Aquellas voces que claman por el cambio de la capital del Estado | Por Primitivo Alonso Alcocer

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En los últimos años se han ensanchado más las fronteras sociales, políticas y económicas entre el norte, centro y el sur del Estado, producido por el acelerado desarrollo de la zona turística norteña, a contrapelo de las otras latitudes que ha quedado rezagadas, lo que ha incidido en gran medida no solo en el surgimiento de grandes islas de prosperidad en medio de grandes océanos de pobreza, Carlos Sansores Pérez, dixit, por la falta de una política más distributiva de los beneficios alcanzados por la llamada industria sin chimeneas, sino que también en la política por la inmensa ola migratoria que ha inundado materialmente esa privilegiada porción geográfica quintanarroense modificando las coordenadas políticas existentes.

Si hace apenas algunos lustros la única rivalidad política existente quedaba establecida entre algunos segmentos chetumaleños y cozumeleños cuyos orígenes se remontan a los tiempos de la bonanza del chicle y la madera y el hecho que los concesionarios prefirieran a Chetumal para el traslado de sus productos y ya después derivado de la competencia política, la manecilla de la brújula publica ahora cambia de dirección y apunta más al norte del Estado, específicamente a la triada configurada por Cancún, Playa del Carmen y Cozumel donde se asienta cada día con mayor fuerza las estructuras vitales del Estado y donde advierten algunos analistas quedaría establecido el nuevo mapa del poder político quintanarroense y la pugna por la hegemonía, sin descartar que Chetumal pueda reponerse y volver a dar la gran pelea si recibe la transfusión vitamínica necesaria.

Este nuevo panorama también se presta a elucubraciones viscosas alejadas de la realidad y emparentadas con aquellas mentalidades obtusas que no logran distinguir ni con meridiana claridad que una cosa es tener la fuerza ciudadana que permita centrar el poder en determinada área geográfica, y otro asunto más espinoso es la capital.

Veamos pues: Desde que Cancún despegó hasta convertirse en uno de los centros recreativos de más prestigio en el planeta, comenzaron algunas voces ociosas a especular sobre el cambio de sede de los tres poderes del Estado toda vez que la capital constitucional quedaba rezagada ante el empuje sobre todo económico del coloso del Norte.

Ahora que emerge Playa del Carmen con un potencial extraordinario rivalizando con Cancún, vuelve a escucharse otras voces que postulan a la histórica Xamán Há como una carta fuerte de la federación para suceder a Chetumal como la capital del Estado, sin descartar al gigante turístico que es donde apuntan las preferencias ociosas.

La pirotecnia verbal no tiene basamentos sólidos, son palabras sin sustento que provienen de mentalidades ocurrentes cegadas por el brillo de nuestros orgullos turísticos por lo que no valdría tomarla en cuenta sino fuera necesario una aclaración pertinente.

El “argumento” mayormente esgrimido, es que Chetumal ya no reúne las condiciones ni objetivas ni subjetivas para fungir como eje político de la entidad toda vez que ha sido rebasada política y económicamente por la triada norteña donde se centran, además, las rieles de la locomotora turística más poderosa del país, descontando las razones históricas y geopolíticas que favorecen a la antigua Payo Obispo para seguir subsistiendo como la capital de los quintanarroenses y la extrema delicadeza técnica, jurídica y política para lidiar con un toro de ese tamaño.

Afortunadamente los portavoces de esta falacia política conforman una minoría confusionista que también recalca que la penuria económica y política que asola hace varios años a la capital es inducida para matar el espíritu de lucha de los chetumaleños, entre otras cosas, para que no haya tanto revoltijo a la hora de tomar esta decisión que para los gestores de café del desatino, es fundamental.

La migración del “Estado Mayor” de varias dependencias federales y algunas estatales a Cancún, la consideran como otra señal y el hecho que el Presidente Peña Nieto jamás haya visitado Chetumal ni en calidad de turista constituye, según su apreciación, la más severa advertencia que el asunto se está cocinando a fuego lento.

Podría ser interminable la lista si nos preocupamos por señales hasta de humo, pero la realidad es otra: Chetumal permanecerá por largo tiempo como la capital de los quintanarroenses asistida por la historia y por la geopolítica y por el hecho que una dinámica madura y tan exitosa como la que se manifiesta en la zona norte, al contrario de lo que piensan algunos, ni Cancún o Playa del Carmen se verían favorecidos si alguno se alzara con la sede de los tres poderes del Estado en gran medida por las concentraciones administrativas y políticas que se derivarían de un paso de esta naturaleza, lo que repercutiría negativamente en su propia naturaleza que es la de crear las condicionales naturales para el libre flujo del quehacer turístico, sin amarres a otra actividad que pudiera desviar el curso de los objetivos para los que fueron creados; para cuidar en sus distintas vertientes esta actividad, hasta ahora han resultado suficientes el Gobierno del Estado a través de la Secretaria Estatal de Turismo, además de su representación permanente en Cancún, las autoridades municipales, el extraordinario Centro de convenciones, Fonatur y la Secretaria Federal de Turismo y otras instancias coadyuvantes, ya que de otra manera se caería en el paquidermismo burocrático que vendría aparejado el cual podría obstruir algunas acciones que deben de fluir sin cortapisas, casi de inmediato, para no perder la competividad y máxime si Cuba se prepara para convertirse en el corto plazo como la más seria competencia para Cancún y la Riviera Maya por lo que la nueva realidad exigirá un servicio distinto más apegado a ciertos cambios estructurales, a la agilidad y calidad de la oferta y la capacitación, que a los blasones o la cantidad burocrática que gire alrededor de la estructura turística.

En otro renglón, el daño a Chetumal seria de pronóstico reservado si se atendiera a una petición tan descabellada, por lo que tanto el Norte como el Sur sufrirían las consecuencias de distinta manera, en el remotísimo caso que prosperara una torpe iniciativa divorciada de la realidad.

En cuanto a la migración de Chetumal a Cancún de varias dependencias federales obedece a razones frívolas más que para brindar un mejor servicio en sus respectivas responsabilidades; esta anomalía comenzó con el Delegado Estatal del IMSS en tiempos de Mario Villanueva, el llamado “Reginito” por ser hijo de Regino Díaz Redondo para entonces director del rotativo Excélsior, acción que con el tiempo provocó una reacción en cadena de la mayoría de las dependencias federales, sin tener una sólida justificación que avalara la pertinencia del cambio de residencia; los jefes nacionales se hicieron los occisos para tener también su espacio de recreo, y así se institucionalizó este asunto que debe corregirse a la brevedad posible, independientemente que las esfera del gobierno federal deben de estar en la sede de los tres poderes del Estado como sucede en las demás entidades que conforman el Pacto Federal, que de alguna manera queda lastimado cuando sucede de otra manera.

Si nos vamos a la falacia invocada en el sentido que la mayoría de la población derechohabiente en lo que corresponde al IMSS, por ejemplo, está establecida en Cancún y ello amerita la asistencia del titular y de sus principales colaboradores, es de toda falsedad ya que se tiene el personal adecuado para atender las principales demandas aun en caso de total ausencia de los principales responsables de la dependencia y así por lo consiguiente.

Pero habría que hacer hincapié que la principal obligatoriedad deviene de una responsabilidad mayúscula estrictamente institucional; también en la capital de la República está la Secretaría de Marina cuando en teoría, al menos, el grueso de esta institución debía estar en Veracruz u otro puerto por la naturaleza de sus funciones, en tanto que las entidades que resuelve los problemas del campo y sus titulares están en esa ciudad cosmopolita cuando supuestamente deberían estar en las entidades con mayor rango agrario, tampoco existen yacimientos de petróleo o minerales ni la electricidad que se consume se genera en la metrópoli y está la Secretaria de Energía, pero el asunto es eminentemente institucional repito: México D,F es la sede de los tres poderes de la nación, por lo que es una responsabilidad constitucional de las Secretarias Federales tener sus oficinas matrices en la capital de la República y sus representaciones en la capital de cada entidad federativa asiento de los poderes estatales.

De alguna manera algo del Pacto Federal se rasga con un procedimiento contrario. Estas sobradas razones hacen posible manifestar que las principales instancias de las dependencias federales asentadas en la zona norte deben regresar a su base institucional que es Chetumal, con titulares oriundos del Estado de preferencia, lo que de alguna manera coadyuvaría en la presencia institucional y la economía de la capital del Estado que requiere de un proceso de rehabilitación con vitaminas fuertes para que recobre el paso y siga siendo uno de los baluartes más extraordinario del Quintana Roo moderno.

Independientemente de lo que haga en favor de la capital el gobernador del Estado y el Ayuntamiento de Othón P. Blanco y la propia sociedad civil, nuestros diputados y senadores deberían apuntalar el renacimiento de Chetumal así como también una figura de amplio prestigio nacional escuchado con atención por los titulares del Ejecutivo Federal, el escritor chetumaleño Héctor Aguilar Camín.

Como en el tema que abordé, no observo nubes oscuras en el horizonte que presagien la tormenta como dice la canción, brindemos en esta navidad y año nuevo por un Quintana Roo unido, sin fronteras, sin geografías fragmentadas, en donde cada municipio y su gente sea parte indisoluble del otro hasta configurar el todo institucional que es esta tierra promisoria iluminada, cotidianamente, por los primeros rayos que surgen en el oriente.

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