Inflar el buche al gallo. Del periodismo en Quintana Roo | Por Gilberto Avilez Tax

0
50

 

album-monografico-quintana-rooEl periodismo en Quintana Roo, como todo estado que no pasa más allá de media centuria (aquí no se tiene una larga historia del periodismo cultural como el Yucatán de Sierra O’Reilly, del Registro Pintoresco, del Diario del Sureste), ha tenido pocos momentos donde la palabra viva, la del día a día, ha salido reforzada, pulida y acerada.

El historiador que indague en las parcas fuentes hemerográficas se encontrará, de 1974 a esta parte, con una especie de encasquillamiento y obsesión, de la mayor parte de sus plumas, por los demonios de la política tropical. Muy pocos de los que alguna vez han escrito para los periódicos en este estado han prestado oídos sordos a los sirenaicos cantos del demonio de la política que, dicho sea de paso, en este estado la clase política se ha caracterizado por la indecencia exhibicionista y por el culto a la personalidad.

Para un historiador acostumbrado a interesarse no sólo en los discursos del poder, le resultará soporífero revisar discursos tras discursos de lo que el cacique de Payo Obispo, o el cacique de Bacalar, o el asilvestrado cacique de Chunhuhub, se les ocurrirá un día sí y otro no. Pareciera que el veneno de la política trasmina y deforma toda la tinta del periodismo contemporáneo en este estado oriental de la península. Y esto es un ejemplo sintomático de la falta de modernidad en este campo que debiera ser almácigo de la construcción colectiva del criterio; así como del espíritu autoritario de la clase política enamorada del culto a la personalidad. ¿A mí qué diablos me importa saber lo que el cacique dirá esta vez?, ¿es importante saber su opinión?, ¿acaso no es más importante saber cómo son evaluados por la gente de a pie?

Por eso, este día me llamó poderosamente la atención una confesión del veterano periodista Javier Chávez Ataxca, pionero del periodismo en este estado. Ataxca comentó:

“El periodismo en Quintana Roo es un platillo que se sirve a los poderosos para generar en ellos una reacción positiva o negativa, y como gremio hemos descuidado a otros grupos que deben recibir una información grata para sus paladares. Cuando acudí al primer aniversario de Proceso Sur –allá por 2001– en el mezcalero Oaxaca de los chapulines y las tlayudas, el nuevo director de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, escuchó nuestras propuestas de trabajo que tenían como constante a nuestros gobernadores –ocho o nueve, cuando menos–, y cuando creíamos que lo habíamos impresionado nos salió con un consejo muy enérgico que nos dejó como alumnos reprobados con el coscorrón para su casa. Hay que buscar otras historias –nos recomendó–, exponer otros asuntos ajenos a la política para no aburrir a los lectores con los asuntos machacados por toda la eternidad. Elaborar reportajes cuyos afluentes no desemboquen en el río de los poderoso”.

En efecto, ¿qué de interesante es el de rescatar las ideas bien definidas y trabajadas de un político o grillero del patio, cuya esencia es, para mí, la de un compulsivo cuenta cuentos (de los malos cuentos a las malas cuentas)?, ¿acaso alguien puede imaginar otra tortura más agresiva, que la de escuchar durante dos eternos minutos la verborrea diarreica del tótem tribal del partido tal y tal?

Es de idiotas hacer un libro con entrevistas de los “padres fundadores” que se comportaban como padrastros autoritarios.

Pero la tradición, o los ejemplos para hacer un periodismo menos militante del chayo, menos engolado por los odios irracionales, menos diatribezco y empotrado al lodo del autoritarismo escribiente, se puede encontrar en la historia misma de Quintana Roo. Doy tres ejemplos, aunque podría dar más: el libro Album Monográfico de Quintana Roo, del periodista yucateco Gabriel Menéndez. En este trabajo se encuentra, en sus páginas que  antes de ser partes de un libro fueron hojas de periódico, esa soberbia tradición de periodismo cultural de Yucatán, incluso, del periodismo que bordea la historia, la etnografía, la visión internacional, la botánica, las imágenes del lagarto durmiente del Hondo, y que no rehuye el folklore y nos otorga paisajes nostálgicos de un otrora extinto Territorio de Quintana Roo.

Otro ejemplo que podríamos dar, son los momentos menos despolitizados, y más afortunados, del cronista michoacano Francisco Bautista Pérez. En los trabajos de Bautista Pérez, que antes de estar en forma de libros también fueron escritos en una sala de redacción de los pioneros diarios en este estado, o eran enviados por el corresponsal Bautista Pérez al Diario de Yucatán; podemos encontrar esas características de un Quintana Roo en transición, de un Quintana Roo convirtiéndose en estado.

Por último, otro ejemplo que podríamos referir, son las crónicas ensayísticas que se pueden encontrar en el libro Más se perdió en la guerra, del cubano Agustín Labrada.

¿Por qué esa obsesión por la política, por la baja política, del periodismo en Quintana Roo? Barajo la hipótesis siguiente, fácil de comprobar: inflar el buche al gallo deslenguado siempre dejaba buenos dividendos, buen “máiz”. Por increíble que parezca, el buche era inflado no con zacate y verdolaga, sino con palabritas, simples palabritas.

Comentarios en Facebook