Un día después de que el huracán Otis tocara tierra en Acapulco, provocando inundaciones masivas y desatando saqueos, la ciudad turística de casi un millón de habitantes se sumió en el caos: los residentes no tienen electricidad ni internet, mientras el número de víctimas sigue siendo incierto.
De acuerdo con un reporte preliminar dado a conocer la mañana de este jueves, el huracán Otis dejó 27 personas fallecidas y cuatro desaparecidas en el estado de Guerrero, indicó esta mañana la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez. De acuerdo con la funcionaria, este es el reporte del gobierno estatal y municipal de Acapulco hasta ahora.
“Eso es lo que más duele porque lo material se puede atender y lo vamos a hacer con mucha responsabilidad, un pésame a todos los familiares y quienes perdieron la vida fue por efecto del huracán”, comentó López Obrador esta mañana.
Según indicó el mandatario, tres de las personas desaparecidas son elementos de la Secretaría de Marina (Semar).
La destrucción demoró una respuesta integral por parte del gobierno, que aún estaba evaluando los daños a lo largo de la costa del Pacífico, y desesperó a los residentes.
La frustración hacia las autoridades parecía generalizada. Aunque se movilizó a unos 10 mil soldados en la zona, no contaban con las herramientas para limpiar las toneladas de lodo y los árboles caídos de las calles.
Cientos de camiones de la empresa eléctrica gubernamental llegaron a Acapulco a primera hora del miércoles, pero no sabían como restablecer el servicio mientras las líneas caídas estaban bajo metros de barro y agua.
Así vivieron turistas el ‘golpe’ de ‘Otis’
Jakob Sauczuk se alojaba con un grupo de amigos en un hotel frente al mar cuando llegó Otis y contó que “Nos tumbamos en el piso y algunos entre las camas (…) Rezamos mucho”.
Uno de sus amigos mostró a los reporteros imágenes de las azotadas habitaciones del hotel, que no tenían ventajas.
Parecía como si alguien hubiese puesto la ropa, las camas y los muebles en una batidora, dejando un destrozo generalizado.
Sauczuk se quejó de que el hotel no les había ofrecido advertencia alguna ni un lugar en el que refugiarse.
Isabel de la Cruz, una residente en Acapulco, trataba de avanzar con un carrito cargado de pañales, fideos instantáneos y papel de baño.
Consideraba que era una oportunidad de ayudar a su familia tras perder el techo de hojalata de su casa y toda la documentación importante en el huracán. “¿Cuándo las autoridades van a voltear a ver al pueblo?”, dijo.
Dentro de un establecimiento, los efectivos de la Guardia Nacional permitían que los saqueadores tomaran artículos perecederos como alimentos, pero hacían esfuerzos inútiles por impedir que se llevasen electrodomésticos, mientras que en el exterior algunos cargaban refrigeradores sobre taxis.
Isabel de la Cruz, una residente en Acapulco, trataba de avanzar con un carrito cargado de pañales, fideos instantáneos y papel de baño.
Consideraba que era una oportunidad de ayudar a su familia tras perder el techo de hojalata de su casa y toda la documentación importante en el huracán. “¿Cuándo las autoridades van a voltear a ver al pueblo?”, dijo.
Dentro de un establecimiento, los efectivos de la Guardia Nacional permitían que los saqueadores tomaran artículos perecederos como alimentos, pero hacían esfuerzos inútiles por impedir que se llevasen electrodomésticos, mientras que en el exterior algunos cargaban refrigeradores sobre taxis. (Fuente: AP)