Tu vida y la mía. Una vida que nunca fue nuestra. Conocí el amor con un hombre que se fue. A veces eras mi padre, otras veces eras mi hijo. Recientemente comprendí que cuando hacías berrinches lo único que necesitabas era que alguien te frenara. Vivías la vida con demasiada velocidad y yo contemplándote tornado, me convertí en alguien que nunca deseé ser. No sé de dónde sacamos fuerzas para sostener la narrativa que se nos caía a pedazos. Nuestra tierra estaba llena de muertos, de mi cuerpo y tu cuerpo desgastados.
Para ser honestos, no fuimos fragmentos de una misma parte, éramos un vacío más otro vacío. Un inmenso desierto. Asumo las consecuencias de haber amado distinto. De no abrirle la puerta a aquello que no mencionamos nunca. Mi media naranja, no pudimos manejar el delicado equilibrio entre dar y tomar. Al principio era demasiado incómodo, luego se volvió cómodo y estar demasiado cómoda me incomodaba.
¿Alguna vez fuimos un espacio seguro?
Tus secretos se volvieron un síntoma de la enfermedad incurable. Directo a la disolución. Antes abrazamos la enfermedad con coraje y rabia. Frustración. Nos enamoramos. Nunca llegaste pero yo estuve ahí. Esperando el rescate.
Nuestro dolor es sabiduría. Dejarte ir me obligó a crecer como mujer.
La bendición de perderse.
No respondes.
Te envié unos papeles, ahí está el acta de disolución. Firma.
Necesito empezar a disfrutar el presente. Ya no quiero escribir, el psicólogo me insistió en hacer una carta de despedida. ¿Disolución amorosa? Le dije al terapeuta que lo que menos me interesaba era escribir una carta para el hombre que se fue. Sobre nuestro pasado, quiero olvidarlo y que se esfume. Quiero que todo objeto testigo de nuestro encuentro desaparezca de esta dimensión.
La desesperación es un tema que sí me interesa, te envié unos papeles. Firma por favor.
¿Cómo voy a perdonarte si no me he perdonado yo?
Gracias por las flores.
Extraño algo.
No era tu presencia porque a veces sentía asfixia. Ni tu voz. Tus besos tampoco.
De alguna manera me acostumbré a tener miedo, a la idea de que tu podías controlar mis miedos. Fatal.
Haz un esfuerzo por escribir una carta de despedida. Intenta hacerlo con amor. Lo intento y de alguna manera esto me recuerda a nuestra relación. Me niego.
Estoy lista para dejar ir el miedo, el rechazo y la negación. ¿Tú estás listo?
No has respondido, ya van nueve mensajes que te envío. Estoy más harta que enojada, el enojo se ha de transformar en cualquier cosa menos en miedo.
Esta despedida unilateral no es válida, necesito un poco de correspondencia. No puedo hacerme cargo de esto sola. Entrar y salir de una relación con amor.
Siempre preferiste la omisión. No llorabas.
No te culpo por querer estar arriba, allá se ve todo mejor.
Estás cómodo. Entendí que no es nada personal, sólo existes. ¿Alguna vez te dije que vivía para ti?
Me faltan más de trescientos caracteres y sinceramente no tengo ganas de seguir hablando de tí. Pienso que a la gente sólo le gustan los finales bonitos o los trágicos. Afortunadamente tú y yo no nos volvimos tragedia.
Definitivamente es algo que tengo que agradecer.
Una última cosa, te envíe el acta de disolución. No olvides firmar.
Giovana Urquieta