Todo anda mal en Tulum, y eso quedó especialmente claro este fin de semana, cuando se registró una balacera en un bar de la zona costera y todos salieron salpicados.

La noche del sábado, en un confuso incidente, dos hombres, presuntos sicarios, fueron abatidos en el bar Club Vagalume por agentes ministeriales que en ese momento fungían como escoltas privados de un empresario de origen extranjero, aunque inicialmente se habló de un presunto alto funcionario en el lugar que luego se desmintió.

¿Qué hacían ministeriales alquilándose en su tiempo libre al mejor postor? ¿La Fiscalía no se entera que estás prácticas son comunes entre su personal o tenían línea?

En la balacera, tres personas, incluyendo uno de los ministeriales, resultaron heridos. Obviamente, el lugar, lleno de turistas para celebrar la noche de Halloween, estalló en pánico.

Extraoficialmente se ha dicho que los hombres abatidos llegaron al bar para presionar y exigir el cobro de derecho de piso al dueño del lugar y para que se permitiera la venta de droga como ocurren en otros establecimientos de la zona.

Hace poco más de dos semanas, en otro conocido bar de la zona costera, un hombre fue abatido en un hecho no aclarado, pero extraoficialmente relacionado con la venta de drogas.

El ataque de la noche del sábado ocurrió, además, justo un día después de que las autoridades advirtieron que estaban prohibidas las fiestas y la venta de alcohol en bares de este tipo para tratar de frenar un nuevo brote de coronavirus.

Incluso, en una medida mediática, la Sefiplan horas antes dio a conocer la clausura de una fiesta en un bar de la Zona Hotelera de Cancún para que sirviera de ejemplo para los demás y evitaran este tipo de reuniones por Halloween o cualquier otro pretexto.

Pero nadie hizo caso y la balacera evidenció las fallas de la estrategia de seguridad del Mando Único y la negligencia de autoridades estatales y municipales que por un lado dicen una cosa y por el otro se hacen de la vista gorda ante el incumplimiento de restricciones cuando Quintana Roo trata de avanzar hacia una recuperación económica en medio de la pandemia.

Tulum se ha convertido quizá en el tercer gran foco de violencia en el estado con al menos 60 ejecuciones en lo que va del año.

Apenas en octubre, en el poblado Manuel Antonio Ay, de la llamada zona de transición de Tulum, se registró un ataque en un bar que dejó al menos cinco muertos, en uno de los episodios más sangrientos de este 2020 en Quintana Roo.

Nadie fue detenido por este ataque ni parece haber avances en la investigación.

Es claro que Jesús Alberto Capella, secretario de Seguridad Pública, no ha podido frenar el tema de la violencia no sólo en Tulum sino en todo el estado, a pesar de que se le cumplió con su exigencia de instaurar un Mando Único que no funciona.

Pero también el Alcalde Víctor Mas quedó expuesto como florero que no se da cuenta de lo que pasa en su municipio ni hay cumplir disposiciones para enfrentar la pandemia, ya que le tocaba precisamente evitar este tipo de fiestas en la zona costera o en cualquier otro lugar de su territorio.

Tulum, al igual que Cancún y Playa del Carmen, vive hoy entre la inseguridad y la incompetencia, entre la violencia y el cobro de derecho de piso, y todo por autoridades frívolas que han dejado de hacer su trabajo o simplemente han claudicado ante la delincuencia organizada.

Luego que no le echen la culpa a los medios de comunicación de la mala imagen que está golpeando a estos destinos en momentos en que más falta hace que todos hagan su tarea para evitar un retroceso en la recuperación económica

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