“Nada me toca, nada me interesa,

salvo lo que se dirige directamente a mi carne”.

Antonin Artaud

 

Hola, me llamo Sofía León. Mamífera bípeda perteneciente a la raza humana, identificada como hembra heterosexual, mujer cisgénero, mestiza blanca, mexicana de geografías híbridas. Clase media-baja, estudiante desempleada, futura profesional, desempleada, tal vez. Actriz de teatro. Actriz de teatro gorda.

Toda la vida anterior a este presente me construí como alguien que “valía la pena”, que merecía ser respetada y valorada a pesar de ser gorda. Gasté mucha energía en convencerme y convencer al mundo de que sí soy aceptable para su deseo y consumo. En convencerles de que no soy tan gorda, de que aún con este cuerpo excedido de grasa puedo ser agradable. Enaltecí todos mis atributos con la intención de ocultar y disimular esta cuerpa gorda, que es mi primera carta de presentación ante la mirada pública. Porque no hay manera de tapar la gordura, nosotras somos como las negras y las sudakas, nuestro estigma está en la piel.

Alejandra Pizarnik, en un fragmento de su poema Extracción de la Piedra de locura dice: “Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos…” A esto yo agrego, habla de lo que eres en este momento, de lo que te atraviesa, porque, así como tú hay otras personas viviendo en la isla de sus soledades y es necesario crear puentes que nos permitan visitarnos, reconocernos y dialogarnos. Porque si te enuncias, enuncias a las otras. Recuerda que lo personal es político.

Respecto a mi carrera como actriz de teatro siempre he tenido que esforzarme por demostrar que sí puedo cumplir con el perfil “ético” que una actriz necesita para ser validada en el sistema del arte. En las clases de entrenamiento actoral siempre me he esforzado por no cansarme, por rendir igual que los demás, por ser igual de ligera que los otros, igual de ágil, igual de flexible. Por ser “igual” aún en mi evidente diferencia.

Cabe aclarar que no soy la única gorda en mi escuela, ni la única actriz gorda en el sistema, sin embargo, al buscar bibliografía para este ensayo noté que no había textos (o yo no llegué a ellos) abordados desde la investigación teatral que hablaran de estas disidencias, cosa que me genera mucha curiosidad, puesto que en la historia humana y en el teatro como representación de ésta, siempre han existido los cuerpos gordos. Aquí algunas de mis preguntas son: ¿Qué historias han contado estos cuerpos? ¿Qué lugar han ocupado en el teatro? ¿Cómo hemos sido representadas?

Pienso que esta falta de reflexión pública se debe a que, así como yo, la mayoría de las actrices gordas toman el camino del closet de las tallas y ocultan su gordura para poder ser aceptadas y validadas dentro de la escena. Es necesario reconocernos gordas felices, crear comunidad para hacernos visibles y dejar de ser las gordas frustradas en transición a flacas exitosas. Necesitamos entender que cuestionar los discursos de odio no viene solo de la auto aceptación, el autoestima y el amor propio, viene también de una organización social que se politiza y se revela ante un sistema que les borra.

Menciono aquí que doy principal énfasis al femenino de “actrices” porque considero que las etiquetas de mujer + gorda + latina tienen una mayor opresión y un mayor conflicto que en el caso de los hombres, no busco negar que también viven discriminaciones, pero por ahora, desde mi trinchera como mujer, busco que esta reflexión les hable a mis compañeras y compañerxs que ocupan periferias similares a la mía. Pienso que las narrativas del mundo ya han sido demasiado ocupadas por/para los hombres y que estamos en un buen momento para seguir en la búsqueda de la auto representación de nosotras y nosotres mismes.

Ahora yo me pregunto: ¿Por qué el cine, la televisión y el streaming, siguen poniendo en primer plano las historias protagonizadas por cuerpos blancos, delgados y heterosexuales? Esto nos muestra que las historias de las cuerpas gordas son de segunda remesa. Menos importantes, menos interesantes y menos consumibles. Por ejemplo, podremos ver a la gorda de protagonista en una novela solo si en esta nos cuentan cómo adelgaza y eso la lleva a conocer al hombre de sus sueños y vivir feliz por siempre. Pero son muy poco comunes o nulas las historias que nos hablan de que la gorda lencha vive feliz y se enfrenta a otros conflictos de la vida más allá de su estética corporal. ¿Por qué siendo cuerpas tan diversas siempre nos quieren representar con las mismas historias?

El teatro no queda exento de participar en la legitimación de cuerpos hegemónicos. Son incontables las veces que he leído dramaturgias en las que se suprimen personajes gordos, o al igual que en los medios masivos, los lugares que ocupan son secundarios, de la burla, de lo indeseable y de lo incorrecto, a menos que en la historia se hable de manera crítica, patológica y negativa acerca de la gordura. Un ejemplo de esto es la obra escrita en el siglo pasado, Esperando al Zurdo de Clifford Odets, en la que el villano de la historia, Fat, es descrito en las acotaciones como “Un hombre gordo de aspecto porcino”. En esta obra, Fat representa al cerdo capitalista que oprime al proletariado. En este discurso se asocia la gordura con la acumulación, la avaricia y el sobreconsumo. No dudo que en su tiempo haya servido para hacer énfasis en los discursos comunistas del autor. Pero ¿qué culpa tienen los gordos y qué culpa tienen los cerdos? Si sabemos que en esta sociedad a unos los discriminan y a otros los matan para comérselos.

Otro ejemplo, más contemporáneo, es en la obra de Alberto Villarreal, Ensayo Sobre la Melancolía, donde se muestra a La Gorda de las Vidas Perdidas, personaje que, encarné en 2014 y por el cual comencé a cuestionar mi gordura en relación a mi trabajo actoral. Como lo dice su nombre, el personaje muestra a una mujer gorda incapaz de autorregularse, que vive frustrada por su deseo de ser flaca. En la obra uno de los personajes se refiere a ella de esta manera:

“Hay veces que no se puede hacer nada, por ejemplo, esta gorda. Es gorda. ¿De qué le sirve como ella dice, tener un horno de pasteles entre las piernas? Le sirve de nada. Tiene algo que no va usar nunca… Un día un imbécil le dijo: haz dieta. Haz dieta gorda y vuélvete flaca. Como si fuera posible. Ella sabe todo lo que se ha perdido por ser gorda. Toda una vida de flaca. Y eso es mucho. Una vida de flaca equivale como a veinte de gorda”.
Villarreal, A,(2011), Siete años en ensayos, P. 69-70. México DF.

Aquí podemos observar que el autor muestra todos los clichés que acompañan a la gordura femenina en la sociedad contemporánea. Ignoro con qué enfoque él decidió hablar de este personaje, si lo contextualizo con la obra, me es claro que, así como se muestra ella, también se muestran los patetismos de los otros personajes, sin embargo, la obra no trasciende la huella de dolor de estos, solo los exhibe en un ambiente de desolación y desencanto por la realidad que les rodea. Asume que estos siempre serán infelices en sus vidas y nos invita a mirar nuestras propias miserias.

Estos ejemplos, por mencionar algunos, muestran que, dentro del ambiente teatral, para hablar de las historias que nos interesan y para resetear el imaginario público, las cuerpas gordas necesitamos mayor auto representación. No me refiero a que deseo que nos den los papeles de las flacas o que nos den el espacio de representar las historias de los finales felices. Para nada quiero ser una Julieta gorda o una Fedra gorda. Me refiero a crear dramaturgias que se escriban desde una perspectiva inclusiva. Foros de encuentro y diálogo entre actrices gordas, investigaciones teatrales acerca de la diversidad de los cuerpos, festivales donde se pongan en primer plano aquellas historias que la hegemonía blanca hetero-patriarcal suprime de la misma manera que ha ocurrido con otras disidencias como la comunidad LGBTTQ+, las comunidades negras, sudakas y personas discapacitadas. Aquí entra la pregunta ¿existen estos espacios?

Claro que sí. No estoy intentando descubrir el hilo negro. En su mayoría ocurren en las artes visuales, la fotografía, la poesía, el performance, con artistas mexicanas como Erika Bulle y La Bala Rodríguez. En el arte lesbofeminista y del activismo gordo con Constanza Álvarez, Laura Contrera, Nicolás Cuello. En el pornoterrorismo de Diana Torrez. En la música de activistas gordas como Beth Ditto, cantante en The Gossip, las raperas cubanas Krudas Cubensi, la artista textil y cantante La Pili. También en el mundo de la moda con modelos de talla grande como Tess Holliday, Tara Lynn y Ashley Graham.

Sin embargo, lo que hago notar aquí es que, en la escena del teatro contemporáneo mexicano, hasta el momento no existe un nivel de representación que pueda hacer visible a la comunidad gorda. A diferencia de los ejemplos antes mencionados, en el teatro han sido pocas las actrices que se han proclamado como activistas gordas. Puedo mencionar a algunas de ellas, aunque no afirmo que se asuman a sí mismas de esta manera. Actrices como Mariana Villegas, Karina Kaguama, Mari Carmen Ruiz y Conchi León, a quienes tomo como ejemplo porque las he visto en escena con trabajos que cuestionan los discursos hegemónicos de belleza y muestran sus cuerpas gordas sin recato. De hecho, en lo que va del 2020, Conchi León y Regina Orozco crearon un canal de Youtube, llamado Par de Curvas, donde abren el tema de la gordura compartiendo anécdotas con un enfoque activista. Este es un ejemplo del tipo de espacios de reflexión a los que me refiero.

Fuera de estas excepciones, las actrices gordas hemos tendido a aceptar papeles que reproducen y legitiman pensamientos que nos estigmatizan y oprimen. Papeles como el de la bodoque, la ñoña, La amiga gorda chistosa, la gorda cachonda que desea, pero no es deseada, la gorda que sueña con bajar de peso o la que se come una torta gigante a escondidas. Estoy segura de que mientras las menciono a ustedes llegan imágenes.

No nos culpo, porque la culpa no le ha hecho bien a nadie, pero sí nos doy la responsabilidad de modificar estas prácticas. Nos la doy a nosotras, porque quienes las perpetúan están demasiado cómodos en sus privilegios y no tienen la mínima intención de cambiar algo. Porque el cuestionamiento viene de la incomodidad, y la incomodidad sirve de motor para cambiar las cosas. Nos propongo no aceptar representar estos papeles, y aquí ustedes me dirán que la industria teatral no está para ponerse quisquillosas respecto a las oportunidades laborales, pero justo hasta que no hagamos algo para modificar estas prácticas de
oferta-demanda, seguiremos siendo la gorda que no da el perfil para ningún casting, o la que da el perfil para la burla.

Porque mientras otros tengan la palabra y el poder de representarnos harán lo que quieran con nosotras. Si queremos modificar este sistema, necesitamos introducirnos en él como un virus que lo cuestiona y destruye todo. Hacernos visibles con nuestros propios discursos y crear nuestras propias redes de colaboración y trabajo para no tener que seguir aceptando ni reproduciendo patrones que nos oprimen.

 

“El espejo no es un reflejo de la realidad, lo que vemos en él no es más que una construcción social necesaria de reconstruir.
Sacamos las garras, aullamos como lobas y salimos del espacio del silencio. Hoy gorde, ayer puta, mañana lobo”.

Manifiesto Guatonx.

 

 


Sofía León

Actriz, investigadora escénica, performer y artista interdisciplinaria. Nació en CDMX el 27 de Octubre de 1996. Actualmente radica entre San Fco. de Campeche, Camp. y Mérida, Yucatán.

Inició sus estudios en el teatro en 2013 a través de talleres, diplomados y seminarios. Trabajó en colectivos y grupos independientes como Compañía D-Fore, Punto Crítico, Coincidentes Teatro y Colectivo Raíces. En 2016 participó como becaria de la 37° Muestra Nacional de Teatro en San Luis Potosí. En 2017 egresó del Diplomado para la Sabiduría de la Voz y la Palabra Diciente del Centro de Estudios para el uso de la Voz (CEUVOZ) en CDMX. En 2018 inició sus estudios en la Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán. En 2019 recibió la beca en apoyo al arte y la cultura de la Fundación Pablo García. Actualmente trabaja como investigadora independiente con laboratorios artísticos personales.

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