De los partidos que concurren a la próxima elección en Quintana Roo, es el Revolucionario Institucional el que tiene el futuro más comprometido: puede ganar todo o desaparecer.

Tras gobernar el estado desde su fundación, el PRI fue derrotado en 2016, más que por una coalición encabezada por un priista maltratado como lo fue Carlos Joaquín González, por el hartazgo social que provocaron los excesos de Roberto Borge, hoy en prisión.

Sin el poder, el PRI perdió su sentido de existencia y empezó a desmoronarse, proceso que pareció acelerarse cuando en 2018 Morena ganó además la Presidencia de la República que provocó una verdadera desbandada de priistas hacia las filas del partido morado y que fueron materia de caricaturistas y moneros dibujando ratas saltando del barco que se hunde.

En Quintana Roo este proceso significó una purga. Una depuración necesaria.

Los que antes controlaban el PRI, hoy están en Morena o sus partidos satélites y desde ahí preparan de nueva cuenta el asalto al gobierno, borgistas y felixistas incluidos.

En el PRI se quedaron los priistas de siempre a quienes les ha tocado tomar el trago amargo de aprender de las derrotas para volver a plantar cara y acopiar fuerzas para tratar de dar la última batalla: reconstruirse o morir.

En estos tiempos en que se necesitan más que nunca equilibrios y contrapesos, el país no se beneficia de la desaparición de una fuerza política como el PRI, pero es obvio que nadie quiere el regreso del viejo PRI que abuso del poder durante tanto tiempo.

En Quintana Roo, lo que quedó de este partido ha pasado ya por un doloroso proceso de depuración, pero aún no las tiene todas consigo porque está enfrentando obstáculos y zancadillas de ex aliados y del sector gobernante que parece haber pactado una elección de Estado para favorecer a Morena y a su candidata.

Es así que en este proceso electoral, algunos priistas que participaron en el pasado reciente con la alianza PRI-PAN-PRD, hoy enfrentan amenazas de la Contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados local de que si no alinean con la coalición PAN-PRD que está postulando a Laura Fernández Piña podrían enfrentar responsabilidades.

Alianza que, hay que decirlo, pareciera una simulación para allanarle el camino a Mara Lezama, pero que no quiere ninguna piedra que pueda obstruir su libreto de cesión pactada del poder.

Ni modo, los priístas que tengan la cola sucia ya saben la línea a seguir.

En este escenario, en el PRI quedarán únicamente los que tengan la conciencia tranquila.

La aparente desventaja de no estar con el gobierno local, puede, sin embargo, convertirse en la mayor fortaleza del PRI porque la persecución de los priístas por parte del gobierno local puede servir a este instituto político para impulsar una nueva generación de políticos con Leslie Hendricks a la cabeza, su candidata a la gubernatura.

En las próximas semanas, cuando avancen las campañas, se verá si el priismo en Quintana Roo aprendió la dura lección impuesta por los ciudadanos que los expulsó del poder y si merecen otra oportunidad, o si pasarán a la historia como membrete.

Pero no hay que equivocarse, el viejo PRI sigue más vivo que nunca y ese ya está en Morena y sus aliados.

Comentarios en Facebook