ESTADOS UNIDOS.- Cuando el todavía presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quiso apagar este miércoles el incendio –a golpe de tuit, como acostumbra–, ya era muy tarde, publicó 20minutos.es.

Él mismo ha ejercido de pirómano profesional desde el pasado 3 de noviembre, cuando perdió democráticamente las elecciones de Estados Unidos ante Joe Biden y se negó a reconocer la derrota, pasando por encima de la señora democracia para mantenerse en el despacho de la Casa Blanca. Lo ha intentado de todas las maneras, bordeando el límite de la legalidad, a su estilo: presiones, insultos y arengas incendiarias a sus acólitos, que le siguen con los ojos cerrados.

Este era el ‘gran día’, posiblemente el último cartucho del delirio: el Capitolio debía certificar el triunfo de Joe Biden y Trump tenía un plan con dos vías para impedirlo. Por un lado, convencer a su vicepresidente Mike Pence para que rechazase la confirmación de la victoria de Biden en el Congreso. Pence, cuerdo, se negó: “Es mi juicio meditado que mi juramento de apoyar y defender la Constitución me impide reclamar autoridad unilateral para determinar qué votos electorales deben contarse y cuáles no”.

A Mike le cayó la bronca tuiteada de su jefe, que salió después al aire libre para arengar a sus fervientes seguidores, preparados para una “marcha salvaje”, como el propio Trump había bautizado unos días antes.

Donald siguió erre que erre: “No cederemos nunca, nunca concederemos la derrota”, dijo a los miles de manifestantes congregados a las afueras de la Casa Blanca. “Detendremos el robo”.

Y al final, después de tanta gasolina vertida, fuego: los seguidores de Trump alcanzaron el Capitolio, superaron los sistemas de seguridad y entraron en el edificio, donde a esa misma hora se reconocía el triunfo demócrata. No hubo tal, pues la violencia obligó a suspender la sesión y evacuar a varios miembros del Congreso, como la presidenta Pelosi o el propio Mike Pence. Buena parte del resto de políticos se escondían en sus propios despachos. “Nos están diciendo que guardemos silencio, no puedo creer que tenga que escribir esto”, escribía uno desde las redes sociales.

En ese instante, las informaciones se sucedían y los rumores volaban: uso de gas, seguidores de Trump paseándose tranquilamente por el Congreso, orinando en sus pasillos y disparos que produjeron, al menos, una mujer herida por disparos de bala que ha fallecido horas después.

En el exterior, la alcaldesa de Washington intentaba poner orden con los recursos que le quedaban: decretando un toque de queda a las seis de la tarde y ordenando el despliegue de la Guardia Nacional.

La situación, televisada a todo el planeta, era increíble y muchos políticos estadounidenses, de un lado y otro, reclamaban calma ante la “vergüenza”.

La respuesta tuitera de Trump llegó poco después, pidiendo paz, respeto para la policía”.

La de Biden, muy serio y repitiendo varias veces la palabra ‘dignidad’, fue contundente: “Exijo que este asalto cese y pido a Trump que defienda la democracia. Está en el límite de la traición a su pueblo. Esto es una insurrección”.

Y de nuevo Trump volvió a hablar, 70 segundos en versión vídeo, reclamando “paz y tranquilidad a mis queridos seguidores” y manteniendo vivo el fuego: “Nos han robado, lo saben”. (Fuente: 20minutos.es)

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