CAPÍTULO 2

 

El sábado en la mañana desde muy temprano a Malú le llegan mensajes urgentes a su red; todos le avisan de la muerte de Romina, su hermana mayor, y de una mujer que iba con ella; había sido un choque en la carretera. Le preguntan si ya sabía, que si era cierto; al tercer mensaje Malú corre a avisarle a la familia. Luego sonaron todos los teléfonos. Rápido comprueban que era verdad, se sumen en la desolación, la bella Romina de Playa se había matado en la carretera. Ignoraban quién era su acompañante, no conocían a Gladys, acaso una vez Malú se la oyó nombrar pero no recordaba de qué. El accidente junta a la familia de ambas en el SEMEFO, local poco recomendable para veranear o conocerse una tarde de sábado, cuando llegaron los parientes de Gladys desde Chetumal. Se conduelen con respeto, se entienden en momentos que la cordura está abrumada, dolida, cuando baldado se siente uno por todas partes. Acuerdan sepultarlas el lunes, juntas, en el panteón municipal, previo velorio en una funeraria del centro. Por su parte, la familia de Gladys, chetumaleños de antes, querían poner una cruz en el lugar del accidente, con un breve retablo en metal in memoriam de su hija y su amiga; se lo comunicaron a los otros deudos. A excepción del padre de Romina, indiferente, el resto dijo que les parecía correcto, lo agradeció sobre todo la abuela.

 

 

Los funerarios hicieron maravillas en apenas unas horas, influyó la buena cantidad extra que sin problema el pariente de Gladys puso de su bolsa, él mandaría poner el retablo en la carretera; antes de medianoche los cuerpos y rostros de ambas están presentables en sus respectivos ataúdes. Se les veló desde entonces. No se presentaron muchas personas quizá debido a la hora, la premura de los hechos, sin embargo, quienes ahí estaban confirmaron que la primera risita se oyó como a las tres de la mañana; otras dijeron que antes, porque no había pasado todavía el camión de la basura. Solamente Malú registró en su percepción, la hora cósmica en que se oyeron risitas provenientes del cuerpo de su hermana. Su familia también las reconoció: eran de Romina, oficialmente declarada fallecida un día antes. A quienes no la conocían, también les quedó claro que la risita había salido de su féretro, no del otro. Extrañamente causó más sonrisas que temor, cuando lo común es que a las 3:09 de la madrugada cualquier sonido procedente de un cadáver espante al más bragado. Poco después comenzaron a llegar otros allegados y parientes; transcurrieron lamentaciones, silencios regados con llanto mientras la pérdida cosechaba rotas voces. Llegaron sombras a instalarse en un rincón, algún allegado con fuerte aliento alcohólico, tal vez eran dos; nada ni nadie sobresalía, encuadraban con la catrina decoración de un velorio desvelado. Los apestados fumaban afuera.

 

 

Al momento de esa risita, en el bar La Matancera está un grupo de hombres en gran festejo; acaban de cerrar un buen trato, piden otra botella, son horas que ya pueden dedicarse a otras actividades. El grupo se disgrega, un par de ellos sigue felicitándose mutuamente por haber cerrado bien el negocio. En la descomunal sensación que genera el éxito, Gilberto de sopetón le dice a Rojer que lo espere un momento, va a traer la cereza del pastel: Ora verás. Acostumbrado a ese y otros desplantes de su amigo, Rojer le echa porras: ¡Así lo hacemos los triunfadores! Y su amigo cumple trayéndose a la mesa un flamante par de güeras de verdad, mujeres de nacimiento y con muchas ganas de fiesta. Todo confluía en el orden que se habían imaginado: buen cierre de contrato, expectativas superadas, gol, triunfo… tocaba disfrutar buena carne escanciada con sabroso licor y nieve colombiana. Todo fluye, la simpatía es compartida, buenas bromas, el festejo con uno, dos, tres, n… tragos, polveadita en el baño, uno, dos, otro trago, otra polveadita; a ambos les place saber que en poco tiempo estarán en la cama, donde quieren estar desde que las vieron; otro trago.

 

 

27 minutos después de las 3:09 am, Romina volvió a reírse. Esta vez la oyó todo mundo en el velatorio. El susto espolea la piel y espalda de cada persona, helados acicates fúnebres recorren a hombres y mujeres. Las reacciones comienzan con murmullos, elevan el siniestro sollozo que reza ave maría llena eres de etcétera. El de aliento alcohólico contaba a su pareja una remembranza para él chusca, del entierro de su abuelo en Tejones; al oír la risita de Romina se interrumpe, de colofón dice con miedo burlón: ¡Miren que hasta ésta se ríe de lo que le pasó a mi abuelo! Para la tía de Gladys, mujer de antes y ya de unos 81 años, la risa fue una señal macabra; nunca le había pasado algo así en su vida, se puso mal, mal, más mal aun, pidió que le echaran aire; un instante después le dio un soponcio, el velorio entró en un clímax inesperado. El pariente que había pagado la fuerte cantidad para embalsamar bien a las víctimas y no se presentaran imprevistos de cuerpo inerte, aún con el susto encima tomó la situación como burla a su buena fe, se fue directo a buscar al responsable. Y aunque Malú también se asustó mucho, la risa de su hermana le significó algo distinto; desde ahí intuyó Mi hermana quiere decirnos algo.

 

 

A la misma hora, unas rubias que en La Matancera deleitan a un exitoso par de emprendedores, de pronto cambian de humor. Una responde agresiva (todo en lengua escandinava), a una inocentada dicha por Rojer en inglés de playa; la güerota le arroja el trago en la cara, se pone de pie y furiosa exige a su amiga que se vayan ¡pero ya! En segundos la otra se pone brava, con el mismo humor de perros la sigue incondicionalmente. Los amigos quedan pasmados, luego llega un mesero ofreciendo una toalla, pregunta si están bien, si les trae algo más. Reaccionan, con desgano piden otra ronda, los domina el chasco, el mal humor, se sienten desubicados, burlados. Gilberto pide a Rojer la verdad, ¿Qué le dijiste que se enojó tanto? Aún secándose, aquel juraba que sólo había comentado con gusto el último gol que anotó la selección mexicana contra los alemanes, poco después la güera comenzó a mirarlo raramente y de improviso explotó: “¡Farsante mentiroso eres un puto!…”, que Rojer no entendió tal cual pero a eso le sonaron; luego le arrojaron el whisky a la cara. Hacia las cinco de la madrugada ambos se despiden tratando de ser positivos: ¡pero ganamos el contrato! Por dentro van devaluados, disminuidos, raro en un par que se las sabe, de todas, todas. Y la incomodidad, la mala leche, sentirse tensos e intranquilos, les durará hasta el lunes por la tarde, cuando tengan que ir a Cancún por cuestión de negocios.

 

Ilustraciones:  Andrés Morales

 

Playa Xamán Há, 2012 

La Bellavista SMA, 2023

CAPITULOS: I


RODRIGO DE LA SERNA

1961. Mazatlán, Sin. Estudió Letras Inglesas (FFYL-UNAM); escribe narrativa, ficción y ensayo. Entre sus libros publicados destacan El océano y las manos (poemas, 1995); Las autorías ocultas y Los pasos visibles–La democracia al norte de Quintana Roo, (ensayos, 2006-2007); las ficciones y prosa reunidas en El resplandor y la sombra (2010). Fue becario del FECA-CONACULTA (“Viaje a la poesía a través del tiempo”, 1998). Su obra como articulista abarca de 1992 a 2022. Noticaribe publicó su novela Nueva Pleitesía en entregas semanales (2014-2015). Desde 2016 vive en San Miguel Allende.

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