En Órbita – Mala imagen: ¿“mala suerte” o mal trabajo?

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    Por desgracia insospechada o mala suerte -como preferirán algunos-, durante las últimas semanas residentes extranjeros y turistas internacionales han sido víctimas de violencia, corrupción, impunidad y tráfico de influencias, los peores problemas en el país.

    Quienes se han sido, viajan con esa nefasta imagen que menoscaba el trabajo realizado en giras y ferias turísticas, y que incluso tira de un golpazo las millonarias campañas publicitarias que presumen a Quintana Roo, y a la región en general, como sitio seguro para descansar.

    Un breve recuento es necesario:

    El 12 de febrero una residente italiana en Playa del Carmen fue violada por tres policías municipales, uno de ellos con rango superior y que está prófugo, aun cuando los dos capturados dieron detalles de cómo y dónde localizarlo.

    La autoridad se esforzó para aclarar en reiteradas ocasiones que se trata de una residente y no turista, como si restara gravedad.

    Según el boletín de la Procuraduría de Justicia, dicho ilícito fue cometido porque su pareja orinó en vía pública, pero como los uniformados no lograron extorsionarlo con 3 mil pesos, en venganza ultrajaron a la joven extranjera.

    Por esa misma fecha, un taxista identificado como hermano del peligroso delincuente apodado “El Paletas”, fue detenido por abuso sexual contra una turista británica, también en Playa del Carmen.

    El acusado fue retenido por vigilantes privados del Hotel Dorado Sea Sides, ubicado en la carretera Playa del Carmen-Tulum, por solicitud de la turista, pues según acusó fue manoseada cuando abordó el taxi 502.

    Días antes se publicó que un chileno supuestamente golpeó a su pareja en el Hotel Riu Caribe de Cancún, información que resultó falsa. Basta decir que el sudamericano fue extorsionado y maltratado en el ministerio público y la cárcel municipal. Abogados, agentes del MP y veladores se embolsaron cuantiosos recursos sin ser castigados. El expediente lo conocen las autoridades de Quintana Roo, quienes actuaron por petición de la Embajada y el Consulado, ya que el visitante comprobó su inocencia. A la fecha, poco se ha avanzado para esclarecer el agravio.

    El tema vigente que preocupa a las autoridades es el de la ucraniana desaparecida. Si bien se le perdió el rastro en Yucatán, luego de que asesinaran a su esposo en diciembre pasado, las pistas son recabadas por la Procuraduría de Quintana Roo (estado vecino y frontera con Centroamérica), aunque su titular Gaspar García Torres confirmó recientemente a programa radiofónico que no tiene avances. “La buscan también en Guatemala, El Salvador y Belice”, reveló en vivo el procurador, lo cual inevitablemente evoca el caso de la israelí Danna Rishpy, de quien nunca se supo.

    Este acontecimiento ha provocado revuelo: familiares y amigos de la pareja conformada por Maryna Burakova y Oleksandr Batychko protestaron en la Embajada mexicana en Kiev (capital de Ucrania) para exigir justicia e información precisa.

    Además, para organizar la búsqueda, su familia abrió una página en Facebook denominada “Ayúdanos a encontrar a Maryna Burakova”, que cada día registra a decenas de interesados.

    Por último, extranjeros avecindados en Puerto Morelos se manifestaron en el parque de la alcaldía para reclamar por la incesante ola de robos. Medio centenar clamó a las autoridades mayor protección y justicia inmediata porque aseguraron que los delincuentes “compraron” el silencio de policías. Peor aún, reconoció un empresario, los residentes extranjeros y los turistas que huyeron del puerto expresaron su impotencia en internet.

    ¿Qué hacer?

    No se trata de escandalizar por lo que para muchos son hechos aislados, pero ocultarlos tampoco se vale.

    Inimaginables son los perjuicios acarreados por la publicidad nociva de boca en boca, la denuncia pública en medios de sus respectivos países o el impacto incuantificable en redes sociales.

    Si bien son “menos graves” que los del ciudadano belga asesinado y las españolas violadas en Acapulco, se debe procurar, ante todo, fortalecer la “marca México”.

    En Quintana Roo no podemos frotarnos las manos porque menos vacacionarán en  Acapulco, pues el turismo es una vocación del país y el compromiso compartido es implementar medidas más efectivas para proteger a los viajeros.

    La ruta se conoce: diseñar un programa de seguridad integral con aceptables condiciones para los visitantes, que incluya, cuanto antes, estrategias preventivas para no esperar a que estalle un problema.

    Por lo pronto, en Cancún es obligatorio depurar el Ministerio Público de la Zona Hotelera (del que se reciben quejas brutales) y tener policías turísticos preparados, con capacidades homologadas, que hablen idiomas y ofrezcan valiosa información. Que se empiece por ahí, donde el problema es evidente.

     DESORBITADO…

    Hasta la segunda semana de febrero se registraron cuatro decesos de turistas extranjeros por accidentes. “Todos fueron ocasionados por negligencia de ellos”, se apuró en precisar Máximo García Rocha, director de Turismo en Cancún. “La gente no respeta reglamentos en las playas, donde se dan las principales tragedias, porque al entrar al mar en estado de ebriedad o cuando terminan de comer, pues mueren ahogados”, explicó con sorna.

    En plena temporada de “spring break” la tragedia ronda. O los involucrados en la materia ven impávidos cómo siguen muriendo, o supervisan con rigor el cumplimiento de todas las medidas contenidas en el dichoso código de conducta, que solamente ha servido para mofa.

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