Por Itzel Chan

MÉRIDA, MX.- Los carnavales de Kanasín y Progreso, promovidos como celebraciones familiares y espacios para la preservación de las tradiciones, se vieron opacados por enfrentamientos violentos entre asistentes. A pesar de la narrativa oficial que los presenta como eventos de convivencia segura, la falta de regulación en la venta de alcohol y el escaso control sobre la seguridad permitieron que se registraran peleas en plena vía pública, generando temor entre los espectadores.

En Kanasín, lo que debía ser una jornada de fiesta terminó en un zafarrancho cuando un grupo de mujeres comenzó una disputa a golpes antes de que iniciara el desfile. Testigos captaron en video cómo la riña escaló rápidamente sin que las autoridades intervinieran de inmediato para detener el altercado. A pesar de la multitud presente, la pelea se prolongó sin que hubiera una respuesta efectiva para disuadir la violencia.

Por su parte, en Progreso, otra pelea se desató en medio de la celebración. En este caso, la discusión involucró a varios asistentes que pasaron de los insultos a la agresión física, generando un ambiente de tensión en el desfile. La falta de un control adecuado en la seguridad permitió que la situación se saliera de control, poniendo en riesgo a otros asistentes, incluidos menores de edad.

Estos incidentes han reavivado el debate sobre la falta de regulación en la venta de bebidas alcohólicas durante los carnavales. Aunque las festividades son presentadas como espacios de recreación familiar, el consumo desmedido de alcohol ha sido señalado como un factor que propicia conductas violentas. Casos similares han ocurrido en carnavales de otras localidades, donde la combinación de multitud, consumo excesivo de bebidas embriagantes y escasa vigilancia ha resultado en situaciones de riesgo para los asistentes.

La contradicción entre la imagen que los organizadores buscan proyectar y la realidad de los eventos pone en entredicho la capacidad de las autoridades locales para garantizar la seguridad en estas celebraciones. Más allá de los discursos que exaltan la importancia de preservar las costumbres, es necesario reforzar medidas que realmente aseguren un ambiente libre de violencia, donde la convivencia sea posible sin el riesgo de que una pelea termine arruinando la fiesta.

Ante estos hechos, habitantes de ambas ciudades han expresado su preocupación y exigen un control más estricto en la venta y consumo de alcohol. Sin estas medidas, los carnavales de Yucatán seguirán enfrentando el dilema de querer ser eventos familiares, pero sin mecanismos reales para evitar que el descontrol y la violencia empañen las celebraciones. (Noticaribe)

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