Esta tierra que mira al oriente
Cuna fue del primer mestizaje
Que nació del amor sin ultraje
De Gonzalo Guerrero y Za’asil.[i]
Ahora que la alternancia en el gobierno se ha constituido desde el 5 de junio pasado, bien viene a cuento hacer algunas reflexiones sobre el concepto de quintanarroísmo, y sus modificaciones progresivas que se dieron, en poco más de un año, para entender la más emblemática particularidad que caracteriza a la historia de esta parte oriente de la Península que hoy conocemos como Quintana Roo: su condición de ser una región, desde la Guerra de Castas, de inmigrantes, pues salvo las subregiones de Sabán, Tihosuco y Bacalar,[ii] la mayoría de los mayas que se rebelaron en la medianía del XIX, poblaron la selva y pusieron un cerco feroz al avance del capitalismo agroforestal yucateco durante poco más de 50 años. Este texto pretende establecer, como idea principal, la “fantasmagoría”, o más exacto, la ahistoricidad del trasnochado “nativismo”-quintanarroísmo, entendido éste como la exclusión, en la toma de decisiones, de elementos distintos a una supuesta identidad única al oriente de la Península, o a un sentimiento “homogéneo” de un pueblo construido en pocas décadas de vida.
Descreo de las ideas que pretenden identificar una identidad única y abstracta del ser quintanarroense. En el dominio de las identidades, considero que más que ser, hay que hablar de un hacer, un constante hacer y deshacer de las identidades, construidas socialmente.[iii] Asimismo, hay que recalcar la idea, de que Quintana Roo se ha gestado con las múltiples voces, las variopintas miradas que llegaron para construir un rostro heteróclito: a la “cultura fronteriza” de un Payo Obispo[iv] que ya no existe más que en representaciones museográficas, en la “maqueta de Chetumal”, o en el recuerdo de sempiternos cronistas de la ciudad de los Curvatos, se le ha unido la cultura fusión-moderna que caracteriza a buena parte de la pequeña ciudad de Chetumal y del norte del estado; y, así mismo, la cultura ranchera que trajeron, en sus largas travesías, los colonos que pusieron las vértebras del sur palustre (regiones del Hondo, la Vía Corta, etc.).[v] O haciendo las diferencias con los descendientes de la Guerra de Castas que Villa Rojas describió, la milenaria cultura de los mayas yucatecos que repoblaron, a principios del siglo XX, a los pueblos olvidados por tantos años y tanta selva, desde eso que se llamó la Guerra de Castas de Yucatán: la región de Sabán y Tihosuco,[vi] el camino de la chiclerada que va de Dziuché, pasaba el “Kilómetro 50”, y llegaba hasta Felipe Carrillo Puerto, la antigua Santa Cruz.
La geografía cultural de Quintana Roo, no lo pudo sintetizar nadie mejor que el cantor de la selva, el siempre recordado bacalarense, don Policarpo Aguilar: “Y que vengan de donde vengan, aquí les espero yo, no importa de donde vengan, que vengan a Quintana Roo.”[vii] Geografía contrastada y revitalizada por tantas patrias chicas gestadas por los que decidieron dejar sus tierras para construir una nueva en los confines tropicales de una nación mestiza y diversa. Son esas tantas voces, sentimientos y creencias de todos los rumbos de la rosa de los vientos, que Ramón Beteta describió en su célebre libro Tierra del chicle, en la década de 1930, cuando visitó Chachoben, en ese entonces un pueblo chiclero incrustado en la ubérrima selva quintanarroense:
A nuestra llegada salieron a recibirnos todos los chicleros de la cooperativa llamados ex profeso de los hatos. Son alrededor de cuarenta hombres de un tipo mestizo inconfundible; los hay obscuros, de hablar costeño que proceden de Tuxpan; los hay también, aunque son los menos, blancos y de ojos claros, como el Secretario de la Cooperativa; otros tienen el aire impertinente y la actitud atrevida del “pelado” de la mesa central, afectos a interrumpir la contestación con un chiste más o menos oportuno. De otros, lo crespo del pelo y lo grueso y sensual de los labios, revela la sangre negra. Han venido de San Luis Potosí, de Querétaro o de Guadalajara, de todas partes de la República Mexicana; pero hay también dos que proceden de Belice, aunque nadie que no haya estado allí creería que son súbditos de su Majestad Británica, porque su aspecto es de mexicanos, como su nombre y su origen, ya que su nacimiento en territorio inglés fue un accidente histórico debido a la fuga de la población blanca en 1848 por la guerra con los indios.[viii]
Y antes habían arribado, en estas tierras orientales de la Península, o en la antigua Santa Cruz, en la extraviada y lejana Payo Obispo o en las islas de las golondrinas: los sirio libaneses, griegos de la Ilíada, yanquis masticadores de chicle, europeos trotamundos, y otros hombres y mujeres de otras latitudes y hasta de distintas altitudes que el mar y otros caminos trajeron para construir una identidad diversa y en constante construcción.
Y si el espíritu de “nativismo” (“Quintana Roo para los quintanarroenses” implicó una propuesta política constituida para la administración local y el autogobierno, con el Comité Pro Gobernador Nativo, en 1945) no se podría entender más que en un contexto político bien determinado (la lucha contra el Ramirizmo desde 1944 hasta 1959),[ix] en términos culturales es inexistente (no existió nunca un nativismo cultural), y sin qué decir ahora, en términos políticos, donde buena parte de los quintanarroenses son hijos de migrantes que hicieron de este pedazo de tierra un resquicio de la patria.
En este sentido, podemos contrastar dos ideas de “quintanarroísmo” que se expresaron en Quintana Roo, en poco más de un año de distancia. Una idea de él, tiende a la exclusión política por no ser “genuinamente quintanarroense” su contrario: es antidemocrático, pues desconoce la valía de los tantos quintanarroenses cuyos orígenes son, o bien peninsulares (después de Yucatán, Quintana Roo es el segundo estado con más yucatecos), o bien de otros rumbos. Otra idea, democrática e incluyente, es la sostenida por tantos hombres y mujeres que consideran que la patria y la tierra es un asunto de elección continua y no de accidentes geográficos de nacimiento.
Desbrozando la vieja cantaleta nativista
Desde luego que todos los pueblos son etnocéntricos, y el ejemplo vivo de esto se ha dado en Yucatán con el “yucatenismo”. Pero podemos objetar, y decir, que toda idea de patria que excluye al otro no es más que el mal humor de unos cuantos granujas. El yucatenismo, como padre putativo del nativismo quintanarroense, tuvo una razón de ser que se puede explicar por los procesos históricos y la lejanía y casi insularidad de la Península con respecto al centro del país. Pero el nativismo que ostentan algunos extraviados de la historia quintanarroense, no se justifica para nada porque esta tierra fungió como lugar de repoblación desde el siglo XIX. En Quintana Roo, fue una especie de chauvinismo tropical creado por sectores políticos y por algunos escritores locales de ese estado, en un contexto que dejó de ser el mismo hace más de una generación, y que en términos culturales se refirió a la búsqueda sistemática de una identidad: ésta apelaría al pasado lejano, como en el mito de ser Chetumal lugar donde se trasnculturizó al maya un antiguo soldado del puerto de Palos, para llegar a ser batab y dirigente de ejércitos mayas contra los invasores de su misma “raza”: Gonzalo Guerrero, que con el advenimiento del nacionalismo revolucionario, él y su esposa serían concebidos como los padres de los primeros mestizos “y Quintana Roo la cuna del mestizaje, el origen más íntimo y trascendental del México contemporáneo”.[x] Y si esto no fuera poco, estaría la grandeza del pasado maya para contarnos la historia; las relaciones tormentosas con el recuerdo oficializado de la Guerra de Castas;[xi] el pasado reciente del periodo chiclero; o las luchas políticas, en el siglo XX, de los múltiples Comités ciudadanos que se dieron en Chetumal o Cozumel (desde el Comité Pro territorio, Pro Gobernador nativo, etc.) y cuya gesta confrontativa y localista se concretizó con la salida del poder del “dictador” Margarito Ramírez.
Y después de años de vivir en la etapa oscura del Ramirizmo, y de acudir a la memoria colectiva de vez en vez los estragos del Janet; el nativismo, en términos “históricos” y políticos, podemos decir que hacía referencia a la defensa de la “autonomía” del Territorio contra los abusos del centro o de Yucatán,[xii] y sintetizaba su visión en la frase de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses! [xiii]
La crítica al “nativismo” –es decir, la crítica al monopolio del poder en manos locales, principalmente- podría formularse estableciendo que con esta “ideología” política, se pretendía excluir al resto del estado, no sólo a la zona turística sino también a la Zona Maya (municipios como Felipe Carrillo Puerto o Lázaro Cárdenas), aunque si hablamos de “nativistas”, los mayas del centro de Quintana Roo deberían ser los primeros nativistas por ser los pobladores permanentes de estos lugares, “pero son indios y no blancos como en la capital estatal”, o como los de la isla de las golondrinas cozumeleña.[xiv] Habría que decir, en esta aserción, una verdad de Perogrullo: los que gobiernan en Quintana Roo, no han sido, precisamente, los herederos de la Cruz Parlante. El general Francisco May fue una excepción a principios del siglo XX, una excepción que no se volvería a repetir hasta en la actualidad.[xv]
Sin duda, la fórmula historiográfica del nativismo quintanarroense, se puede leer en la visión que tuviera el historiador amateur, Carlos Hoy,[xvi] pero igual podemos analizar el nativismo en cualquier relato periodístico de cualquier “Prisciliano el Cronista”, encargado de escribir la historia croniquera publicable de su ciudad, mientras deja en el baúl de los recuerdos la crónica maldita y, por impúdica, impublicable;[xvii] e incluso, en revisiones del nativismo reciente escriturados supuestamente desde una historia con pretensiones científicas.[xviii]
En este sentido, podemos apuntar brevemente algunos extractos del discurso proferido por Borge Angulo en la Explanada a la bandera a fines de agosto de 2015, ya que tocan las más sensibles fibras del nativismo, o en palabras políticamente correctas, del “quintanarroísmo”: “Hoy quiero decirles, paisanas y paisanos –peroraba el ex gobernador nativista-, aquí en esta Explanada histórica y ante este Obelisco que representa nuestro quintanarroísmo, que nuestro Estado tiene identidad propia, libre y soberana, y que ha sido gobernado bien por quintanarroenses y debe seguir siendo gobernado por quintanarroenses…Y por eso les digo que Quintana Roo, es para los quintanarroenses…nunca más estar bajo la sombra de nuestros vecinos de Yucatán”.[xix]
Con este discurso nativista que bordeaba temerariamente el fascismo, este ex gobernador, que no ocultaba su fastidio profundo por el “indio rebelde” (el caso Pedro Canché, verbigracia), dijo que desde la “oportunidad histórica” que tuvo Jesús Martínez Ross de gobernar ese estado en 1974, “no sólo nunca se ha visto que un no nativo gobierne esta entidad, sino que han pasado siete Gobernadores quintanarroenses que han hecho bien su trabajo y que lo seguirán haciendo, para “nunca más estar bajo la sombra de nuestros vecinos de Yucatán”. Y siguiendo el libreto establecido por la historia nativista de Hoy, etc., recordó “la intensa lucha que nuestros ancestros libraron para que, en un principio, Porfirio Díaz decretará el Territorio Federal de Quintana Roo, siendo que cuando se revirtió esa decisión, fue el entonces jefe de la Nación, Lázaro Cárdenas del Río, quien volvió instaurarla para que, por fin, fuera el entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien nos diera identidad propia como Estado Libre y Soberano”.[xx]
¿Existe en el discurso de este ex gobernador, así como en el discurso de buena parte de la adocenada academia quintanarroense, unas palabras para los ancestros de Pedro Canché, que al contrario de los ancestros de Borge Angulo, libraron no batallas para que Porfirio Díaz decretara la existencia del Territorio Federal, sino batallas numantinas para sobrevivir a los años malditos de la guerra y la entrada de los “huaches” a su tierra desde 1901? Además de esto, muchos olvidan decir que el Territorio de Quintana Roo, creado en 1902 una vez “pacificado” a los de Santa Cruz, se constituyó a raíz de los fuertes intereses que la oligarquía yucateca – Molina Solís, Manuel Sierra Méndez, los Barbachano- tenía en esta parte oriental de la Península, pues como producto de las políticas agrarias porfirianas, los barones del henequén se habían adjudicado enormes extensiones de tierra para sus empresas forestales, excluyendo a la antigua territorialidad defendida por los mayas rebeldes. En 1902, a Manuel Sierra Méndez, hermano de Justo Sierra, el darwinista social porfiriano, le fue dado en concesión la totalidad de la Isla de Cozumel. Otros oligarcas implicados se dividieron el territorio continental.[xxi]
En el carril de la más patética historia oficial, Borge Angulo, mirando retrospectivamente la historia del Estado soberano de Quintana Roo, describió que “Mucho se dijo en ese momento que los quintanarroenses no estábamos preparados, que cómo nos iba a ir, que cuál iba a ser la experiencia, sin embargo, hoy, 40 años después, aquí está la prueba, aquí están los nombres en este Obelisco de quienes me han antecedido y el de su servidor, quintanarroenses todos, comprometidos y que hemos sacado adelante a Quintana Roo con la única palabra que vale en el corazón y el alma”.[xxii] Por cierto, es atingente hacer explícito ese indigenismo de la memoria oficial de este estado,[xxiii] cuando el execrable gobierno borgista escribió, en el mismo obelisco, además de los nombres de los caudillos de la independencia nacional y los “padres de la patria” quintanarroense – me refiero a sus gobernadores, empezando por Martínez Ross, pasando por Villanueva Madrid, y acabando con Borge Angulo-, a los guerreros mayas como Cecilio Chi y Jacinto Pat,[xxiv] que tuvieron una idea distinta del Estado indigenista de los nativistas, que niega y oculta las otras historias de los otros pueblos arraigados en Quintana Roo. En un texto donde traté de comprender esta tabula raza y esta exclusión política al pueblo maya en Quintana Roo, escribí lo siguiente:
La visión “nativista” en el estado, tuvo su tiempo histórico justificado por las circunstancias, pero podríamos establecer que esta ideología es lo diametralmente opuesta a los afanes autonómicos de los macehualoob de la época de Morley, de Reed, de Sullivan, y de las palabras que los oficiales de X-Cacal Guardia dejaron oír a finales de 2009, para pedir respeto, dignidad y liberación de algunos de sus hermanos detenidos, tratados por las autoridades (felixistas) como animales. Es contrario, no por el hecho de que quienes ostentaron esta ideología no pertenecieron a los herederos de la Cruz Parlante, sino por el hecho de que el nativismo implica una luminiscente negación del proyecto autonómico macehualoob, ya que permeó toda la estructura de poder del Estado posterior a 1974, e intentó componer una “Historia” única, mestiza, valiéndose del indigenismo, cooptando líderes, inmovilizando afanes autonómicos a costa de cualquier medio, por conducto de su órgano político hegemónico de 1974 a 2000 [y hasta la fecha], el PRI, o del gobierno en turno.[xxv]
La negación política del pueblo maya en Quintana Roo, no se puede solventar apelando a los flacos discursos del “indio permitido”, aquel que sólo pide reconocimientos culturales. En el año 2001, un viejo conocedor de la historia de los mayas rebeldes de Quintana Roo, Miguel Alberto Bartolomé, resumió brevemente esta exclusión que refiero: “Quintana Roo es entonces la única jurisdicción política de un estado multiétnico, en cuyo origen se encuentra la presencia de un grupo organizacional y culturalmente diferenciado. Pero a pesar de estos antecedentes Quintana Roo no es un estado maya. Desde mediados del siglo XX fue abierto a la colonización como si se tratara de un ámbito vacío.[xxvi]
La idea de Bartolomé, desde luego que no la comparto completamente, pues si bien el estado, efectivamente no es absolutamente maya, la colonización dirigida y no dirigida de mexicanos hacia este estado, su sentimiento de patria construida día a día, es tan válido como lo que ostentan los mayas del centro de Quintana Roo. Además del elemento indígena establecido en el centro de Quintana Roo, podemos hacer el bosquejo de los pueblos mayas como Sabán, Sacalaca y Tihosuco, que aunque estar dentro de la jurisdicción del estado de Quintana Roo, por sus costumbres, tradiciones y orígenes de sus abuelos (repobladores de estos pueblos sustraídos de la jurisdicción yucateca cuando la Guerra de Castas), tienen una raigambre yucateca, y se diferencian en algunas costumbres con los pueblos que Villa Rojas había etnografiado en Los elegidos de Dios.[xxvii]
En gran medida, Bacalar tiene mucho de pueblo yucateco, pero la historia de Bacalar y de la Vía Corta (de Lázaro Cárdenas a Valle hermoso), así como de los pueblos del Hondo, se originan y constituyen por las políticas de migración, no dirigidas y dirigidas, que se pusieron en marcha en el otrora Territorio desde la década de 1950, para alcanzar un nivel poblacional y así constituirse en estado. Estos intrépidos colonos, hijos y descendientes de colonos, sin duda son los que han forjado enormemente el destino de Quintana Roo con sus infatigables trabajos que, para poblar y construir sus pueblos en la selva caliginosa de Quintana Roo, tuvieron que tener a “la tenacidad como virtud”. Como dice la canción de don Policarpo Aguilar: en Quintana Roo llegaron gente de todas partes, Quintana Roo fue un crisol multiétnico donde se consolidó la presencia de michoacanos, veracruzanos, guanajuatenses, jaliscienses, gente del norte, gente del sur, de Guerrero y, desde luego, de yucatecos y campechanos.
Si no podemos hablar ya más de nativismo, si no podemos ya más seguir tolerando frases hueras de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses!, cuando observamos las tasas de crecimiento demográfico anuales de ciudades como Playa del Carmen; o bien, cuando observamos más la yucataneidad y la veracruzanidad en una ciudad beliceña como Chetumal, en vez del fantasmagórico “quintanarroísmo”; del mismo modo ya no podemos seguir negando, hacer la depuración de la memoria, y omitir la importancia de la negritud en la historia de Quintana Roo.[xxviii]
En 1974, Jesús Martínez Ross (nacido el 7 de mayo de 1939) fue el primer gobernador electo del nuevo estado que se creaba en el sexenio echeverrista. La madre de Martínez Ross, Adela Ross, era chiapaneca que migró al Territorio de Quintana Roo a principios del siglo XX. El padre de don Jesús fue Pedro Manuel Martínez, originario de Trujillo, en la costa Caribe hondureña. Elisabeth Cunin, de la cual extraigo estos datos,[xxix] escribe que don Pedro Manuel Martínez era negro garífuna que llegó al Territorio en 1919 y fue la mano de confianza de un rico empresario beliceño, Robert Sidney Turton, administrándole sus negocios forestales y, a veces, trabajando de arriero en los campos del benque (corte de maderas preciosas) y del chicle. Recordemos que por garífunas se conoce a la población “de origen africano y amerindio que migró de la isla de San Vicente hacia las costas caribeñas de Centroamérica a finales del siglo XVIII”.[xxx]
Pedro Manuel, el garífuna, nunca renunció a su nacionalidad hondureña. De esa estirpe cimarrona venía el primer gobernador constitucional del naciente estado de Quintana Roo. Con el tiempo, a ese estado lo gobernarían descendientes de libaneses, negros y garífunas chetumaleños, algún blanco de origen yucateco, y un popular mestizo que reside actualmente tras las rejas de una celda gringa; pero nunca, hasta ahora, Quintana Roo ha sido gobernado por uno de la “etnia vencida” al inicio del siglo XX cuando un general porfiriano ondeó, a las siete de la mañana del día 4 de mayo de 1901, el lábaro patrio mexicano, ocupando la histórica plaza de los ancestros de Pedro Canché, el periodista.
La resignificación de la palabra
Hoy más que nunca es necesario una nueva resignificación o resemantización de la palabra quintanarroísmo. Metáforas como el crisol multiétnico, las identidades construidas y vueltas a construir y deconstruir socialmente, las culturas fronterizas, las culturas imanes, las migraciones de mayas y mexicanos a la selva oriental, el pandemónium del “multiverso cultural” que Ramón Beteta observó en el hato chiclero de Chachoben, el “que vengan de donde vengan” de don Policarpo Aguilar, sólo significan una sola cosa: Quintana Roo fue hecho por todos los que decidieron arraigar en esta tierra de huracanes y palmeras. De ahí que termino este escolio de la palabra quintanarroísmo, citando el discurso que el gobernador actual de Quintana Roo, diera en el 42 aniversario del estado, porque se desmarca completamente de la anterior interpretación cerrada, antidemocrática y autoritaria que se ha tenido del quintanarroísmo por algunos sectores trasnochados del espectro político y cultural en Quintana Roo: “El verdadero quintanarroísmo es aquel que transpira trabajo en la mano de cada hombre y mujer que nació y vino a este estado a ayudar a su crecimiento…El verdadero quintanarroísmo está vivo entre nosotros en el nombre de este estado, vivo en cada parque, vivo en cada escuela, vivo cada vez que se reivindican los derechos de la gente y cada vez que se defiende la libertad, la democracia y el espíritu republicano”.
[i] Estrofa III del Himno a Quintana Roo. Letra del poeta originario de Calkiní, Campeche, y quintanarroense, Ramón Iván Suárez Caamal.
[ii] Que fueron regiones con existencia poblacional y con mercados agrícolas y de contrabando con Honduras Británica, y a la cual la guerra de 1847 desestructuró los caminos comerciales constituidos. Cfr. Terry Rugeley, “Tihosuco 1800-1847: La sociedad muncipal y la génesis de la Guerra de Castas”. Saastun. Revista de Cultura Maya. Año 0 No 1. Abril de 1997, pp. 19-62
[iii] Peter L. Berger y Thomas Luckman. La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu editores.
[iv] Cfr. Luz del Carmen Vallarta Vélez. Los payobispenses. Identidad, población y cultura en la frontera México-Belice, México, Universidad de Quintana Roo, 2001.
[v] Odile Fort. La colonización ejidal dirigida y espontánea, México, INI, 1979.
[vi] Sobre algunas descripciones de las migraciones de mayas yucatecos de la región fronteriza de Dzitnup.Chikindzonot para el repoblamiento de pueblos yucatecos perdidos en la segunda mitad del siglo XIX, cfr. Luis Reyes Caamal Caamal. El repoblamiento de Tihosuco, Quintana Roo: los imaginarios sociales. UIMQROO, José María Morelos, Quintana Roo, 2012.
[vii] Canción Geografía musical, del desaparecido compositor y cantante bacalarense, don Policarpo Aguilar,
[viii] Ramón Beteta, “La vida en un campamento chiclero”, en Lorena Careaga Viliesid, compiladora. Quintana Roo II. Textos de su historia. México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1990, pp. 159-160.
[ix] Por cierto, llama mucho la atención, que el gran impulsador del Comité Pro Gobernador Nativo del territorio de Quintana Roo, surgido en Cozumel en 1945, fuera el “dictador” jalisciense, Margarito Ramírez. Cfr. Lorena Careaga y Antonio Higuera Bonfil. Quintana. Historia breve, México, FCE-COLMEX, 2011, p. 178. Una biografía aproximativa de Margarito Ramírez, lo escribió Juan Castro Palacios, Los años del exilio. Quintana Roo 1944-1959. S/E.
[x] Bracamonte, Pedro y Gabriela Solís, “Insumisos e idólatras. Los mayas del Caribe peninsular durante la Colonia”, en Carlos Macías Richard et al, El Caribe mexicano. Origen y conformación, siglos XVI y XVII, México, UQROO-Miguel Ángel Porrúa, 2006.
[xi] Sobre este recuerdo oficializado y canibalizado de la Guerra de Castas por el indigenismo etnofágico de la clase política en Quintana Roo, véase mi tesis de maestría Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante: De la autonomía cruzoob a los derechos “indigenistas”, Chetumal, UQROO, 2010, p. 248 y ss. Una de las últimas actuaciones como gobernador de Quintana Roo de Roberto Borge Angulo, fue inaugurar unas estatuas de los tres líderes de la Guerra de Castas. Demasiado extraño, pues venía de un gobernador que trató con dureza a un comunicador indígena como Pedro Canché, encarcelado nueve meses injustamente.
[xii] Antonio Higuera Bonfil, A Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999.
[xiii] Un resurgimiento político del “Quintana Roo para los quintanarroenses”, se dio en el recién constituido municipio de Bacalar: con dos administraciones municipales desde 2011 hasta 2016, en las elecciones de 2016, una de las propuestas de algunos actores políticos, fue el “Bacalar para los bacalarenses”, es decir, que no “chetumaleños” se encuentren en la nómina municipal, sino que se debería dar preferencia a bacalarenses.
[xiv] César Dachary y Arnaiz Burne, Stella Maris, Quintana Roo. Sociedad, economía, política y cultura, México, UNAM, 1990, p. 46.
[xv] Gilberto Avilez Tax, Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante, p. 250.
[xvi] Carlos Hoy, Breve historia de Quintana Roo, Quintana Roo, Imprenta México, 1977.
[xvii] Falta un texto de tesista de licenciatura, que analice pormenorizadamente la parca producción libresca de don Ignacio Herrera Muñoz, pero rica en cuanto a textos periodísticos. Véase la versión novelada de la fundación del Carrizales-Chetumal, en un inhóspito lugar, “no donde quiso el amor, sino la guerra”, en Héctor Aguilar Camín, El resplandor de la madera, México, Alfaguara, 1999.
[xviii] Me refiero al trabajo de Antonio Higuera Bonfil A Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999. Igualmente, véase el estudio, entre apologético y hagiográfico de una apretada historia jurídica y constitucional: Luis Geraldo Samaniego Santamaría, “Treinta y cinco años de historia y evolución constitucional del Estado de Quintana Roo”, Portal. Revista de Investigaciones en Ciencias Sociales, Económicas y Administrativas, número 8, año 6, verano de 2010, pp. 55-86.
[xix] “La Guerra de Castas de Borge”. Por Wilberth Esquivel, 30 de agosto de 2015. Luces del Siglo. http://www.lucesdelsiglo.com/index.php/noticias/la-guerra-de-castas-de-borge/11954
[xx] “Quintana Roo para los quintanarroenses”. Periodistas Quintana Roo, 5 de agosto de 2015.
[xxi] Comunicación personal del maestro Crisanto Franco. 11 de octubre de 2016.
[xxii] “Quintana Roo para los quintanarroenses”.
[xxiii] Entiende por indigenismo, o neo indigenismo, al ocultamiento, o bien a la deformación, o bien a la selectividad del pasado indígena, para fines concretos donde el indígena actual sale sobrando a ojos de los que toman las decisiones en el estado.
[xxiv] Sergio Caballero, “Busca Borge inmortalizar su nombre en obelisco de Chetumal”. Proceso, 10 de febrero de 2015.
[xxv] Gilberto Avilez Tax, Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante…
[xxvi] Miguel Alberto Bartolomé, “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”, revista Alteridades, 2001, 11 (21): p. 107.
[xxvii] Así, en una entrevista con el director del Museo de la Guerra de Castas de Tihosuco, éste me contó que un hecho fundamental en la historia de este Tihosuco, fue el repoblamiento que se hizo de él por mayas yucatecos procedentes de Dzitnup, Chikindzonot y otros pueblos fronterizos yucatecos. Los descendientes de esos repobladores, tienen bien presente las diferencias religiosas, musicales y hasta gastronómicas que existen entre los de Tihosuco con los pueblos macehuales: en Tihosuco se realiza relleno negro, en Tusik, no; en Tihosuco se baila la vaquería y hay gremios, en Tusik es más efectivo el maya paax; no existen “guardias” en Tihosuco, en Tixcacal Guardia, sí.
[xxviii] En este último párrafo, sigo el ameno libro de Elisabeth Cunin, 2014 Administrar los extranjeros: raza, mestizaje, nación. Migraciones afrobeliceñas en el Territorio de Quintana Roo, 1902-1940, México, CIESAS-Institut de recherche pour le développment-Karthala.
[xxix] Cunin, Administrar los extranjeros…
[xxx] Ibidem. p. 14.
Horale tù sisifo y oraculo de delfos,me aburren tus artìculos estilo la Biblia o Don Quijote de la Manca.
Ya bajale solo, haces comentarios destructivos y eso que ahora no le toco atus villanos faboritos, lease el shini gon de la UQROO.
Los comentarios están cerrados.