“La ley es la ley, diría Tyler. Conducir muy rápido es lo mismo que provocar un incendio, que poner una bomba, que dispararle a un hombre.
Un criminal es un criminal…”
Chuck Palahniuk, Fight Club

 

A Lolo le escurre sangre a borbotones por las fosas nasales. Lo que eran gritos de emoción se transformó rápido en un susto colectivo. Tiene la nariz completamente pegada a una de las mejillas, la cara completamente plana, deforme. La multitud comienza entonces a dispersarse, nadie quiere tener nada que ver.

–Yo te acompaño a la enfermería –me ofrezco.

–¿Por qué? ¿qué tengo?

Obviamente nota la sangre, que se le sale el relleno, pero los guantes no le permiten tocarse la cara, tampoco hay ningún espejo cerca así que no ha notado que ahora tiene el rostro deformado.

–Creo que te rompieron la nariz –le digo, pero el “creo” no es más que un eufemismo.

Lolo no dice nada. Alguien le quita los guantes. Caminamos abrazados y le pido que mantenga la mirada hacia el cielo. Quizá así pare un poco la hemorragia. Pero no sucede del todo y de pronto puedo sentir su tibia sangre escurrir hasta mi mano. Siento nauseas, me aguanto y procuro no mirarlo al rostro. Que no se dé cuenta que también estoy muy preocupado.

Suena la chicharra que marca el final de recreo casi al mismo tiempo que llegamos a la enfermería. Fuera ya hay una fila de niños y adolescentes que no quieren volver a clase y la chicharra les ha contagiado como un virus, repentinamente algún malestar les aqueja. Dolores inexplicables de panza y de cabeza que no les dejan volver a clase. El rostro roto de mi amigo es como un pase VIP, nos libra de toda fila, de toda espera.

«La nariz está bien, lo que se te enchuecó es la cara» dice la monja que está a cargo de la enfermería. Sus bromas nunca hacen gracia. A más de un niño ha hecho llorar diciéndole «se te va a salir el corazón» cuando acuden con alguna cortada. Qué podemos esperar de esa mujer que cura todo, desde un raspón hasta un brazo fracturado, rociando un spray mágico de lidocaína «ya estás bien, ya puedes irte» te dirá, aunque tengas un hombro dislocado. O recetando siestas en los casos más graves «duérmete un rato a ver si se te pasa». En las situaciones más extremas como ésta, no hay mejor opción que trasladar la responsabilidad a los culpables originales «vamos a tener que llamar a tus papás» dice la enfermera.

–¿cómo te pasó esto? –pregunta a Lolo la monja.

–Estábamos jugando fútbol y alguien le dio un codazo, sin querer –respondo yo.

–Sí me dieron un codazo, en un tiro de esquina –agrega Lolo.

No tuvimos tiempo de planear qué decir, pero hasta ahora todo marcha bien. La madrecita no se atreve a mover huesos rotos, le limpia la cara con algodones empapados de alcohol, le rocía un poco de lidocaína y le tapa la nariz con gasas.

–Va a estar bien, pero se tiene que quedar aquí hasta que vengan sus papás por él, tú ya vete a clases –dice la monja.

Vuelvo a clase, y muchos en secreto y a través de recaditos me preguntan cómo está Lolo. No tengo mucho que contar, pero todos insisten en saber. Está la gente deseando los detalles. Más de uno tiene miedo, si se sabe lo que realmente pasó nos vamos a meter en graves problemas. Tal vez expulsen a alguien.

La primera regla del club de la pelea es: nadie habla sobre el club de la pelea.

La segunda regla del club de la pelea es: nadie habla sobre el club de la pelea.

Parece que alguien ha roto las primeras reglas del club porque el prefecto me ha sacado de clases y me mira con una sonrisa burlona mientras narro el partido de fútbol en el que, desafortunadamente, le rompieron la nariz a Juan

Pablo Salgado (Lolo). Me gustaría golpearme a mí mismo como en una escena de la película e inculpar al prefecto. Pero solo lucho con palabras, contra la verdad.

No he roto las reglas del club y me suspendieron dos semanas de la escuela, estoy cerca de ser expulsado. A Lolo lo llevaron al hospital y ya se está recuperando.

 


José Flores Gómez es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, profesionalmente se dedica a temas relacionados con comunicación corporativa y marketing, dirige deseomuseo.org

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