CIUDAD DE MÉXICO, MX.- A mediados de enero de 2019 fue hallado el cadáver de Pac-Man, un jaguar macho, muy cerca del río Usumacinta en la frontera entre México y Guatemala. Le faltaba la cabeza, la cola, las patas y los genitales, pero conservaba la piel, rasgos claros de la caza y tráfico destinado al mercado asiático donde estas partes pueden llegar a venderse por 20 mil dólares, publicó infobae.com.
La noticia llamó mucho la atención pues, aunque ya se habían registrado hallazgos así en países como Belice, Bolivia y Perú, se trataba algo inédito en México. Fue así que se convirtió en el primer caso visible de la presencia de una red de tráfico ilegal de grandes felinos mexicanos con dirección a China.
El elevado costo de este tipo de subproductos, con fines ornamentales o medicinales sugiere que es especialmente codiciado por algunos integrantes de la élite china. De hecho, no es la única especie víctima de la demanda asiática, otros animales como el totoaba, el pepino de mar o el tiburón han sido confiscados en aduanas mexicanas y estadounidenses con un valor aproximado que supera los 2 millones de dólares.
Así, el tráfico ilegal ya es una amenaza real para la especie orgullo de México.
El felino más grande de América
El antecesor más conocido de la Panthera onca o jaguar es el imponente tigre dientes de sable y, aunque es superado por el tigre siberiano y el león, en América es el rey felino indiscutido. Se distribuyen en 18 de los 21 países América Latina y, en toda la región, enfrentan las mismas amenazas: la reducción de su hábitat, la ganadería y la cacería ilegal.
Se estima que desde la llegada de los europeos hasta el siglo XIX había más de 100 mil jaguares en América. Actualmente hay la mitad, la mayoría de ellos en Brasil, y desde entonces también han perdido aproximadamente 50 por ciento de su hábitat histórico en todo el continente.
En México se ha perdido más del 40 % de su distribución en el país, limitándose a áreas forestales fragmentadas, aisladas y de difícil acceso en las costas del Pacífico y del Golfo de México, la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental y el sur-sureste mexicano. Mientras que el último censo realizado en 2018 calculó que hay menos de 5 mil jaguares en el país.
Especie “casi amenazada” o en peligro de extinción
La venta comercial de la piel de jaguar tuvo gran auge a mediados del siglo XX, pero no fue hasta 1975 que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) evidenció el problema de cacería que enfrentaba este felino y que continúa siendo una amenaza a su supervivencia.
Actualmente el jaguar se encuentra en la categoría de “casi amenazada” de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Mientras que en México, según la Semarnat, está catalogado como una especie en peligro de extinción y su cacería está vedada desde 1987 y puede ameritar una pena de 1 a 9 años de prisión. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) lo considera un felino cuya conservación es prioritaria.
A pesar de esto, el hallazgo del cuerpo de Pac-Man no se reportó en un comunicado de alguna dependencia ambiental y la Profepa tampoco interpuso una denuncia penal ante la Fiscalía General de la República.
El tráfico ilegal chino llega a México
Entre 2014 y 2018 la incautación de cientos de cabezas y colmillos de jaguar en América Central y América del Sur resultó en una cobertura mediática mundial que sugirió que los traficantes están comerciando con partes de jaguar como sustituto de las partes de tigre para satisfacer la demanda de la medicina tradicional asiática, según la investigación Illegal trade in wild cats and its link to Chinese‐led development in Central and South America.
La incautación de artículos de jaguar ha incrementado de 1991 a la fecha, y la mayoría de ellos fueron colmillos. En Estados Unidos, un colmillo de jaguar puede llegar a costar entre mil 500 y 5 mil dólares en China, al tiempo que el conjunto de piel, garras y genitales se pagan entre 2 mil y 3 mil dólares a nivel local, en Shanghái, China, el costo alcanza de los 10 mil a los 20 mil dólares.
Según esas misma investigación, alrededor del 34% de los reportes de incautación estuvieron vinculados a China. Aparentemente los traficantes aprovechan la pobreza y los altos niveles de corrupción en los países de origen para motivar a los habitantes locales a participar en actividades ilegales y a contribuir al crecimiento de este mercado.
Por ejemplo: los chinos contratan a los pescadores furtivos de la Península de Yucatán para extraer pepino de mar; lo mismo sucede en el noroeste con la totoaba. Esta mecánica la documenta el libro Tráfico de animales, comercio ilegal en México.
Protector natural del ecosistema
El jaguar es una especie que ayuda a mantener un ecosistema sano. Cuando desaparece de las selvas y bosques, sus presas que son generalmente grandes herbívoros quedan como amos del paisaje y consumen especies vegetales sin control. Ello altera la composición y estructura de las selvas, de los suelos, afectando los cauces de ríos y, por tanto, tiene un efecto en cadena sobre otros seres vivos.
Para México eso significa perder a un protector natural de las selvas y bosques. Cuidarlo significa asegurar la permanencia de corredores biológicos fundamentales para México y América que, a su vez, nos dan servicios ambientales que van de la generación de oxígeno, agua y medicinas.
Para revertir este problema, se lanzó el Plan Jaguar 2030, conformado por 18 naciones junto con las organizaciones WWF, PNUD, WCS y Panthera. Según WWF México, el plan busca proteger las áreas naturales, fortalecer los corredores biológicos, desarrollar políticas públicas que coexistan con el entorno natural, trabajar con las comunidades y combatir la cacería ilegal. (Fuente: infobae.com)