Mandado cumplido | Por Rodrigo De la Serna (VIII)

Un día cualquiera unas personas ingresan a realidades aparte en su propio mundo. Para algunos es insoportable, para otras sólo incomprensible; y hay quien vive lo imposible como parte de lo diario. Esas personas se reconfiguran, viven cambios drásticos, encuentros atemporales con abrumadores seres volátiles, que de pronto se vuelven muy cercanos. Los hechos en principio escapan a la lógica, la realidad se funde con la ficción, la Historia no es la oficial. Sin embargo, los hechos relatados muestran el sentido común posible en la realidad aparte.

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Capítulo 8

El centro de recuperación holística-mental es la filial Caribe de la Sociedad Filantrópica Global para el Desastre que Hay en Todas Partes, por supuesto apoyada por B. Gates, Pfeizzer-Bayer-Monsanto, el trust Slim y Discovery Channel. El edificio, una arquitectura recostada que parece dormitar entre los verticales inmuebles que rodean la ciudad; y a todo lo rodea la selva, tantito se descuidan y los devora. Ahí se presenta Malú un día después de tomar la decisión. Al llegar a la caseta del portón inaccesible, se le traba la lengua. Cuando finalmente creyó expresarse con coherencia, vio que el guardia de seguridad le hacía señas: no te entiendo nada. A través de la ventanilla le repite ¿Que qué?, ¿qué dices? Y Malú vuelve a decir lo que ensayó, en voz baja y de 3 a 4 pm, en el colectivo hacia Cancún: “Mi nombre es Malú G… N…, vengo desde Playa porque tengo que decirle algo a Gil, el que trajeron hace tiempo y… que lo tienen preso por enamorarse mucho, y por lunático dice mi tío que…” El guardia la corta: No no no niña, aquí no hay presos, este es un sitio de re-cu-pe-ra-ción ¿entiendes?… ¿a quién dices que vienes a ver? A uno que trajeron de Playa… dicen que se está quedando loco pero no es cierto Gil anda perdido nomás, le traigo un llavero del aire, uno que le falta. El guardia lo oyó como nombre de videojuego, un nuevo modelo de celular, se sonrió; platica un rato más con la joven, le cae bien pero no deja de verla como muchachita entre aburrida y rarita… “esos pelos”, y como que quería entretenerse en algo… Y mírala bien mentirosa que es, vaya cuentote está echándome quesque pa’ que entre y se recobre su conocido… Los interrumpe un suntuoso lanchón que desea ingresar a la clínica; el empleado abre la reja y sale disparado, atiende al señor de una poderosa Escalade. A unos tres metros, Malú lo ve de canas verdes, abotagado, de finos anteojos, corbata, bigotillo a lo Emilio Tuero. Buenas tardes señor Treviño ¿cómo le va hoy?, dice el guardia mientras revisa la acreditación. Bien, bien gracias, responde el conductor mirando a la muchacha que aguarda al pie de la caseta de seguridad. Desde que Malú lo distinguió sintió una campanada en el hígado. Qué raro… a ese ruco se le siente buena onda. El guardia le regresa a Treviño su registro, dice Adelante señor; pero el director de compras corporativas lo llama con discreción y pregunta: Oiga ¿y esa muchachita quién es? Quién sabe no sé señor llegó hace ratito pero está tan loca como unas de allá adentro, n’hombre… si la oyera… estaba contándome una historia enredadísima no se imagina usted quesque porque aquí tenemos preso a uno que se volvió loco de amor, no hombre ¡si pa qué le cuento! Sacudía la mano como guitarreando una jarana, se echó a reír sin importarle la solemnidad del visitante. Ya iba a irse a su asunto, cuando un impulso inaudito lo lleva a interrogar de nuevo al guardia: ¿Y a quién dice que viene a ver? Quesque a un tal Gil pero yo no tengo a nadie con ese nombre en mi lista, tampoco en la otra… Era cierto, pues al paciente de la Sociedad Filantrópica Global para el Desastre que Hay en Todas Partes, se le había registrado con sus dos nombres: Raúl Gilberto; a la gente ahí hospedada se le reconocía siempre por su primer apellido y nombre. El uniformado sigue refocilándose, Treviño agradece y arranca, estaciona el súper coche, baja y con prestancia regresa a la caseta; pide que se le permita un momento con aquella muchacha. El guardia, familiarizado con la siempre sobria presencia de Treviño en sus visitas al centro, con algo de sorpresa dijo por supuesto, no hay problema, adelante.

 

Estaba acostumbrado a todo tipo de fauna, leones, medi@s hermanas y hermanos, lobas, cuñados, borregos, empleados y jerarcas que se creen tigres, suegras, tlacuaches, gallos, hienas… el bestiario del mundillo de negocios y familias acaudaladas. Treviño hace la taxonomía al espécimen que tiene frente a sí; la ve como una liebre. En tales lides salía triunfante en un 96% —al porcentaje restante lo consideraba pérdidas prescindibles, las más de las veces clientes ñoños o peor aún: sin honor. Sin embargo, con algunos jóvenes y adolescentes esa facilidad no se le daba igual, era un escenario que excluía de su campo de acción práctica; por tanto, casi todo el universo juvenil lo excluía. No obstante, se entendía bien con universitarios que saben lo que quieren, como sus sobrinos del tec, sus ahijados en la uag… En cambio, con otros, como los hijos de su hermana más chica, sus sobrinos de Múzquiz, no entendía nada, en especial su música, su ansiedad por creer en el video como un arte, esas preferencias pseudo literarias vía internet. Ese distanciamiento unilateral había comenzado en su pequeña ciudad natal; tuvo que disimular mucha de su curiosidad juvenil ante los cometidos familiares. Décadas más tarde, ya sobrepasando los 49, hubo muchas veces, al rasurarse por ejemplo, que preguntaba a sus ojos si había tenido una juventud —la época que implica gozos, derechos, inconciencias, celebraciones, desnudez y demás fiestas como el amor libre. ¿Sería él diferente a como acostumbra comportarse desde hace 32 años?, con su señora de siempre, los hijos de siempre, el mismo día siempre. De muchacho así se le hizo entender el mundo, conceptos prácticos vía su padre, tíos, el abuelo patriarca y la demás estirpe, también afincados en Monterrey; si los aplicaba nunca tendría problemas. Cumple tus obligaciones y deberes… ten buena organización para que después ganes y disfrutes, son horarios invariables… y chínguele m’ijo chínguele, habrá desilusiones, no se preocupe, las compensan las ganancias… tú haz tus cuentas, no te olvides de los reportes… haz tus cuentas, no te olvides de los reportes… son la base del mundo que funciona. Y ya bien entrado en su otoño de repente en ese estructurado sistema de pensamiento, algo muy aparte había llevado a Treviño a interesarse en el fatal asunto sucedido a sus proveedores, sus consecuencias hasta ese día, meses después del trastorno inicial. Dentro de sí, vio un relámpago amable cuando el guardia dijo que la muchacha venía a ver a un tal Gil —como le decían sólo sus más allegados. Aparecía otra pieza del rompecabezas, el que armaba a veces con mucha lástima, en ocasiones le resultaba fascinante; había tenido noches en que lo abrumaba un temor intenso, no podía escapar de la madrugada en que murió Rojer y Gilberto enloqueció por partida doble. En su cruzada personal, en realidad no ha pensado como piensa: prácticamente, metódicamente, lucrativamente; por una vez en su vida está atendiendo sus impulsos, su iniciativa propia en un asunto a todas luces incomprensible, cosas que hasta hace poco no le importaban para nada, no les veía utilidades ni siquiera a mediano plazo. Ahora siente una desconocida familiaridad en Malú, la impresión se descompone al verla encender un tabaco… fumaba la chamaquilla, primera variante que no había considerado.

—¿No estás muy morrilla para fumar?

 

—¿Y usted no está muy ruco para meterse en vidas ajenas?

 

(…)

 

—A ver, dice el guardia que vienes a ver a Gil, que tienes algo para él, ¿es cierto eso?, ¿tú lo conoces?

 

—Sí, así es. ¿Y a usted qué?, ¿quién es? ¿Es el doctor o algo así?

 

RISITAS DE TREVIÑO – NOTORIA MOLESTIA EN MALÚ

 

—No, no, qué voy yo a ser eso, no m’ijita, yo soy amigo de Gilberto, me llamo Ramón, Ramón Treviño para servirte, ¿y tú quién eres?

 

—Me llamo Malú.

 

—Ah… pues mira: yo soy muy amigo de él, ¿y qué es eso de que tienes algo para él? ¿Tú eres pariente… su familiar? ¿Sabes?, en estos lugares no es sencillo hacerles llegar cualquier cosa a los… a los…

 

—¿A los prisioneros?

 

—No, no lo digas así, ellos son… pues… ellos ahora están mal, están como decaídos, como aquejados, necesitan ayuda pero no están presos ni mucho menos. ¿Entonces por qué quieres ver a Gilberto?, ¿es pariente tuyo?… ¿Qué libro llevas ahí?

 

EL SILENCIO DE MALÚ MOLESTA A TREVIÑO

 

—¿Por qué no contestas? A lo mejor puedo ayudarte, dime bien quién eres, yo ya te dije que soy amigo de Gilberto, es más: soy el único que puede verlo desde que su raza se fue a México; trata de confiar en mí, yo también quiero que se mejore y se vaya a su casa.

 

—Soy amiga de su hermana. Y este libro es Momo… ¿Usted de qué lo conoce?

—De trabajo, aquí en Cancún, y también de Playa, donde vivía él; hacíamos negocios, a veces nos veíamos allá pero más seguido aquí en mi oficina.

 

—¿Cómo sé que no me está echando mentiras? Es bien fácil inventarse historias de esas…

 

—École, es cierto, mírala… bien abusada ea… mira, esta es mi tarjeta, llama cuando quieras, o ve a la oficina, verás que no te miento, ahí te dirán de lo que hacíamos Gil, Rojer y yo.

—¿Conocía al amigo de Gil, al que mataron en los tacos?

 

—Claro, también éramos amigos.

 

—¿Y usted por qué está aquí si no es familia de Gil ni del amigo?

 

—Ya te dije que éramos amigos, buenos amigos de negocio… ¿sabes que Gilberto ya no tiene quien lo cuide aquí?, su tía y su papá llegaron después de que todo se descompuso, a los tres meses tuvieron que regresarse porque ya no tenían dinero, ni para ellos ni para él, ahora soy yo el que está a cargo. ¿Ves por qué me interesa si tienes algo para él?, porque dices que eso le va a ayudar ¿no?, eso me dijo el guardia.

 

—Lo que traigo es solamente para Gil, para nadie más.

 

—Pero niña, vamos… ¿qué puede ser como para que yo no lo sepa?, ¿no me estás hablando de drogas verdad?

 

—Bueno señor lo siento, ya me tengo que ir, ya se me hizo tarde…

 

MALÚ ECHA A ANDAR. TREVIÑO TITUBEA, REACCIONA, VA TRAS ELLA

 

—¡Espera!, ¡espera… tú! (¡¿cómo dijo que se llama?!) este… ¡Marilú espera! (¡carajo!), espérate mira, espera, hagamos esto, espera… está bien, no me digas todo pero a ver… ¡ya espérate pues!, ¡‘tate en paz niña!, recuerda que no soy solamente yo quien decide, tenemos que informar a los del centro… pero a ver… mira: si realmente quieres decirle algo a Gilberto, y que conste que tú dices que le ayudará ¿eh?, entonces debemos planearlo bien, vamos a hacerlo bien… yo te creo, está bien, te creo, pero no vas a pasar así como así, ni yo haré cosas a escondidas… así que hagamos esto: vamos a platicar más del asunto, lo que debes hacer —no, no, así no, perdóname—, mira… más bien tú puedes decirme algo, al menos algo como para que yo me convenza… y luego convenza a la doctora Leocadia de que pases conmigo, si ella no autoriza no pasas, ahí te lo haya; hoy por lo pronto no vas a pasar, y menos con lo que ya le contaste al guardia… tendremos que hacerlo después, hoy no; así que yo entraré a visitar a Gilberto y pondré a la doctora en antecedentes… ¿y mientras tú qué vas a hacer?… no sabes… mmm a ver, a ver, ya sé: espérame aquí… ‘ora verás, se me hace que sí, ya es necesario que Gil reciba… mmm, algo distinto, otra ayuda, lo de aquí ya no me convence, mira mi’ja: yo sí te creo que tienes algo para él y que es sano, entonces créeme, vamos a ayudarlo pero de otra forma.

 

Malú no era fácil de convencer, y menos desde que el viejo la había llamado con otro nombre. Pero en parte la persuadió cuando dijo aquello de no hacer cosas a escondidas, ella tradujo: “no le gustan las cosas chuecas”, abstracciones que una chava ya reconoce si le salen con motivos ocultos. Vio en el rostro del hombre canoso un sincero deseo por ayudar a un desamparado, el mismo destinatario de su encargo. Acordaron verse más tarde en un Denny’s de Cancún; Treviño visitaría a Gilberto, luego se encontrarían para entenderse. Malú no tomó a mal que Treviño le ofreciera dinero para el taxi, solamente hizo un elegante mohín al ejecutivo samaritano: Eso no es necesario. Medio desconcertado, el hombre se despidió con espontaneidad.

 

—¿Sabes?, en verdad qué bueno que al fin hay alguien que quiera ayudarme, hasta hoy eres la primera persona que se interesa en Gilberto en mucho tiempo.

 

Ilustraciones:  Andrés Morales

 

Playa Xamán Há, 2012 

La Bellavista SMA, 2023


RODRIGO DE LA SERNA

1961. Mazatlán, Sin. Estudió Letras Inglesas (FFYL-UNAM); escribe narrativa, ficción y ensayo. Entre sus libros publicados destacan El océano y las manos (poemas, 1995); Las autorías ocultas y Los pasos visibles–La democracia al norte de Quintana Roo, (ensayos, 2006-2007); las ficciones y prosa reunidas en El resplandor y la sombra (2010). Fue becario del FECA-CONACULTA (“Viaje a la poesía a través del tiempo”, 1998). Su obra como articulista abarca de 1992 a 2022. Noticaribe publicó su novela Nueva Pleitesía en entregas semanales (2014-2015). Desde 2016 vive en San Miguel Allende.

 

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