PLAYA DEL CARMEN, MX.- Genial, emotiva y trepidante a la vez, casi divina, así fue, sin exagerar, la segunda noche del Festival de Jazz de la Riviera Maya en Playa Mamitas en la que los hermanos Toussaint le rindieron un homenaje al desaparecido Eugenio Toussaint, y tuvimos la oportunidad de escuchar los temas clásicos de Yes en acústico, en la voz de un insólito Jon Anderson que, acompañado sólo de una guitarra o un piano y su voz intacta, convenció y sedujo, para luego sentir el temblor de tierra que significó la explosiva y virtuosa aparición de Stanley Clarke y su banda que lo mismo estrujaban con el bajo que con los teclados, la batería y el violín, y que a nadie dejó indiferente porque todos terminaron gritando, bailando y pidiendo más.
A la mitad de la novena edición del Festival de Jazz, Enrique y Fernando Toussaint cumplieron humana y musicalmente para recordar a Eugenio Toussaint, el maestro del piano considerado por los que saben como uno de los pilares del jazz en México y una presencia permanente en este Festival de la Riviera Maya.
Eugenio se adelantó en el camino de la vida, pero dejó un abultado legado musical que sus hermanos, junto con el tecladista Enrique Pat, recordaron en la segunda noche del Festival para terminar interpretanto precisamente la emblemática “Hermanos” y fundirse en un abrazo final, para agradecer los aplausos del público.
Lo que siguió a continuación, para ser honestos, no fue jazz.
Jon Anderson, el vocalista de la banda de rock progresivo Yes, salió en solitario para interpretar sin mayor acompañamiento que su guitarra, un ukulele o el piano, algunos de los mayores éxitos de la banda inglesa, pero en acústico, de forma hasta ahora pocas veces escuchada, al menos en México.
Con su guitarra tatuada y una pulsera de “peace and love” sesentera, el cabello y la barba encanecida, Anderson más parecía un cantante de folk, que la mega estrella de rock que fue y aún es porque su característica voz de contratenor se mantiene intacta y sigue siendo mágica.
El hombre, un grande de verdad, sin embargo, mantiene la sencillez, la calidez y el humor que pocos conservan después de 67 años cumplidos. Por supuesto, la conexión entre Anderson y el público fue inmediata que le aplaudieron con sinceridad y agradecimiento, sabedores que asistían a un verdadero acontecimiento.
Entre las canciones interpretadas había algo de sus colaboraciones con Vangelis y un homenaje a John Lennon con “Give peace a chance”, pero sobre todo canciones emblemáticas de Yes que tocadas sólo con una guitarra o el piano, y la voz de Anderson, conservaban su esencial belleza como fue el caso “Owner Of a Lonely Heart”, uno de los mayores éxitos de esta agrupación, así como “Starchip Trooper”, “Time & a Word” y “Marry me Again”, entre otras.
Queda claro que Anderson, él solo, podría llenar toda la noche con su música de dioses y dejar a todos satisfechos, pero esto es el Festival de Jazz y, pese a que este año el presupuesto fue más limitado y solo se programaron tres días en música en vez de cuatro, como el año pasado, no hubo miserias.
Llegó entonces el turno de Stanley Clarke, uno de los bajistas más increíbles de la escena jazzistica, quien acaba de ganar el Grammy al mejor album de jazz.
Acompañado por tres jóvenes pero claramente talentosos músicos, Clarke saltó al escenario para cimbrar la playa con su trepidante forma de tocar el bajo eléctrico con influencias del rock y el blues y algo más.
Pero también, Stanley demostró sabiduría y firmeza al momento de acometer el contrabajo para extraerle, como un maestro de la tortura o del amor, acordes duros y sutiles, estremecedores y estremecidos a fuerza de golpes y la contundencia que sólo puede alcanzar quien ha explorado los límites de sus instrumentos y ha sabido sacarle el máximo jugo musical.
Ruslan Sirota, el brillante pianista ucraniano que lo acompañaba, estuvo fabuloso; Zach Brock, el violinista, impresionante, y el baterista a la altura de los mejores, pese a su juventud. Todos, con un estilo poderoso y cada cual con brillo propio, pese a estar a lado de un maestro que casi les duplica la edad.
Aquí no caeremos en cursilerías y palabras huecas sobre toda esta música poderosa que se dejó escuchar la noche del viernes. Sólo diremos que había que estar en Playa Mamitas para comprender que la explosividad de acordes sin perder sentido y secuencia es posible y que el entedimiento entre los músicos y la maestría de Stanley Clarke regalaron a Playa del Carmen una de las noches más memorables desde que hace nueve años se realiza el Festival de Jazz, y eso es ya mucho decir.
Para el cierre del Festival de Jazz se presentarán Alex Otaola, Richard Bona y los Yellowjackets. (Noticaribe)