PRD y Morena son partidos que llevan los mismos genes: el del caos y la anarquía.
Como partidos, lo suyo es no saber ponerse de acuerdo, boicotearse mutuamente y vivir en tribus en guerra permanente con sus vecinos.
En estos días, en Quintana Roo, esto ha quedado otra vez de manifiesto por la disputa interna que existe en estos dos organismos políticos para definir algo tan simple como quién debe ser su nuevo dirigente estatal.
En el PRD, el fin de semana, la elección virtual no se pudo realizar porque, como dictan los clásicos, literalmente se les cayó el sistema, lo que impidió nombrar un dirigente entre Leobardo Rojas López y Esquivel Lemus.
La elección se volverá a intentar de nueva cuenta el próximo sábado y habrá que esperar si no ocurre algo extraordinario porque los grupos están enfrentados en su lucha por controlar los despojos del PRD en Quintana Roo.
En Morena, la división es mayor.
Todos quieren meter mano y cada grupo busca poner a un incondicional aunque al partido del Presidente Obrador se lo lleve el carajo.
Este fin de semana hubo una intentona para meter con calzador en la presidencia de Morena a la regidora Alma Anahí González Hernández, cercana al grupo de Mara Lezama, en una reunión a la que convocó la delegada Liliana Castro que desde su llegada lo único que ha provocado son pleitos.
Sin embargo, será el Comité Ejecutivo Nacional el que decida sobre quién dirigirá al partido en Quintana Roo, aunque es previsible que ningún grupo quedará contento por la victoria del contrario.
Y así seguirán el PRD y Morena, como hermanos de sangre marcados por el conflicto.
