Por Itzel Chan

MÉRIDA, MX.- “La adopción fue difícil. El proceso que debió durar seis meses, duró un año y medio. Fuimos evaluados física y emocionalmente. Fuimos sometidos a interrogatorios extremos, crueles y difíciles pues la Jueza del Tribunal Superior de Justicia no lograba convencerse”, describió Amaranta N, originaria de Tabasco, quien después de todo ha visto crecer a su hija, que incluso, fue el mejor remedio para que ella pudiera procrear a dos más.

De acuerdo con estadísticas de la Organización Aldeas Infantiles SOS, se estima que en el país hay más de 29 mil menores de edad que habitan en orfanatos, mientras que otros cinco millones de niñas y niños viven en condiciones de violencia intrafamiliar o sus tutores enfrentan problemas de adicciones, pobreza extrema o procesos judiciales.

A pesar de que las cifras son alarmantes, el proceso de adopción en México figura como uno de los más tardados, largos y tediosos y en algunos casos, altamente costosos.

Amaranta reconoce que su caso ha sido una de las excepciones en este sentido, porque a pesar de que admite que fue tedioso, en su caso no tuvo que destinar muchos recursos económicos para el proceso.

Incluso, reconoce que su historia, aún en medio de todo es un tanto afortunada, pese a todo el dolor que vivió a la par.

Durante los primeros siete años de matrimonio, ella y su esposo intentaron en diversas ocasiones procrear de manera biológica y aunque cada año lo intentaban, los embarazos no progresaban.

“Los médicos no encontraban un problema definido para mi esposo y para mí aunque visitamos médicos reconocidos y biólogos de la reproducción”, recordó.

Durante todos esos años ella puso en riesgo su vida, por lo que decidieron entonces dejar de intentarlo y pensaron en adoptar.

Antes de que acudieran a distintos albergues y orfanatos, ella recibió la llamada que cambiaría sus vidas:

“Una chica de 19 años, en un estado de gestación avanzado, decidió dar a su bebé en adopción, pues era de escasos recursos y ya tenía un niño con muchos problemas de salud, era madre soltera”, narró.

Luego de recibir la propuesta, a más tardar 10 días después la joven dio a luz.

“Nació un 7 de enero y a las 12 del día su mamá fue dada de alta, nos entregó a la bebé sin recibir dinero a cambio, sin nada más que el juramento de que no le faltaría nada”, señaló.

Ese día, Amaranta también recibió la muestra más grande de amor por parte de familiares y amistades, quienes contribuyeron con obsequios para que su hija fuera bienvenida.

“Mi hija venía bendecida y traía una misión importante a mi vida. Con ella en brazos en casa, mi esposo y yo ya no buscábamos tener hijos, pero cuando la bebé cumplía dos meses, me enteré que estaba embarazada. El embarazo progresó siete meses, fue un parto complicado, estuve a punto de perder la vida y el bebé falleció al mes de nacido”.

Fue un proceso doloroso, pero pudieron afrontarlo y al paso de dos años volvió a quedar embarazada. Luego de nacer su segunda hija, decidió operarse, sin embargo, un año después volvió a embarazarse y nació un varón.

Para Amaranta, todo el proceso de adopción fue complicado, porque afirma que fue un año y medio de trámites y de entregar evidencias en fotografías y videos sobre el desarrollo de la niña en ambientes familiares y de amistades y de eso dependía en gran parte quedarse con la custodia.

Para avanzar, necesitaron testigos y requirieron responder una y otra vez diversos interrogatorios hasta que lo consiguieron y lograron registrar a su hija con sus apellidos.

“Ahorita ella está en segundo grado de kínder, es muy cariñosa y noble”, afirma.

No obstante, ahora lo que les toca enfrentar es el estigma social, pues suelen hacer comentarios y hasta diferencias entre sus tres hijos.

“No falta quien se acerca a preguntar si siento alguna diferencia entre mis hijos biológicos y ella, o si se ama de la misma manera o ¿ella es la adoptada?”.

Ante esta situación, Amaranta pide a la sociedad que si saben que una niña o niño fue adoptado, eviten hacer estos comentarios, pues algunas pueden ser palabras muy hirientes, además, recordó que la adopción significa decidir plenamente ser padres o madres.

Cabe señalar que de acuerdo con el Instituto de Estadística y Geografía (Inegi), de los más de 30 mil niños que están en casas hogares, no todos pueden ser adoptados porque hay diversos procesos jurídicos de por medio.

Por otra parte, tan sólo en 2019, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) reportó que en un año se reciben solamente 30 solicitudes de adopción y sólo se concreta en ese mismo periodo el 50%. (Noticaribe)

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