Uno de los motivos fundamentales que está propiciando la migración política de acreditados cuadros políticos de origen priista hacia las filas de Morena, es que dan por un hecho la influencia de Jorge Emilio González, mejor conocido como El Niño Verde, en la política doméstica, refiriéndome a la que tiene lugar en el seno del Partido Revolucionario Institucional y la posibilidad siempre latente de alguna oscura negociación para que el siguiente candidato de ambos partidos a la gubernatura del Estado sea la persona que unja el dedo del controvertido político tamaulipeco.
De ser así, se invertirían los papeles y el Revolucionario Institucional con toda la estructura que le quedara, tendría un lastimoso papel de subordinación ante el membrete político familiar. Por otra parte, no creo que sea Raymundo King en lo personal el problema de la deserción priista, si tomamos en cuenta, con una sana lectura, que su permanecía obedece a que el Comité Ejecutivo Nacional, por alguna razón que puede tener varias interpretaciones, desea que continúe en el cargo y si no fuera así hace rato que estaría fuera de la dirigencia del tricolor aun en el caso que se aferrara al cargo.
Lo que si reviste importancia, sería el acomodamiento político en Morena ante el avance significativo en las preferencias populares de Manuel López Obrador a quien muchos ya dan por sentado en la silla presidencial el próximo sexenio contabilizando, además, las amplias simpatías que goza en amplios segmentos de la sociedad quintanarroense.
O sea, que de darse el escenario anteriormente señalado, la probable resistencia a los desmesurados apetitos políticos y económicos del senador González, podría tener como trinchera política las filas de Morena a donde migrarían militantes y votos en tanto más se acreciente la posibilidad real de entregar la candidatura dual al Verde Ecologista.
No creo que vuelvan a coaligarse el PAN y el PRD pero ninguno de ellos sería el receptáculo de la desazón priista.
Aunque resulta prematuro hacer especulaciones y todavía falta que la realidad se imponga, pensamos en el costo político de volver al pasado como si todavía fuéramos territorio federal en donde el gobierno central cedía el manejo de nuestros destinos a políticos oriundos de otras entidades, desvinculados de nuestra idiosincrasia y ajenos a las luchas históricas libradas por los quintanarroenses que trajeron como consecuencia la erección del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo.
Excepcionales figuras serían el Gral. Rafael E. Melgar y don Javier Rojo Gómez. Y en el caso que comento, aunque González impusiera a una figura local los hilos del poder los manejaría a larga y corta distancia según conviniera a los intereses familiares y cupulares.
Por otra parte, no se trata de invocar un trasnochado nativismo: quintanarroenses somos no solo los nativos sino que también todos aquellos venidos de otras latitudes que han sembrado con amor en esta tierra prodigiosa y han encontrado por su esfuerzo buen fruto en su cosecha o que simplemente con el curso de los años se han asimilado a nuestra idiosincrasia.
Pero nadie debe llegar como moderno conquistador a buscar “el plato servido” porque además de mellar los derechos que nos da la tierra y la historia o el haber adoptado este suelo como nuestro, tienden a provocar la irritación popular que asqueada de la corrupción del pasado inmediato en el caso nuestro, busca con desesperación al guía honrado y cercano al pueblo o al hombre providencial que trace un nuevo camino por donde transiten las buenas voluntades y que ponga un dique a los facinerosos oportunistas y a los traidores a la causa quintanarroense anegados de corrupción.
El Estado de Quintana Roo se levantó teniendo como sombra tutelar nuestra maravillosa naturaleza y el esfuerzo combinado de hombres y mujeres que sellaron un compromiso singular con la historia; pero no solo es un paisaje nacional o zona de recreo en donde el astro rey despunta para alumbrar a la tierra mexicana, sino frontera de alta importancia geopolítica en donde, como señalara don Adolfo López Mateos, “cada quintanarroense es un centinela alerta que vela por México y sus instituciones”.