naciones Unidas como la ciudad más habitable de México y cada año atrae a 1.5 millones de turistas.
Además, aparentemente ocho de cada 10 habitantes dicen estar felices con su vida, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Su Gobierno se distingue por ser de los mejores evaluados en México, esto mientras se ignora que ocho de cada 10 suicidas son hombres y seis de cada 10 habían expresado su deseo de morir.
Es preciso mencionar que en Yucatán hay alrededor de 70 psiquiatras, pero más del 80% trabaja en Mérida. (Noticaribe)