JOSÉ MARÍA MORELOS, MX.- La llegada del mes de octubre trae para muchos recuerdos a sus mentes recuerdos, pues representa el tiempo de jugar el tradicional juego del trompo que en este Siglo XXI prevalece, pero con parte de su esencia ya perdida.
Sin embargo, con el paso de los tiempos, estos juegos han evolucionado como la mayoría de las cosas.
El jugar trompo era antes un asunto de preparación, pues como lo comenta uno de sus exponentes en esta localidad del sur de Quintana Roo, José Luis Cabrera Vera, ellos mismos tenían que crearlos, incluso con 15 días de anticipación para que estén listos en el mes de octubre y así jugar en la puerta de sus casas, o en la calle con los vecinos.
Para ello, debían adentrarse en el monte y hallar el árbol de Ciricote, por su dureza, cortarlo, hasta darle forma durante 15 días al trompo, para, así, dar inicio a la diversión de todos los niños de su generación.
En entrevista con Galu Comunicación, explicó que luego de seleccionar el árbol para sus trompos y cortar pedazos de su tronco, regresaban a sus casas para empezar a tallarlos, pues en un extremo introducían un clavo que sería la punta por el cual giraría el trompo.
Posteriormente, lo que seguía era darle forma por varios días hasta alcanzar la debida, natural del trompo que todos conocen.
Pero, ¿porque escogen el árbol de ciricote? Pues Cabrera explica que, por su dureza.
En ese tiempo, recordó, se jugaban los famosos “puyazos”, consistentes en darle de golpes con la puya (punta) del trompo contrario, para dañarlo.
El “tino” (hilo), donde se giraba el trompo, había dos formas de conseguirlo; la primera era ir a la tienda y pedir por metros el tino, conforme era el tamaño de tu trompo; la segunda era hacerlos uno mismo, con hilo de la casa.
Con el paso del tiempo el juego del trompo pasó de ser de una creación de madera, hasta una de plástico, como es vendida ahora, aunque algunas tiendas aún los ofrecen de madera.
Empero, las personas tienden a comprar las de plástico, a lo mejor por el riesgo que implica, dado que son menos pesados, aunque se pierden los puyazos, como ya sucede con los niños del Siglo XXI. (Infoqroo)