“No quiero ser el número 13, además que es de mala suerte”: Rubén Espinosa

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Rubén Espinosa, Jorge Sánchez y Pedro Canché.

Por Pedro Canché (*)

Rubén Espinosa, Jorge Sánchez y Pedro Canché.
Rubén Espinosa, Jorge Sánchez y Pedro Canché.
Conocí a Rubén Espinosa por la noche del 16 de Junio en un café de esos que abundan en la colonia Roma, de la Ciudad de México. Lo encontré como un soldado en alerta máxima, armado hasta los dientes. No con granadas, balas o armas, sino con su amada cámara fotográfica, sus filtros, cargadores, lentes diversos, memorias. No las usó. Al menos no esa noche. Las fotos que tomó las hizo con mi celular, esa pequeña arma con la que últimamente se sienten en jaque los hombres del poder.

Lo vi en alerta, nervioso, con esos ojos que miran a todos lados sin miedo, pero con precaución. Con esa mirada inyectada en sangre que conozco muy bien y que produce el estrés cuando eres perseguido, cuando no sabes si estás seguro en la multitud y mucho menos en la soledad. Me reconoce de inmediato y me dice: “Pedro Canché, me da gusto verte. Ese Roberto Borge Angulo parece hermano gemelo de Javier Duarte”. Se refiere a los gobernadores de Quintana Roo y Veracruz respectivamente, del PRI ambos, cuyas gestiones han convertido a estos estados en los más peligrosos para ejercer el periodismo en México.

Funge de presentador Jorge Sánchez, hijo del periodista veracruzano de La Unión, Moisés Sanchez Cereso, asesinado apenas inició el 2015. Acepto porque la revista Proceso recién había publicado el exilio forzado de este fotoreportero, especializado en coberturas de protestas, con lo cual me sentí identificado pues pasé 9 meses en prisión (del 30 de agosto de 2014 al 29 de mayo de 2015) por cubrir una protesta de los mayas contra las alzas de agua del gobierno de Quintana Roo. Hasta que un tribunal de apelaciones reconoció mi inocencia y ordenó mi libertad inmediata.

En la reunión se encontraba también el activista Julián Ramírez; la investigadora de la Universidad Veracruzana y defensora de derechos humanos, Giovanna Mazzoti; el reportero de Notimex, Nicolás Tavira, y Nadia Vera, la activista en cuyo departamento de la Narvarte fue asesinada junto con Rubén y tres mujeres más. El tema en aquellas dos mesas y bancos incómodos de fierro colado fue el gobernador de Veracruz, Javier Duarte. Ese gobernador que come palomitas y ve a Bob Esponja en su casa, y que odia las manifestaciones y a los que le dan coberturas, como Rubén Espinosa. El Duarte cuya gestión de mano negra se refleja en el episodio de la golpiza a ocho jóvenes estudiantes y de la cual tuvimos información al día siguiente gracias a la conferencia de prensa que dio el estudiante Julian Ramírez.

Conversamos esa noche sobre las artimañas del gobernador y la represión a manifestantes y periodistas, desde las golpizas hasta los asesinatos. Le señalo a Rubén que ahí estamos los tres, perseguidos por el poder y la muerte como si fuéramos la peor de las pestes: Jorge, cuyo padre Moisés Sánchez, el periodista de Medellín, Veracruz, fue asesinado de manera cobarde por órdenes del alcalde de esa municipalidad, Omar Cruz Reyes, hoy prófugo de la justicia. El mismo Rubén, fotógrafo de Proceso, la agencia Cuartoscuro y AVC Noticias, en exilio forzado por amenazas en Veracruz. Y yo, con 18 días de haber salido de la cárcel.

Al principio no quiere la fotografía del recuerdo. Le doy mi celular y hace las fotos donde estoy con Jorge. Insisto. Finalmente acepta, pero con la condición de no publicarla hasta que el peligro haya pasado. Es Nadia Vera quien la toma. Ya encarrerados, todos nos tomamos fotos de todos.

Ya se ha ido Nicolás Tavira y Julián Ramírez. Sólo quedamos Nadia, Rubén, Jorge y yo. Ya nos pasaron la cuenta y cada quien pagó la suya. Ya nos levantaron de la mesa y son las primeras horas del miércoles. Rubén acepta que lo entreviste y de boca jarro le pregunto si sabe quién lo persigue. Me contesta que para él es “perfectamente claro” que lo persigue el gobernador de Veracruz, Javier Duarte. “No es un cacique local, es el gobernador, el fan del dictador Franco. Por eso temo por mi vida. Por eso salgo huyendo de ese Veracruz. No quiero ser el número 13, además que es de mala suerte”, me dice riendo.

Le pregunto si considera a Duarte un coleccionista de periodistas muertos, con la complicidad del presidente Enrique Peña Nieto. “Más que coleccionista es un criminal que colecciona periodistas muertos y, por supuesto, solapado por el presidente Peña Nieto, quien ya debería haberlo destituido pero se complace en su política antiperiodista. Más que destituir hay que procesarlo, pero son parte de la misma mafia y eso lo veo lejano”, me dice.

– ¿Has soñado con la muerte?

– Si, pero creo que la muerte la dejé en Veracruz, y si pudiera buscarle cara a la muerte diría que es la del mismo Javier Duarte (vuelve a reir).

Hacemos una breve pausa y Nadia nos sugiere ir a su departamento en la Narvarte. Al ver que dudaba me dice que el lugar es “muy seguro” y que se puede caminar como en la Roma y la Condesa. Le digo que estamos hospedados muy cerca y que la casa-hotel tiene cocineta, que ahí podemos seguir la charla. Al llegar comentamos la comodidad del lugar y que Rubén anda buscando otro lugar dónde quedarse en el DF. Le ofrezco compartir el hospedaje, pero me dice que por el momento estaría con Nadia, quien en un acto de cortesía me ofrece su casa, o en su defecto, contactarme para alguno de los departamentos que rentan en su edificio. Le tomo la palabra y anoto el número de su celular, a través del cual empezamos a comunicarnos regularmente.

Le pregunto a Rubén qué lo inspira. “La gente que lucha porque este país esté mejor. Admiro a los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a Moisés Sánchez Cereso, el periodista de Medellín asesinado. Admiro a Jorge, su hijo, porque continúa el trabajo de su padre, hacer periodismo social. Mucha gente, muchos periodistas están luchando para y están pagando el precio por no venderse”.

“Para mi es claro”, reflexiona. “Siempre que hay nuevas generaciones de periodistas está el dilema de decirle a esos recién egresados de la facultad que hay dos tipos de periodistas. Los que se venden, charolean para el gobierno, tienen varios sueldos y siempre andan en las comidas ostentosas. Esos tienen buena casa, autos, fiestas, viajes. Y están los del otro grupo, los que queremos retratar la realidad, pero de este lado recibiremos un mal sueldo, no habrá privilegios ni regalos ni premios apócrifos… el pago será (suspira) amenazas, persecución y muerte, incluso de la familia”.

Una tarde de lluvia lo esperé en Proceso. Luego a la semana siguiente saludé a Rubén en las oficinas de Artículo 19. Rubén siempre andaba desconfiado y tenía razones para ello. Su muerte horrible, su tortura, la de Nadia, la de Yesenia Quiroz y las de las otras dos mujeres me persiguen… murieron por pensar, lo que parece estar prohibido en este país porque premian a los idiotas. Bien haríamos todos en sacudirnos a los parásitos. Esos que son pocos, pero cómo friegan. Al resto, que somos muchos, nos hacen creer que estamos fregados. Ellos son nuestros empleados. Nosotros, usted y yo, mandamos. A mandar pues. A mandarlos…

* Pedro Canché (@pedrokanche) es periodista y pasó nueve meses en prisión (del 30 de agosto de 2014 al 29 de mayo de 2015) por cubrir una protesta de los mayas contra las alzas de agua del gobierno de Quintana Roo.

Texto publicado en Animal Político

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