Por Itzel Chan
MÉRIDA, MX.- En Yucatán el tipo de suelo corresponde a un sistema kárstico, lo cual lo hace más propenso a ser contaminado, por lo que investigadores hacen un llamado más a que el agua de la Península de Yucatán sea conservada.
La doctora Rosa María Leal Bautista, investigadora de la Unidad de Ciencias del Agua del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), explica que la Península de Yucatán posee un sistema de paisaje kárstico único que funciona como un gran reservorio de agua subterránea. Este sistema se comporta como una fuente crucial de abastecimiento para toda la región, ya que los acuíferos subterráneos son la principal fuente de agua dulce en la península.
El sistema acuífero de Yucatán es tan complejo que se pueden encontrar tanto acuíferos abiertos como cerrados, dependiendo de la profundidad y la proximidad a la costa. En algunas áreas, como la zona norte de Yucatán y parte de Quintana Roo, los acuíferos están más conectados con la atmósfera, lo que genera expresiones de agua visibles como los cenotes. Sin embargo, también existen áreas más profundas y aisladas donde el agua subterránea se mantiene oculta, formando grandes reservas de agua dulce esenciales para la región. Expresiones ocultas al ojo humano, pero cuyos beneficios sí son muy visibles.
“La región es rica en materiales carbonatados que, a través de la erosión y la meteorización, han dado lugar a formaciones geológicas especiales, como los cenotes”, comenta la Dra. Leal. “Los cenotes, aunque parecen ser simplemente grandes agujeros o cavidades, en realidad son dolinas colapsadas que almacenan agua subterránea”. Estas formaciones no son solo geométricas; son el resultado de un proceso natural en las que el agua subterránea se expresa a través de formaciones geológicas visibles en la superficie.
La doctora Leal advierte sobre los riesgos que enfrentan estos cuerpos de agua subterránea debido al aumento de la población y la contaminación. “Si bien Yucatán cuenta con una de las reservas de agua dulce más grandes del país, no estamos exentos de los problemas que enfrenta el resto de México”, señala.
“El crecimiento de la población, la urbanización y la expansión de la agricultura e industria han incrementado la demanda de agua, lo que pone presión sobre estos acuíferos”. La infiltración de contaminantes, como desechos domésticos y agrícolas, puede alterar la calidad del agua, lo que hace aún más urgente el cuidado de estos recursos.
Por eso, el trabajo de concientización y educación sobre la importancia del agua es esencial. “La gente necesita entender que lo que hacemos en la superficie, como la forma en que tratamos nuestros desechos, tiene un impacto directo en la calidad del agua subterránea”, explica Leal. “Por ejemplo, muchos piensan que los cenotes están ‘vacíos’ o ‘secos’ cuando, en realidad, están conectados con grandes sistemas de agua subterránea, y cualquier contaminación que llegue a ellos podría comprometer la reserva de agua que tenemos”.
Iniciar este proceso educativo-ambiental debe funcionar en dos vías: enseñar sobre los usos del agua y también sobre su preservación. El agua no sólo debe ser vista como un recurso, sino como un patrimonio que nos conecta con nuestra historia, nuestra cultura y, sobre todo, con la naturaleza que nos rodea. Desde la protección de los manglares y los xuuches, hasta el cuidado de cenotes y aljibes, cada forma de agua tiene un valor que trasciende su función utilitaria.
La diversidad hídrica de Yucatán es un recordatorio de que el agua se expresa en múltiples formas, todas ellas esenciales para la vida. Esta variedad de fuentes es lo que ha dado vida a la península, lo que ha permitido a sus habitantes adaptarse. Aunque, también, es un recordatorio de lo frágil que es este recurso, tan diverso y vulnerable.
Por ello, la educación en el cuidado del agua es fundamental. Inculcar en las generaciones actuales la idea de que cada gota cuenta, que cada pozo y cada cenote son parte de un sistema que debemos preservar, es vital para el futuro del estado.
Así, las diferentes expresiones líquidas que recorren la península, ya sea en forma de cenotes, rejolladas, manglares o aguadas, son más que simples cuerpos de agua: son arterias que alimentan la tierra y a sus habitantes. Si no aprendemos a valorar y proteger este recurso, el futuro se nos escapará como agua entre las manos. (Noticaribe)