La nueva relación del Estado de Quintana Roo con el pueblo maya: salidas del museo etnográfico y la entrada a un pueblo en marcha | Por Gilberto Avilez Tax

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El 5 de junio de este año que finaliza Quintana Roo entró a una etapa inédita en su historia política: el priismo, antes considerado imbatible (e incorregible) desde la concreción como estado del otrora “Territorio”, perdió la gubernatura y otros bastiones de poder estatal, y con esto se asistía a la alternancia y a la posible transición a la democracia en el estado: una democracia, hay que decir, difícil de imaginar y de entender, pero que estoy seguro que su piedra angular no debe estar sino parapetada en la justicia social, modificando las tremendas asimetrías socioeconómicas que existen entre el Quintana Roo turístico y el Quintana Roo profundo.

             La muda en el espectro político, arguyo que tendrá resonancias en varios temas y contextos de la sociedad regional actual. Uno de estos contextos, desde luego, serían las relaciones del gobierno regional con la población maya y con otras etnias del estado.[1] Es decir, las antiguas formas de convivencia y los “pactos” tácitos o explícitos entre el Estado gobierno emanado en la segunda mitad del siglo XX en Quintana Roo, con los mayas de Quintana Roo, tienen que ser modificadas o replanteadas, toda vez que no el autoritarismo sino el diálogo horizontal, plural y democrático, debiera ser la perspectiva necesaria de un gobierno legitimado por las urnas y por los visos de cambio de una sociedad en transformación.

           ¿Y cómo se caracterizaban esas antiguas formas o relaciones entre el Estado gobierno con la etnia maya? En la hegemonía política del Priismo en Quintana Roo, la tónica era similar a la que subsistió con el indigenismo como política pública emanado de la postrevolución a nivel nacional.[2] En el Quintana Roo del predominio priísta, el priismo, frente a la problemática indígena, desarrolló: “[…] su clientelismo a través de rituales participativos y de hechos tales como pagar un desplegado bilingüe en el diario local donde los jefes macehualoob ofrecían su respaldo al PRI para las elecciones de senadores”.[3]

              Sin duda, este clientelismo político, que se ponía en práctica a través de los rituales “participativos”, lo vimos en la reciente campaña política de este 2016. El 8 de abril de 2016, el quien fuera candidato del PRI al gobierno del estado, Mauricio Góngora, fue ungido  en Chancah Veracruz como “Nohoch Sukun (Gran hermano en lengua maya). Con raíces familiares en Valladolid, Góngora se jactó de que sus padres hablaran la lengua maya, y consideraba que los mayas deberían de ver en él a “un aliado de las tradiciones y el desarrollo para nuestras comunidades”. La nota refería que, con este nombramiento, las comunidades mayas aceptaban políticamente al candidato priísta y se cohesionaban en su proyecto de gobierno.[4] ¿En verdad aceptaron los mayas de Quintana Roo, todos los mayas de Quintana Roo, a Góngora? El 5 de junio supimos que no, que esto era solamente otro acto de propaganda política no anclada a la realidad.

                  En este sentido, preguntemos: ¿es válido hacer de los dignatarios mayas la carne de cañón de los designios e intereses electoreros de los políticos profesionales?, ¿cómo debemos concebir, en democracia, la nueva relación del Estado gobierno en Quintana Roo con el pueblo maya? Para contestar estas preguntas, habría que apelar a la historia regional para comprender el difícil camino por el cual los pueblos mayas de Quintana Roo han sorteado los procesos regionales desde la medianía del siglo XIX en la Península. ¿Y cuáles serían estos procesos regionales? Sin duda, el comienzo se da con la Guerra de Castas, esa guerra sin fin que desestructuró el periodo azucarero y posibilitó la hegemonía del henequén; la guerra porfiriana a los últimos defensores de la Cruz Parlante, la colonización de la selva oriental en busca de resinas del zapote y maderas preciosas durante buena parte del siglo XX, la creación de ciudades nodales para el control espacial (Payo Obispo como control de la garganta acuífera del Hondo, la desacralización de Chan Santa Cruz y su bautizo colonial en Santa Cruz de Bravo y luego en Felipe Carrillo Puerto), la llegada de colonos al estado, la creación de una burocracia y una clase política escorada al partido en el gobierno; y en los caminos interpretativos para entender al pueblo maya, la antropología en la zona tratando de auscultar y “museografiar” a la “otredad salvaje” –desde Villa Rojas hasta Paul Sullivan[5]-y que con sus discursos trasminados por indigenismos y cosificaciones le  servirían, al Estado mexicano, para tratar de entender lo que quería entender:

Los discursos antropológicos, acerca de la identidad maya y sus interpretaciones como los mayas pensaban el tiempo y el espacio, son determinadas por la imagen de los indios y del indio maya creadas por las mismas ciencias sociales. Estas representaciones constituyen maneras manifiestas acerca de cómo los indios se comportan, cómo deben comportarse, qué piensan y cómo piensan. Son alusiones que el estado utiliza en estrategias y prácticas de control para gobernar a los mayas. La alusión se despliega como medio para comprender la interacción y la complicidad entre el Estado y las comunidades indígenas de Quintana Roo.[6]

Frente a esta tópica antropológica-histórica literaria, y de cara a estas imágenes “hechizas” de la sociedad maya de Quintana Roo creadas bajo los parámetros de las ciencias sociales apuntaladas por la “gente de razón” (la mirada occidental, aunque con observaciones participantes de por medio), o los cuentos de los coyotes indigenistas, o las verdades cuasi científicas de los supuestos “portavoces de la tribu” (académica); a casi 170 años del inicio de la Guerra de Castas, se encuentra un movimiento indígena en Quintana Roo que -distinto a la no movilidad étnica que Quetzil Castañeda apuntó para el caso de los mayas de Yucatán[7]– se hace palpable en el día al día, en la cotidianidad, en los nuevos veneros, caminos y ramas del yaxché que abren los mayas del siglo XXI, inmersos en estos parajes híbridos del turismo desbocado.

         Lo que las propias comunidades, artistas, intelectuales mayas como Gregorio Vázquez Canché,[8] la poesía de Wildernain Villegas Carrillo, o los trazos mágicos de Marcelo Jiménez, o la antropología y el Tsikbal dialogico de las nuevas formas de representatividad de las ciencias sociales y las humanidades decolonizadas, son expresadas en sus formas novísimas de recreación de la mayanidad construida y vuelta a reconstruir, mediante la revolucionaria idea que se encuentra escrita en un mural de la Casa de Cultura de Felipe Carrillo Puerto: “La Zona Maya no es un museo etnográfico. Es un pueblo en marcha”.

                 En este breve esquema tenemos que insertar al pueblo maya de Quintana Roo para entender por qué es necesaria una nueva relación con el Estado regional: del “acercamiento progresivo a la vida nacional” mediante una casta militar en sus primeros años (de 1901 hasta 1940),[9]pronto los intereses regionales, nacionales e internacionales se cernieron sobre el antiguo territorio: a pesar de que la “mayanidad” rebelde es el basamento de la construcción del Estado, Quintana Roo,  a principios del siglo XXI, no es un estado maya sino multiétnico. Desde mediados del XX, Quintana Roo fue abierto “a la colonización como si se tratara de un ámbito vacío”. Posteriormente, con el giro turístico signado por el complejo Cancún, la fisonomía regional se transformaría considerablemente, arrinconando a los mayas, o bien, poniéndolos en posiciones marginales y secundarias en los engranajes de la industria sin chimeneas.[10]

             ¿Cuál sería las respuestas posibles a las preguntas que planteé líneas arriba? Es decir, ¿Es válido hacer de los dignatarios mayas la carne de cañón de los designios e intereses electoreros de los políticos profesionales?, ¿cómo debemos concebir, en las nuevas posibilidades abiertas por la incipiente democracia, la nueva relación del Estado gobierno en Quintana Roo con el pueblo maya? Sin duda, un primer punto, es el respeto dialógico, el “tomarse en cuenta”, ambos, pero sin simulaciones discursivas de por medio. Otra forma para ayudar a modificar los desfasados esquemas autoritarios y paternalistas de relación del Estado con los mayas de Quintana Roo, sería apelar a conocer las propias discursividades de los mayas mismos, omitiendo, o poniendo en duda, las anteojeras académicas de una antropología acrítica y adocenada. Como decía Quetzil Castañeda: “El Nojoch sabe que el sueño de los mayas es no ser vistos ni imaginados como una serie de diálogos, conversaciones, interacciones e intersecciones que implosionan como cualquier otra cultura”. “En otras palabras –apunta Castillo Cocom- el Nohoch ha salido a destruir el museo de la cultura maya creada por el estado”.[11] No es un museo etnográfico, es un pueblo en marcha.

             Otra idea es  el de llevar mayor cobertura y pugnar por el desarrollo local en las comunidades, y aquí las universidades del estado deben participar constantemente para crear los mecanismos y facilitar el desarrollo local desde la interculturalidad. Pero, sin duda, la modificación, o la revisión de las dos leyes en materia indígena en el estado –la Ley de Justicia Indígena y la Ley de Derechos y Cultura indígena del estado de Quintana Roo, de 1997 y 1998- tiene que estructurarse para salir de “folklorismos jurídicos”, autonomías restringidas, cosificaciones culturales que museografían la vitalidad indígena en el estado. Y, para esto, la reconfiguración del Estado en Quintana Roo, en materia indígena, es de importancia suma para dejar de comportarse como un “aparato político cerrado, cuya lógica excluye el reconocimiento de que los derechos económicos, lingüísticos, políticos, culturales y territoriales de los grupos étnicos son previos a los del Estado nación: el primero en el tiempo es primero en el derecho”.[12]

[1] Desde luego, habría que apuntar que, si bien la “zona maya” abarca los municipios de Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y Lázaro Cárdenas, hay que decir que las dinámicas regionales, los orígenes y los procesos históricos de esta subregión quintanarroense tienen sus matices y características propias, difíciles de entender para los enamorados de las homogeneizaciones. Es muy distinta la historia de tres pueblos “mayas” como Tihosuco, Tixcacal Guardia o Kantunilkín. Y no hay que perder de vista, los asentamiento de mayas de origen guatemalteco en la región de Bacalar, así como las migraciones de mayas de la Península –y diversos grupos étnicos nacionales- a la zona norte de Quintana Roo.

[2] Sobre la política indigenista en el México del siglo XX, véase a Korbaek, Leif, y Miguel Ángel Sámano Rentería 2007 “El indigenismo en México: Antecedentes y actualidad”, Ra Ximha, enero-abril, año/vol. 3, número 001, Universidad Autónoma Indígena de México, México, pp. 195-224.

[3] Miguel Alberto Bartolomé, “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”. Revista Alteridades, 2001, 11 (21), p. 106.

[4] “Los mayas escogen a Mauricio Góngora para gobernar Quintana Roo ‘Porque es uno de nosotros”. El Punto sobre la I. 8 de abril de 2016, en http://www.elpuntosobrelai.com/los-mayas-escogen-a-mauricio-gongora-para-gobernar-quintana-roo-porque-es-uno-de-nosotros/#prettyPhoto

[5] Recientemente, Edy Dzib, nativo de Tusik, haciendo una interpretación novedosa de la historia de su pueblo, se puso a “olvidar” los discursos antropológicos sobre Tusik, y valiéndose del recuerdo de los abuelos del lugar, le recompuso la plana a más de un antropólogo. Cfr. Edy Dzib, Recuerdos para Olvidar: Antropólogos en el Tuzik del siglo XX. Tesis de licenciatura. UIMQROO.

[6] Castillo Cocom, Juan. (2012). Hot and Cold Politics of Indigenous Identity: Legal Indians and Cannibals, More Words, More Food. Anthropological Quarterly, 85(1), 261-288.

[7] Quetzil Castañeda (2004), ¡ “No somos indígenas! Una introducción a la identidad maya”. En Juan Castillo Cocom y Quetzil Castañeda (Ed.) Estrategias identitarias: educación y la antropología histórica en Yucatán, México, OSEA-UPN…pp. 1-32.

[8] En 1997, año en que en Quintana Roo se modificaron los artículos 7, 13 y 99 de la Constitución estatal para ponerla en sintonía con la federal en materia indígena, así como se promulgó la Ley de Justicia Indígena, vigente aún con modificaciones sucesivas en 2007 y 2012,  Gregorio Vázquez Canché, intelectual maya de Felipe Carrillo Puerto, sintetizo la problemática que intentaba responderse en ese entonces, para la construcción del derecho de los pueblos indios de Quintana Roo con un enfoque autonómico y contrahegemónico: “Para muchos los mayas ya no existimos. Que somos parte del pasado. Para otros somos objetos de estudio. Más aún hay otros que nos quieren comparar con seres extraños. Lo anterior nos indigna y nos demuestra la incapacidad de personas para entender la sabiduría y los conocimientos de los antepasados, y de los mayas de ahora. No entienden el profundo conocimiento y poder que tuvieron los abuelos por su relación con la madre tierra, el cielo, el padre sol, las estrellas, la abuela luna, la lluvia, el bosque, los animales, y que hasta la fecha se mantiene viva. Solamente que está oculta por la cultura del dz‟úul (el extranjero). Pues, parece que hay un malentendido, o que no nos quieren ver como una cultura viva. Aunque han pasado más de 500 años de dominación cultural, todavía hay ch‟a cháak (la entrega al ch‟áak), todavía hay loj káaj (la ceremonia del pueblo), todavía hay maya para rato, todavía hay maya para dar lata. Hemos resistido a perder nuestros valores culturales mayas. Somos tan tercos que queremos heredarlos a nuestros hijos y nietos. Por eso ya no queremos seguir siendo objeto de estudio, ni buenos indiecitos de folklor para adornar actos públicos. Queremos ser nosotros mismos. Hablar. Exigir el respeto a nuestras autoridades tradicionales y a nuestra cultura. Queremos hacer nuestras propias cosas”.

[9] Alfonso Villa Rojas, Enciclopedia Yucatanense. Tomo VI, p. 31.

[10] Bartolomé, “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”. Revista Alteridades, 2001, 11 (21), p. 107.

[11] Conversación personal con Juan Castillo Cocom, 19 de diciembre de 2016.

[12] “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”. Revista Alteridades, 2001, 11 (21), p. 108.

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