CAPÍTULO 1

 

Se mira al espejo, sonríe, se gusta, parece relamerse viéndose sus realzadas credenciales, bien sujetadas con wonder bra de última generación. Se le expande la emoción por el sólido cuerpo torneado, disfruta paladear su propia belleza; le place reconocer línea por línea su curva proporción canela, deleitable fibra de sus gracias juveniles. En días así el espejo es generoso, brinda a su deseo la dimensión exacta de lo que quiere mirarse, o contemplarse desde diversos ángulos como la música que baila y suena en todo su departamento, el estruendo la contorsiona sin distorsionar su perfil –eso también cómo gusta. Vuelve a mirar el espejo, sonríe felizmente, inclusive con el bailoteo sus pechos están firmes, se sacuden apenas lo justo, en todo caso vibran voluptuosos. ¡Y son naturalitas!… sueña Romina exclamar algún día con orgullo en la gran entrevista que le hará Cancuníssimo, seguro preguntarán al respecto. Ni sus amigas sinceras y nadie del séquito de fans han cuestionado sus atributos; más bien varios, cuando se podía, veían ese busto con la mirada de quien aprecia una obra de arte viviente.

Yo que tú me aprovecharía de eso de otras formas, dice Gladys irrumpiendo desnuda en la habitación sin alterar a su amiga. ¿Ah sí?, ¿qué me recomiendas para…?… para… ahora que vamos a recomenzar nuestras vidas, pregunta Romina a la música y a su amiga. Pues a ver… ¿qué hay aquí?… esto no… esto menos… mmm… a ver… ¡esto! Gladys alza en el aire una triunfal mini, perfecta, la reconfirma: Y en rojo cashmer, querida. Romina no dice nada, simplemente sonríe, la considera incierta, se la pone con miramientos; fue un avance. A lo largo de media hora la combinó con otras prendas hasta quedar satisfecha; ya con los tacones bien puestos telepáticamente pregunta al espejo el clásico ¿cómo se me ve?, aquel en automático dijo que sería la más bella de la fiesta en el Caribe. Por semejantes confidencias un espejo también es abominable. Pero esa misma verdad también se la dice su amiga pasándole otra cerveza, sin envidia le chulea a Gladys su elección para esa especial noche; irían en plan pecadoras libres, pecatrixes divertidas. Maquillarse fue puro gusto, sin prisa hablan mucho entre ellas y la gente en el chat, todo se les va en detalles de hechos sumamente rápidos, los revisan aderezándolos con un poco de canto mexicano: ¡Neta!… ¿No me digas te cae?, Qué poca, ¿De veras?, Ay a poco, Eso no se vale… ¡Ay no: júramelo! Poco antes de las ocho y media ya están listas. Se van de reventón y esta vez no a los antros usuales en Playa; ponen en marcha un plan que comenzaron hace una semana, la comisión por una buena venta las decidió a darse un gusto pospuesto por meses: pasarse una noche inolvidable en las discos de Cancún. Ya bien dispuestas en los asientos del encendido Sentra rojo, los glamorosos labios de ambas brindan un fresco trago con la luna, que acompaña su salida; se ríen de su buena suerte, su gran celebración apenas comienza.

 

Abren otra cerveza cuando pasan el hotel Maya’s Palace. Jocosas van comentándose mensajes y tweets que reciben cada minuto, cada 30 segundos de foto, cada 144 caracteres del tiempo. Al mismo tiempo Gladys busca en su cajita musical, algo que ignora pero que recuerda, bebe y maneja, todo sale bien, hay poco tráfico en el camino iluminado. Romina se concentra en su pantalla personal, suelta musicales frases al aire: ¡ay no es cierto! Canta de repente: ¿a quién le impooorta / lo que yo hagaaaa? Da generosos sorbos a la cerveza, voltea a ver a su amiga y de repente le grita como loca: ¡Ya vamos a tener nuestra gran fiesta! Y suenan chillidos explosiones de gozo, risas, y así de súbito vuelve a hundirse en su pantalla y calla.

Por unos instantes en la cabina solamente se oye música según Daft Punk. Gladys se aburre al minuto con once segundos, vuelve a buscar cualquier otra en la lista infinita, no importa escuchar sino distraerse, buscar… a ver qué tanto tienes. Descubre un título, va a echar a volar el single cuando un instinto profundo desde una región ignota de su cuerpo, la obliga a mirar la carretera. Enfrente y a corta distancia está una mujer alta, cachetona, fofa y de bucles güeros, la muchacha la cree fugada de una clínica, por lo menos de un museo dadaísta por la verde bata grotescamente abierta, la trae al revés, más que cubrir a esa aparición perdida en medio de la autopista, más la desnudaba. En los siguientes segundos Gladys toca fuertemente el claxon a una mujer, piel textura de leche echada a perder propia de quien tiene rollizas carnes desde hace generaciones; a 145 km por hora la ve de edad avanzada, ella sólo quiere frenar al sentra.

 

Al siguiente segundo Gladys grita ¡¿Qué es esoooooooo?! Las dos eran miradas por aquellos ojos azules perdidos en la carretera. Entre sus gritos distingue que les dirige unas palabras, sin prisa, como si las estuviera esperando, ella cree ver que les dirige unas palabras sin prisa, como si las estuviera esperando, esa voz decía algo que nunca esperó oír y menos entender: Ven, ven aquí, sígueme. Gladys no deja de tocar el claxon y pega más gritos: ¡Quítese vieja loca quítese! Romina al fin se distrae de sus labores, mira a su amiga, le ve el miedo encajado en el rostro, sus ojos terribles de tan saltones mirando al frente. Romina voltea, también ve las invitadoras señas de la mujer en bata corta, le ve ciertos pelos descuidados. A punto de impactarla Romina también grita desaforada, en la fatalidad alcanza a reconocer el fuerte parecido de la mujer gorda, con una de sus tías en Chicago.

 

A dos metros de darle de lleno, la extraviada sonreía descarada; las chavas no pudieron reconocer si placenteramente, relajadamente, satisfactoriamente y tantas y tantos mentes mientras ellas daban alaridos. ¡Cuidado pendeja! ¡Ay no, ay, ay por dios! ¡Esquívala! No entendían nada, como se dice que sucede si tan de pronto cualquiera se encuentra con la muerte. Gladys tiene una reacción repentina, da un fuerte “volantazo” a la derecha y libra a la mujer en bata descarada; al desviarse pierde el control y el sentra se incrusta debajo de un pesado “tornton”, que iba despacio delante de ellas, a 70 por hora en el carril de baja velocidad. Ambas sucumbieron al instante del brutal impacto, duro, mortal; por poco matan del susto al par que iba en el camión; para no impactarse con un colectivo unos 20 metros adelante, el chofer maniobró duramente, se salió de la carretera llevándose entre la cola un sentra rojo, con dos bonitas chavas a bordo para entonces ya sin vida.

 

Los del tornton, los pasajeros de un colectivo rumbo a Playa, otros que iban a Cancún, uno de un Cavalier blanco varado a 30 metros de la escena y otros testigos involuntarios del accidente, al ser posteriormente entrevistados por Pietro Ferriz Ekab, reconocieron no haber visto nada extraño, que sí oyeron enloquecer de repente el claxon del sentra, segundos después vieron el brusco giro con que se fue a embutir bajo el tornton. Nadie dijo haber visto una mujer con facha de haberse fugado de un centro de meditación. Una niña dijo muy seria “yo sí vi alguien había una señora güera en la carretera”. Pero a los niños nadie les cree, menos de noche, peor aún si tienen tres años y distinguen figuras reprimidas por la gente adulta, como la muerte. Luego, en el colectivo la chamaquita lo volvía a contar a su madre, la joven la oía como quien oye llover. ¿Ah sí?, ah… ¿y qué más? Y algo nota a su alrededor que la avergüenza; un gordo señor canoso enfrente de ambas, un isleño en extremo solemne como esfinge oía a la niña; repentinamente la mira mientras piensa: pinche escuincla mentirosa, tan chiquita y mírala… Eso fue lo que la mamá soltera le vibró, esa ocasión sin equivocarse.

 

Ilustraciones:  Andrés Morales

 

Playa Xamán Há, 2012 

La Bellavista SMA, 2023

 


RODRIGO DE LA SERNA

1961. Mazatlán, Sin. Estudió Letras Inglesas (FFYL-UNAM); escribe narrativa, ficción y ensayo. Entre sus libros publicados destacan El océano y las manos (poemas, 1995); Las autorías ocultas y Los pasos visibles–La democracia al norte de Quintana Roo, (ensayos, 2006-2007); las ficciones y prosa reunidas en El resplandor y la sombra (2010). Fue becario del FECA-CONACULTA (“Viaje a la poesía a través del tiempo”, 1998). Su obra como articulista abarca de 1992 a 2022. Noticaribe publicó su novela Nueva Pleitesía en entregas semanales (2014-2015). Desde 2016 vive en San Miguel Allende.

 

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