Por Rafael Briceño
CHETUMAL, MX.- Para contrarrestar el deterioro que presentan los mascarones de Kohunlich, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Quintana Roo inició un proceso de restauración que permita constituir un proyecto de intervención integral y activo, no solo emergente, con restauradores de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC).
Desde finales de la década de 1960, cuando fueron descubiertos por el arqueólogo Víctor Segovia, los mascarones del Edificio A1 de Kohunlich han sido motivo de estudio e intervenciones por distintos equipos de conservación, debido a que por las características de los materiales con que fueron elaborados y el clima del sur de Quintana Roo, representan uno de los grandes retos de la restauración mexicana.
Desde hace un mes, de acuerdo con el proyecto presentado por la delegación a cargo de Margarita Molina Rendón, un grupo de especialistas, dirigido por la restauradora Patricia Meehan Hermanson, realiza una temporada de campo con el propósito de mitigar el deterioro de estos rostros mitificados, concebidos hace más de un milenio por la cultura maya de las llamadas Tierras Bajas Centrales.
Cabe recordar que en los años 2018 y 2019 se hicieron algunas supervisiones al estado de preservación de los cinco mascarones, determinándose que su deterioro avanzaba de forma dinámica y con base en la información y recursos devengados de un seguro, los cuales fueron gestionados por el Centro INAH Quintana Roo, desde hace un mes Patricia Meehan, Gabriel Severiano Flores, Alejandra Candela del Liñán, Karla Martínez López, Viridiana Sánchez Ramírez e Inés de Ángel Mejía trabajan en el llamado Templo de los Mascarones.
Los restauradores se han concentrado en los mascarones 2, 3 y 4 sur del Edificio A1. La intervención directa comenzó con tareas de limpieza y siguió con el fijado de escamas que han proliferado en zonas con estuco original, mediante morteros a base cal; mientras que en aquellas muy pequeñas se ha aplicado de manera puntual metilcelulosa, un adhesivo neutro.
A la par de recuperar mediante resanes la volumetría perdida, el equipo sustituye morteros de sacrificio que mitigan la disgregación de los materiales constitutivos de los mascarones, problema generado por la migración y cristalización de sales.
La restauradora Patricia Meehan explicó que los cinco mascarones recubren los cuerpos del basamento de la fachada oeste, decorando el frente en los costados de la escalinata, de ahí que sus dimensiones varían y disminuyen conforme se asciende por los peldaños, oscilando entre los 2.5 y 3 metros de altura y 3 y 4 m de largo.
El talud del basamento estuvo concebido para recibir los mascarones, es decir, las esculturas están integradas a la arquitectura y fueron recubiertas con estuco, que es una argamasa de cal con cargas de arena y sascab (un producto derivado de la intemperización de rocas calizas), además de la presencia de carbón resultado de la fabricación de la cal, detalló.
Resulta interesante observar que mientras los rostros que constituyen el área central de los mascarones fueron modelados in situ, las decoraciones laterales fueron modeladas aparte y adheridas posteriormente, como ya han descrito estudios dedicados a su tecnología, entre ellos, los realizados por la restauradora Sandra Zetina Ocaña.
De acuerdo con la especialista, en los mascarones de Kohunlich “se da cita una dinámica compleja que involucra las condiciones climáticas, además de la humedad condensada en la superficie de la construcción y por los pozos de saqueo que tiempo atrás se excavaron de forma ilícita. Asimismo, la consolidación del Edificio A1, durante el proyecto que dirigió el doctor Enrique Nalda, implicó que toda esta humedad nucleada comenzara a evaporarse buscando los frentes más suaves y porosos, los cuales corresponden al área de los mascarones”.
A tales factores se añadió el cambio brusco de las condiciones en las que permanecieron ocultos por siglos los mascarones, tras su descubrimiento y liberación hace poco más de 50 años. Así empezó una carrera a contrarreloj para su mantenimiento, convirtiéndose en una verdadera escuela de conservación en la cual fueron vertiéndose los materiales y metodologías más avanzados para cada época, esto implicó en su momento el uso de polímeros sintéticos como el Paraloid B72 y silicato de etilo, que resultaron contraproducentes a largo plazo, al igual que el cemento utilizado en las intervenciones arquitectónicas y en resanes de los mascarones.
Muchas veces trabajamos a base de prueba y error, por eso es importante dar seguimiento a todas las intervenciones que hacemos”, sostiene Meehan, quien tampoco descarta que el deterioro de los mascarones se haya potenciado en el último par de años por efecto del cambio climático, entre otras causas que pueden involucrar las cualidades originales del estuco, explicó.
Por ello, sin desdeñar la utilidad de intervenciones previas que se han realizado con recursos puntuales, desde la CNCPC se plantea un proyecto que logre un impacto real en la conservación a largo plazo de los mascarones de Kohunlich: “Es de vital importancia que los mascarones se intervengan mediante esfuerzos permanentes, que partan de la investigación y de estrategias claras, debemos ir más allá e integrar toda la información que nos dé el entorno y el bien en sí mismo”, finalizó. (Noticaribe)