Apuntes sobre la escena musical 2016 V| Por Rodrigo De la Serna

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US & THEM

“Nosotros y ellos”… eso significa en mexicano el título de una vieja rola de Pink Floyd. Esta polaridad (común en Historia por cierto), vale para titular este apunte.
Hay corrientes musicales que antes se denostaban y hoy ya se venden masivamente; casi siempre se desconocen sus esencias y contenidos aparte de lo presentado por medios e industria oficiales.

Los cientos de géneros como rock o metal, la tambora, la cumbia, el reggaetón y otros ritmos, para nada son marginales por aquello que “nadie los oye”. Al contrario: suenan a toda hora, y para cada ritmo y onda hay su público/multitud. Esto es saludable para los músicos: hay un poco más de sitios donde tocar, promoverse, trabajar.
En México no ha sido así con el reggae a la mexicana. La gran industria no se ha interesado en invertir y promover siquiera a un par de bandas, de las tantas que suenan en la República. Creo que tal hecho se debe a varios factores, apunto dos medulares:

a) Imagen, ritmos y letras del “rasta” mexicano, sea modelo años 80 o de 2016, a la industria y a “la gran familia mexicana” le resultan pasados de moda, lentos, de mensaje rayano en la superación individual pero sin el potencial de ventas de Gaby Vargas (especie de Luis Spota de nuestros días); todavía en 2016 se condena con criterios mochos y oficinescos a cualquier idea de reggae porque remite a negros, mariguana y huevones sin lana que no quieren trabajar; en términos estético-mediáticos el reggae a la mexicana es el relevo de un diablo de antes: hippies, comunistas, raros, y lo peor: pésimos como consumidores compulsivos, “pandrosos”…

b) A su vez, el reggae a la mexicana contribuye a tal percepción con algo de estigmas: si hay una tribu que glorifica su uniforme, look y auto-marginación, son sus huestes. Bastantes de sus autores desconocen otros ritmos que hoy en Jamaica, Puerto Rico o Brixton, son de abuelos y tíos rucos (Marley nació en ’45 y murió en ’81, hoy tendría 71). Han pasado tres décadas desde el inicio con EL PERSONAL (Julio Haro) y las letras del reggae mexicano aún no se deciden si ser pop, indie, turísticas, ñoñas, denuncia de todo y nada, “protesta alternativa” o una súper autoayuda orgánica basada en la buena onda, metafísicas de la colonia o el barrio; y la filosofía digital a la mano en facebook y la web como el recurrente común.

Como siempre hay excepciones; suena el racimo de grupos y solistas que sí buscan algo más que sólo tener trabajo con el reggae: el buscador-compositor Salvador Zepeda Ganja, los aguas aguas (al fin un poco de humor en la solemnidad espiritual); los leones atletas negros campesinos alborotan desiertos y ferias, y amenazan tomar el Caribe Maya Mexicano.

Hay decenas de bandas aún anónimas que suenan bien por esos países más o menos entrelazados que aún llamamos México. Habrá que escuchar si se logra el equilibrio entre música y letras. Por cierto: ¿dónde están las mujeres en todo esto?, para variar no hay ni grupos ni autoras, hay cantantes, bailarinas, DJ’s, instrumentistas ocasionales y fans, lo de siempre; pero no hay grupo ni sonido propio.

֎

El beat que llamamos reggae engloba un cosmos cuya edad se aproxima a la del rock, sonidos ya cincuentones o con más vueltas al sol. De sus cimientos y fundaciones queda muy poco:

-nadie piensa en volver a África, ah pero qué bien suena como recurso de merolicos…
-el cabello como dreadlocks dejó de ser señal de culto para volverse “rastitas”, trencitas que hasta a las güeras les gustan (mientras están de vacaciones o tienen veintitantos).

-Aires incendiarios como “Get up Stand up!” suenan como “Born to be wild” o cualquier grito del TRI: ya se oyen en walmart, el bar, la plaza, el auto del tira, en tv abierta y pagada, en la oficina del ejecutivo… ¿quién le entra en serio a esa idea de Libertad/revolución proclamada en esas rolas? ¿Sólo los de Chiapas? Mejor la lengua de Jagger en el logo de la tarjeta de crédito.

Estos rasgos “regueseros” contrastan masivamente con otras corrientes, cuyos exponentes se ven y oyen por todos lados: Maná, El Buki, El Recodo, Caifanes, Pitbull, Belinda, Zoe, y el nutrido etcétera que de una u otra forma participa del juego económico de la industria; la representan muy bien. Y se repite un sonido en Si-bemol-menor: sólo un puñado destaca por creatividad o estilo artístico que no es moda.

Acordémonos: aquí no se trata de competir, ni de quién gana o pierde, ni quién es el-la mejor.
Se aspira entender qué sucede.

O eso intenta este oscuro escritor provinciano. Just another Nigger man…

Playa Sur
febrero – mayo 2016

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