El nudo del pesimismo | Por Primitivo Alonso Alcocer

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Revisar los acontecimientos que impactan a la vida nacional resulta abrumante, no apto para depresivos o para aquellos que padezcan de cualquier tipo de enfermedad nerviosa. Una gran mayoría de rotativos se tiñen de amarillo y que decir de las redes sociales que castigan en forma lapidaria a los que consideran como causantes de los múltiples problemas que aquejan a nuestro país, como una forma de desahogo ante el panorama frustrante que percibe la población en especial los jóvenes.

Pero habría que pensar, que si bien es cierto que a veces se abusa del clima de libertad que posiblemente sea una de las pocas prendas democráticas que relativamente es respetada, no podemos soslayar que estamos inmersos en tiempos convulsivos de carácter inédito en donde asoman la violencia del crimen organizado, el incremento de los secuestros y su presencia en ciudades otrora apacibles, las vendettas políticas disfrazadas motivadas por la lucha por el poder y la corrupción, la tentación de hacer justicia por la propia mano ante el clima de intranquilidad que viven una gran mayoría de los mexicanos, la irrupción de nuevas formas de corrupción como la ordeña por los “tlachicoleros” a los ductos de Pemex con la supuesta permisibilidad oficial lo que provoca otro tipo de alteración social, la falta de oportunidades que agobia a segmentos muy importantes de connacionales quienes en buena proporción engrosan las filas de las conductas delictivas al no contar con sanas alternativas, mientras que la pobreza extrema se sigue extendiendo sin que exista un programa social de gran envergadura para paliar, al menos, un problema mayúsculo que también podría derivar en violencia.

Ya se ha visto que el pueblo reacciona en forma beligerante ante el olvido social sin importarle investiduras, ni credos políticos o creencias religiosas; esto nos hace pensar, que no estamos precisamente en jauja y que el hartazgo social está llegando a niveles harto peligrosos.

A todo lo anterior se suma el inquietante panorama internacional por la delicada confrontación verbal entre los mandatarios de los Estados Unidos y Corea del Norte que podría escalar de la retórica belicista a algo más serio para el mundo. 

En las actuales circunstancias, creo que resultaría más fácil encontrar pepitas de oro en la ribera del Rio Hondo que alguna nota esclarecedora que nos haga pensar en la estabilidad social y la buena marcha del país y que las alteraciones que cursamos son producto de un bache circunstancial que será remediado en un futuro mediato para que la avenida sea más transitable.

Se percibe que un hondo pesimismo abruma a la sociedad nacional provocado por los abismos de desigualdad y el reparto del “pastel” entre unos cuantos sin convidar a las clases sociales.

Este retroceso del quehacer político ha traído como consecuencia la abundancia de malandrines, imberbes o reciclados de todos los signos, que en nombre de la democracia o del interés superior de la sociedad han saltado al abordaje del poder público pensando nada más en el botín sin importarles que la nave nacional pudiera encallar antes de llegar a puerto seguro.

En estos tiempos tan especiales, hay muchos que se apuntan sostenidos en la simulación y las ofertas callejeras ayunas de contenido y de visión de largo plazo, sin reparar que la sociedad ya no permanece adormilada y no resulta fácil recetarle remedios efectistas o de relumbrón mientras la maniobra interna para favorecer a grupos que no tienen llenadera alcanza límites insostenibles lo que podría ser una de las causales para derivar en el caos social.

Mientras las palabras no se ajusten a los hechos, mientras el sentido patrimonialista del poder haga pensar a sus detentadores que todo se puede hacer bajo el disfraz de la simulación, mientras que en la oscuridad permee el ejercicio clandestino de la responsabilidad pública, seguiremos asomándonos al borde del abismo al no contar con los muros de contención que ofrece la solidaridad ciudadana cuando es plenamente correspondida.

Pero también en aras de la objetividad hay que precisar que no todo es desacierto en las cúpulas gubernamentales; hay logros importantes en los gobiernos, pero los empaña la corrupción lo que provoca que en la balanza popular pesen más los desatinos.

Al parecer se aplica a los gobernantes la vieja ecuación que señalaba, que en el quehacer político administrativo cuando hay corrupción, no se cuentan las buenas, se cuentan las malas. 

Esta atmósfera de incertidumbre y voracidad rasga como nunca el tejido social y propicia que la sociedad busque algún mesías salvador que traiga la suficiente “luz” para disipar las sombras que a juicio de muchos se ciernen sobre la nación.

Habría que convalidar que hay una sociedad cada día más despierta y demandante que ejercerá sus derechos como nunca en los próximos comicios electorales con su arma fundamental: su voto por un auténtico cambio y no el cambio demagógico que es fruto del oportunismo político. México nuestro país necesita la oxigenación de la auténtica democracia y erradicar toda forma de corrupción y de complicidades convenencieras.

Volver a ser la nación respetada en el concierto internacional manteniendo muy en alto los principios de confraternidad con todos los pueblos de la tierra, sin dejar que nadie mancille, por poderoso que sea, la dignidad nacional.

Requiere tirar al trasto de la basura las recetas neoliberales que en lugar de relanzarnos detuvieron la marcha del país. Necesitamos planificación social, sintonizar las manecillas del reloj nacional con la hora del mundo y desarraigar las profundas desigualdades sociales utilizando los recursos con que contamos para abrir nuevas avenidas para el progreso nacional.

No debemos permitir que nos ahogue el nudo del pesimismo; hay miles o millones de compatriotas que anhelan una patria renovada, libre de los obstáculos que detienen su crecimiento.

Por la vía del esfuerzo solidario para diseñar metas comunes, propiciemos el renacimiento estructural de la Gran Nación Mexicana haciendo acopio de nuestra mejor voluntad para coadyuvar en esta elevada tarea.

Hagamos Patria caminando con resolución y unidos con firme determinación, busquemos la ruta que mejor convenga al interés nacional. No es una postura romántica rebosante de candidez, es pensar con optimismo que, a pesar de los escollos que obstaculizan el camino, siempre habrá una parcela sembrada de esperanza. 

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