Por Itzel Chan
MÉRIDA, MX.- El ciclismo en Yucatán es mirado desde el propósito de la movilidad sostenible, principalmente en la ciudad, sin embargo, desde hace décadas hay una estrecha relación de las y los campesinos con las bicicletas.
Maxcanú es una localidad ubicada a 65 kilómetros de la capital yucateca y es el corazón de la siembra de jícama, un tubérculo que ha dado la oportunidad de formar vínculos con clubes ciclistas para crear un circuito de beneficios económicos.
Carlos Baas fue invitado a participar como conferencista en el Foro Nacional de la Bicicleta y ahí comparte cómo el ciclismo de montaña es un medio de empoderamiento de los campesinos de la comunidad.
Lo que puede sonar como una ilusión, Carlos lo platica como una realidad, pues él junto con otros habitantes de la zona crearon un club ciclista que comenzó con un número de personas muy reducido y al inicio recorrían rutas no tan definidas.
Para 2022 se realizó la primera Feria de la Jícama y ahí se dieron cuenta de que había una oportunidad y como parte de las actividades crearon una bici ruta. Fue a partir de ese momento que notaron que se podía vincular a la comunidad ciclista con las y los campesinos, quienes han sido ciclistas natos, ya que el medio de transporte que usan para llegar a sus terrenos de siembra es la bicicleta.
“Nosotros notamos que los campesinos usan sus bicicletas para transportarse y así van a sus milpas, y vimos que hay una estrecha relación con ellas porque les permite recorrer hasta 5 kilómetros o más a sus terrenos”.
El joven describe que la jícama les da identidad y decidieron trabajar a partir de ese rasgo que les distingue de los demás municipios yucatecos.
“Nos dicen jicameros y estamos enamorados de nuestra jícama”.
Al desear compartir la riqueza de los campos jicameros, comenzaron a realizar un censo para saber cuántas personas del pueblo se dedican a la siembra del tubérculo y se dieron cuenta que en realidad la gran mayoría de la población se dedica a esta actividad.
Recorriendo las brechas para llegar a cada sembradío fue como se dieron cuenta que podrían explorar la sincronía bici y campo.
Justo esos caminos que recorren los campesinos son los que forman parte del proyecto emprendido desde el colectivo ‘U lu’umil chi’ikan, que consiste en realizar ferias gastronómicas con diversidad de productos para invitar principalmente a clubes ciclistas.
“En esas ferias los artesanos venden licor, panes, horchata, postres, helados y diversidad de productos convirtiendo al pueblo en la galaxia de la jícama”.
Así les ha llegado un turismo ciclista, uno que al mismo tiempo es responsable con su entorno. Actualmente la ruta para conocer las parcelas es de 30 kilómetros y han acudido más de 300 ciclistas. (Noticaribe)